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El mundo que heredaremos a nuestros hijos y nietos

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

Caos, desesperación, ansiedad, tristeza, penalidades, angustia, es el cuadro que tenemos frente a nosotros y el que, lamentablemente, dejaremos en herencia a quienes vienen detrás. En lo interno un gobierno autoritario, voluntarioso, obcecado en no enmendar el rumbo a pesar de las muchas voces que se lo sugieren y aconsejan. Sus mismos compañeros, los que forman el primer equipo en el círculo del poder, reiteradamente, le proponen alternativas de solución y, eventualmente, cambio de estrategia; y el señor ¡impávido! 

Comprometido con una supuesta y artificial transformación, que en dos años de ejercicio no ha demostrado que haya habido un cambio para bien de la Nación: restricción en los programas de asistencia social, reducción en los volúmenes de recursos presupuestarios a los estados por parte del gobierno federal, lo que se verá reflejado en un estancamiento o paralización de obras y servicios en perjuicio de la población. Y es que su titular está más preocupado en asegurar su reelección, que en atender las necesidades de la gente.

En lo exterior y, además internamente, una situación pandemónica que a nivel mundial ha está haciendo serios estragos, poniendo en peligro seriamente la salud de la población del globo, enfermedad causada por un virus invisible, contra el que parece no hay cura posible. 

Estamos, pues, ante un cuadro atípico, que no se veía desde la segunda guerra mundial, según dicen los entendidos. Esto ha llevado a los países del mundo tomar medidas urgentes, muchas de las cuales, no han sido del gusto popular, desatándose una lucha encarnizada, en los altos niveles del poder político, que busca atraer a su área de influencia, a funcionarios de la administración federal que, como dijo el carismático Luis Donaldo: “La diferencia entre el político y el estadista, es que mientras aquel piensa en la próxima elección; éste se preocupa por la siguiente generación”.

Mientras tanto, nuestros hijos y nuestros nietos padecen los efectos inmediatos y cercanos de la terrible pandemia: recluidos, aislados, confinados, sin poder socializar con sus compañeros de clase, víctimas de una sensación de miedo, derivada de la información que constantemente difunden los medios de comunicación, alertando a la población sobre el semáforo epidemiológico. Con tristeza me entero de esto que me platica mi hija Valeria. Su hijo, Pedrito, que es mi nieto, llegará a su noveno aniversario el próximo día 15 del presente mes, y le dijo: “Mamá yo creo que no vas hacerme una caravana de autos como la de mi hermano Raulito, ¿verdad? Claro que sí te la hago, hijo. Porqué dices que no se podrá? Porque oí en la televisión que la semana próxima, el semáforo estará nuevamente en rojo”, contestó mi nieto.

El problema sanitario, es tan intenso, pues, que ha rebasado sobradamente a las autoridades de la República, la federal y las locales, que se han equivocado en cálculos, estrategias, en el manejo de cifras y datos. Urge que AMLO y su equipo de colaboradores ofrezcan y presenten a la población mexicana que vive con ansiedad, angustia y desesperación, una real y efectiva alternativa de cómo superar esta pandemia para que la tranquilidad vuelva a los hogares de los miles de mexicanos que quieren vivir en paz y realizar sus actividades con un alto índice de armonía y convivencia social: lo necesitamos y así lo exigimos.

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