Genio. Da Vinci fue un hombre dotado de conocimientos artísticos y científicos. (ARCHIVO)
Considerado uno de los genios más importantes en la historia de la humanidad, su nombre resume el ideal renacentista con el talento de pintor, escultor, músico, matemático, arquitecto e ingeniero. Cada una de sus virtudes se complementaba con su ingenio. Ostentoso de una fama única en su tiempo, Leonardo Da Vinci ha traspasado al olvido que los siglos suelen atribuir a los mortales.
Da Vinci cultivó en su interior un deseo ilimitado de conocimiento. Después dejó que su pensamiento guiara a sus dotes en los caminos del arte y de la ciencia. Sus estudios replicaban un lema: "Saper vedere" (saber ver).
EL INICIO
Pasó sus primeros años una aldea italiana llamada Anchiano, desde la luz naciente que observó aquel 15 de abril de 1452, cuando el mundo lo recibió en brazos. A partir de 1469 el destino lo llevó a Florencia con su padre (de quien era hijo ilegítimo). Recibió la instrucción elemental de aquel tiempo: lectura, escritura y aritmética. El latín lo comprendería años después gracias a su capacidad.
Tenía 30 años cuando decidió dedicarse a las matemáticas, aunque 15 años antes había ya comenzado a inyectar su vena artística con conocimientos de pintura que adquirió gracias a las clases con Brunelleschi Verrocchio. Sus pinturas iniciales contienen muchos bosquejos técnicos, lo que puede dar un norte de los intereses que profesaba al inicio de su carrera.
También tomo apuntes de las enseñanzas del físico Toscanelli, del arquitecto Giovanni Argiropoulo o del matemático Benedetto Aritmético. Pero una de sus mayores influencias fue un sabio anciano de nombre León Battista Alberti, quien en esos años encabezaba los trabajos de construcción de la fachada de la iglesia Santa María Novella.
Alberti es considerado el mayor teórico del Renacimiento, su Tratado para la pintura es un texto básico de la época. Da Vinci bebió sediento del conocimiento de Alberti y convirtió su genio nato en una conglomeración de oficios y técnicas
OBRA PICTÓRICA
Entre su trabajo artístico se encuentran cuadros de un alta concepción. Por ejemplo, La Dama con armiño (1489-1490), un supuesto retrato de Cecilia Gallerani, amante del duque de Milán, Lodovico Sforza, aristócrata para quien el genio trabajó. Debido a las intervenciones que ha tenido a lo largo de los siglos, el fondo fue desaparecido y totalmente oscurecido.
Otro trabajo clásico en el repertorio de Da Vinci es La última cena (1493-1498), una pintura mural que se encuentra en el comedor del Convento de Santa María Delle Grazie en Milán. La técnica aplicada en su tiempo por el pintor fue muy ortodoxa, lo cual comprometería la durabilidad de su calidad. Hoy en día hay que hacer un esfuerzo para imaginarse cómo se apreciarían los colores de la obra en todo su esplendor. Ésta, como su nombre lo indica, representa la última reunión que Jesús tuvo con sus discípulos. El mesías cristiano se encuentra al centro de la obra y tras de él hay una ventana que acentúa una perspectiva en punto de fuga.
Pero quizá la obra más emblemática es La Gioconda (1503-1506), cuyo composición arroja el retrato de Mona Lisa, la joven esposa de Francesco Giocondo. Aunque su simbolismo ha forjado toda una mitología en torno a su creación, como aquella teoría que podría tratarse un retrato del propio Leonardo vestido de mujer. Como dato curioso, esta pintura fue robada del Museo Louvre en 1911, desapareció por dos años y a su regreso se convirtió en la pintura más emblemática de la historia.
