Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

BORGES Y EL TANGO

LAURA ELENA PARRA
No basta con tener la voz más melodiosa para entonar un tango. Hay que sentirlo, hay que vivir su espíritu.— Carlos Gardel

La primera vez que escuché un tango fue en la primaria, cuando una compañera cantó uno que hablaba del humo de un cigarrillo; me impresionó no sólo la letra y la música de la canción, sino la manera en que mi compañera -Adriana, quien tendría menos de diez años-, interpretó esa melodía. Desde ese momento tuve conciencia de la existencia del tango.

En otras ocasiones, cuando he escuchado un tango se ha producido en mí la misma mezcla de emociones, como cuando vi la película Perfume de mujer (1992) del director Martín Brest, protagonizada por Al Pacino (esta interpretación le valió el Oscar como mejor actor) y aparece la escena en la que el teniente coronel Frank Slade, quien es invidente, baila con una mujer joven el tango "Por una cabeza", en una escena inolvidable; en otro momento, mi estimado Jaime Muñoz Vargas compartió en su Facebook el tango "Afiches", interpretado por José Larralde, y al escucharlo por primera vez me impactó; por último, cómo olvidar que en alguna noche de verano caminando por el centro de Guadalajara, Jalisco, con mis homólogas del Sistema Universitario Jesuita, llegamos a un tablado al aire libre en donde varios artistas daban un espectáculo de tango, fue una noche llena de baile, de música, de buena comida y, sobre todo, de una inmejorable compañía.

Por eso llamó mi atención encontrar el libro El tango. Cuatro conferencias (Lumen, México, 2017, 151 pp.) de Jorge Luis Borges en donde el escritor menciona que, "gaucho" y "tango" son las dos palabras que se suscitan cuando una persona se declara argentina.

Este libro es la transcripción de cuatro conferencias que dictó Borges y que se conservaban en unos casetes que fueron de mano en mano hasta dar como resultado esta obra.

"Las grabaciones que dan origen a este libro llegaron a manos del escritor Bernardo Atxaga en 2002 cuando José Manuel Goikoetxea le entregó unos casetes envueltos y le explicó que habían pertenecido a un gallego, que se había ido a la Argentina de niño y luego había trabajado como productor musical en Alemania (era Manuel Román Rivas, fallecido en 2008). Este se las había traído de Buenos Aires y se las regaló a Goikoetxea en agradecimiento por su amistad. Atxaga escuchó el material, lo digitalizó y confirmó su autenticidad cuando Edwin Williamson, autor de Borges: Una vida (2007), escribió sobre estas charlas, que publicita el diario La Nación en la página 6 de su edición del 30 de septiembre de 1965". En esa nota se anuncia que Borges dará estas conferencias los lunes de octubre a las siete de la tarde.

La primera conferencia se titula "Los orígenes del tango"; la segunda, "De compadritos y guapos"; la tercera, "Evolución y expansión"; la cuarta y última, "El alma argentina".

En esta obra podemos ver reflejado no sólo el conocimiento de Borges acerca del tema, sino su gusto por este género musical que tanto disfrutó. En la primera conferencia hace el comentario de que en 1929 utilizó los tres mil pesos que ganó en el segundo premio Municipal de Literatura para darse una especie de año sabático en donde se dedicó, según sus palabras "…al ocio; es decir, a escribir un libro para mí. Este libro fue un estudio sobre mi antiguo vecino de Palermo, el poeta Evaristo Carriego. Naturalmente, el tema de Carriego me llevó al tema del tango, y empecé a investigar".

Finalmente, a partir de esta investigación Borges siguió hablando del tango y nos dejó este material que, para conservarlo y difundirlo, pasó de la cinta al papel y del lenguaje oral al escrito. No cabe duda de que Borges sabía del tango, lo sentía y vivía su espíritu.

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