Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

UN AÑO MÁS Y LA ASIGNATURA SIGUE PENDIENTE

FLOR A. VARGAS CORTÉS

En el marco de la conmemoración del día internacional de la mujer vale la pena revisar qué avances ha habido.

Según los datos del INEGI, en los últimos diez años el promedio de escolaridad de las mujeres ha avanzado poco más de un año, es decir, en 2010 la media era 8.5 y para 2020 ya es de 9.6 años, sin embargo, mientras hay entidades donde la brecha entre hombres y mujeres se ha reducido a cero, es decir, indistintamente del sexo, el promedio de estudios es el mismo, aún hay estados donde la diferencia sigue existiendo, colocando en desventaja a las mujeres. Pero, aunque se haya ganado en ese promedio, si traducimos a niveles educativos, realmente nuestra población no alcanza sino a terminar la secundaria (sin importar su género) que, aunado a la calidad educativa de nuestro país, nos coloca en la penosa situación de contar con una población que, si acaso, puede conocer un oficio, pero no tiene la perspectiva de desarrollo profesional.

Todavía aún peor si revisamos la postura cultural que sigue educando en desigualdad. Un entorno donde a la mujer no, necesariamente, se le impulsa para formarse más y mejor con miras de que, en los casos en los que decida quedarse en el hogar, su perspectiva le permita la crianza de hijos con un mejor panorama, apoyando a ambos para elegir en libertad.

Pero, por supuesto, esto no está sucediendo. Es observable si tan sólo nos asomamos a las cifras de violencia contra la mujer: once mujeres mueren diariamente en circunstancias por las que los varones no. Eso sin contar las diferentes caras de la violencia: vejación y violación. ¿En dónde se han gestado y educado a quienes maltratan a otros? ¿Por qué no somos capaces de mejorar la crianza de los varones en nuestras familias? ¿Por qué no hemos sido suficientemente valientes para impulsar a nuestras niñas para que se preparen más, bajo el entendido de que somos iguales intelectualmente?

Y claro, esto redunda en que la brecha salarial real. Muchas veces en igualdad de posiciones laborales, pero también, la mayoría de ellas, porque las labores que privilegiamos para nosotras son de menor retribución y hasta sin ella.

Y podrán promulgarse leyes que, en la práctica, están muertas porque desde el hogar no vemos con la misma posibilidad de crecimiento a una hija que a un hijo. De ahí que el avance sea, todavía, en desigualdad, con menos dignidad para ellas que para ellos.

¡Ya basta de descuidar a la población de esta manera! ¡Basta de desdeñar el aporte de la mujer a la sociedad! No importa si estudia, trabaja o es ama de casa. La verdad es que todos estamos vinculados, cuando menos, a una mujer en nuestra existencia y sólo por eso deberíamos de respetar a cualquiera. 

El día que estemos dispuestos a apostar igual por las niñas que por los niños, que les brindemos seguridad a todos, sin importar su sexo o edad, que seamos conscientes que educar rectamente a nuestros hijos nos permitirá ser ese país que tanto soñamos: uno en el que no necesitemos marchas para exigir trato digno y justo para quienes somos más del 51% de la población.

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Escrito en: Ibero Transforma

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