Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

“¿Cuándo perdiste tu virginidad?”. La trabajadora social le hizo esa delicada pregunta a la muchacha de tacón dorado. “No recuerdo” respondió ella. Inquirió, molesta, la entrevistadora: “¿Cómo es posible que no te acuerdes del día en que sucedió ese acontecimiento tan importante de tu vida?”. “Señorita -explicó la sexoservidora-. Ha de saber usted que los hombres no traen un sello fechador allá donde le platiqué”. El general Bino, comandante de la Novena Retaguardia, solía terminar las reuniones con sus oficiales diciéndoles: “Agradezco a todos ustedes su valiosa colaboración”. Sucedió que el mílite, hombre de avanzada edad, contrajo matrimonio con una linda chica. Al cumplirse tres meses de la boda la joven esposa quedó embarazada. El general, lleno de orgullo, les dio la noticia a sus oficiales al final de la reunión con ellos, y seguidamente les dijo como siempre: “Agradezco a todos ustedes su valiosa colaboración”. Dos vaquitas vieron tirado un envase de leche, y una de ellas leyó en voz alta la inscripción que tenía el cartón: “Un litro de leche ultrapasteurizada, homogenizada, deslactosada y deodorizada. Enriquecida con tiamina, niacina y riboflamina; hierro, calcio y fósforo y vitaminas B12, C13 y D14”. La vaquita que había leído eso le dijo a la otra: “Te hacen sentir una pendeja ¿no?”. Noche de bodas de Babalucas y su novia. Al entrar en la suite nupcial exclamó ella: “¡Al fin solos!”. “Sí -confirmó el badulaque-. ¿A quién invitamos?”. El propietario rural se preocupó al ver que el encargado de su finca y su esposa tenían ya 12 hijos. Le preguntó la causa de tal fecundidad. Explicó el hombre: “Lo que sucede es que mi señora y yo nos aburrimos, y no tenemos otra diversión más que la cama”. El propietario entonces les regaló un televisor para que tuvieran algo en qué entretenerse por las noches. Sin embargo poco después el hombre le dio la noticia de que su esposa se hallaba otra vez en estado de buena esperanza. Le preguntó el patrón: “¿No sirvió el televisor?”. Replicó el prolífico sujeto: “Lo que sucede es que pasan muchos comerciales, y mi señora y yo nos aburrimos”. Don Derelicto, señor de edad madura, cortejaba discretamente a Himenia Camafría, célibe otoñal. Ella lo invitó a merendar en su casa y le ofreció una copa de vino moscatel. “No acostumbro beber, querida amiga -declinó don Derelicto-. Cuando me tomo una copa me da por sentirme un don Juan”. “Tómesela -insistió la señorita Himenia-. Yo me tomaré otra para sentirme una doña Inés”. Un tipo llegó a su club luciendo una camisa de color morado con pescaditos verdes, palmeras azules, flores cafés y corazones amarillos. Le preguntó uno de los socios: “¿Tienes granja avícola?”. “¿Granja avícola? -se extrañó el otro-. No. ¿Por qué?”. Replicó el que había hecho la pregunta: “Porque se necesitan muchos uebos para llevar una camisa así”. (”Uebos: Necesidad, cosa necesaria”. Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española). Lord Feebledick y su esposa lady Loosebloomers ofrecieron a sus amistades el tradicional baile de fin de temporada. En el curso de la fiesta milord buscó a su esposa para hacer el brindis de la noche, pero no la vio entre los invitados. Le preguntó por ella al mayordomo, y James le informó, no sin cierta vacilación, que milady se hallaba en su recámara. Se dirigió hacia el aposento el anfitrión, y cuál no sería su sorpresa -frase inéditacuando al entrar en la alcoba vio a su esposa en plena refocilación carnal con lord Highrump, su vecino. Antes de que Feebledick pudiera articular palabra lady Loosebloomers le impuso silencio. “¡Shhh! -le dijo-. Está borracho. Cree que eres tú”. FIN.

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