Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Quiero tener sexo contigo antes de casarnos -le dijo el salaz novio a su linda dulcinea-. Así podré saber por anticipado si eres buena en la cama". Respondió ella: "Para eso no necesitamos tener sexo anticipadamente. Puedo darte unas 15 cartas de recomendación". Don Ferdinando de la Yesca y Piedra, propietario rural, salió a caballo a recorrer su extensa finca. A la hora del mediodía el sol pesaba como plomo y el jinete se encontró bañado en sudor. Bajó de su caballo a fin de darse un chapuzón en las frescas y cristalinas aguas de un regato que por ahí corría. "Culebra que entre flores se desata", escribió Calderón de la Barca. Apenas se había despojado de sus ropas (don Ferdinando, no Calderón de la Barca) cuando escuchó voces femeninas, y aparecieron tres mujeres: la señorita Himenia Camafría y sus amigas Celiberia Sinvarón y Solicia Sinpitier. Apresuradamente el azorado señor se cubrió las partes pudendas con lo único que a la mano tuvo: su sombrero. Al verlo en tal apuro las tres maduras célibes rompieron a reír. Eso amoscó a don Ferdinando. Les dijo con enojo: "Si fueran ustedes unas damas no se reirían de mí". Respondió prontamente la señorita Himenia: "Y si usted fuera un caballero se quitaría el sombrero". "Deberías tirar esa planta -le sugirió don Feblicio a su mujer-. Está sin fuerza ya, caída y flácida". "¿Cómo me pides que la tire? -respondió la señora-. Cuando la veo me acuerdo de ti". A aquel agente de ventas le disgustaba saber que cuando salía de viaje sus pequeñas hijas le pedían a su mamá que durmiera por turno en la cama de cada una de ellas. Repetidamente les había prohibido a las niñas que hicieran eso, pero ellas insistían. Sucedió que en una de las salidas del señor la mamá de las pequeñas se puso firme y cumplió al pie de la letra la disposición de su marido. En esa ocasión no se acostó con ninguna de ellas. Cuando el viajero llamó a su esposa para avisarle en qué vuelo llegaría, la señora y las niñas fueron al aeropuerto a recibirlo. Apareció el señor por la puerta de salida. Una de sus hijitas corrió hacia él y le dijo alegremente algo que todos los demás pasajeros pudieron escuchar: "¡Papi! ¡Por primera vez mi mami no se acostó con nadie mientras estuviste fuera!". Doña Larda, hay que decirlo, era bastante gordita. En una tienda vio un vestido que le gustó mucho y fue a probárselo en uno de los vestidores. La vendedora le preguntó luego: "¿Le quedó el vestido, señora?". "No sé -respondió mohína doña Larda-. No me quedó el vestidor". Llorosa y compungida Dulcibella les dijo a sus papás: "¿Recuerdan que cuando era niña me hablaron de las abejitas y los pajaritos? ¡Pues resulta que la abejita me dio un piquetito!". Ya conocemos a Capronio: es un tipo majadero y desconsiderado. Iba por la calle con su suegra y pasaron frente a una agencia funeraria que exhibía ataúdes de diversas clases. La señora le preguntó con intención: "¿Qué caja escogerías para darme sepultura?". Respondió sin vacilar Capronio: "Una caja fuerte". En una fiesta Babalucas oyó que a uno de los invitados le decían "Doctor". Aprovechó un momento en que el señor quedó solo, fue hacia él y le dijo sin más: "Doctor: desde hace días me duele el huevo izquierdo". "Tendrá que disculparme -sonrió el hombre-. Yo soy doctor en Derecho". "¡Uta! -exclamó admirado el badulaque-. ¡Hasta dónde ha llegado la especialización!". Noche de bodas. El recién casado tomó por los hombros a su falamante mujercita y le preguntó, solemne: "Dime, Pirulina: ¿soy yo el primer hombre con el que duermes?". Replicó al punto ella entre sorprendida y desilusionada: "¿Qué nos vamos a dormir?". FIN.

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