Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El atributo del varón, a los ojos de la mujer, viene en tres tamaños: grande, mediano y "¡Papacito!". Según dice la mayoría de los varones el mismo atributo viene igualmente en tres tamaños: grande, mediano y "El tamaño no importa". La partida de póquer entre amigos se llevó a cabo aquella noche en casa de Babalucas. A la mitad del juego el anfitrión notó que uno de los jugadores no estaba ya en la mesa. Lo buscó sin hallarlo. Subió al segundo piso y al pasar por la alcoba conyugal oyó jadeos, respiraciones agitadas y palabras de pasión a medias balbucidas. Abrió la puerta y vio a su esposa en pleno trance de refocilación con uno de los de la partida. Babalucas llamó a los demás: "¡Vengan a ver esto, muchachos! ¡Pitoncio se puso tan borracho que cree que soy yo!". Pepito le dijo, solemne, al papá de Rosilita: "Tengo el honor de pedirle la mano de su hija". La niña tenía 7 años y el pretendiente 8, de modo que el señor apenas pudo contener la risa. Le preguntó a Pepito, divertido: "¿Tienes con qué mantenerla?". Contestó el chiquillo: "Sí. Mi papá me da 20 pesos de domingo, y usted le da lo mismo a Rosilita. Con eso tendremos lo suficiente para vivir". El señor siguió la broma: "Pero ¿y si viene un hijo?". "Espero que no -manifestó Pepito-. Hasta ahora hemos tenido suerte". El paciente le informó a su doctor: "Padezco insomnio". Sin vacilar sugirió el facultativo: "Haga el sexo". El paciente se asombró: "¿Haciendo el sexo se quita el insomnio?". "No -reconoció el médico-. Pero se la pasa uno a toda madre". Doña Macalota contó en la merienda de los jueves: "Yo nunca ceno, pero Chinguetas mi marido pide todas las noches una cena de siete tiempos". "¿Siete tiempos?" -se admiraron las señoras. "Así es -confirmó doña Macalota-. Una pizza y un six de cerveza". Avidia se llamaba, y aunque no era ya muy joven -andaría por la cuarentena- en cosas de la cama conservaba todavía los ardores propios de la edad vernal. (Nota: La palabra "vernal" suena a "invernal", pero designa más bien lo relativo a la primavera). El caso es que Avidia casó con don Acacio, viudo que al don añadía el din, o sea que tenía fortuna. La noche de las nupcias el matrimonio se consumó en la debida forma según lo demandan tanto el Código Civil como el Canónico. Acabada la consumación Avidia pidió una más, cosa que ni aun para efectos de seguridad prescriben los civilistas o los canonistas. Don Acacio nada hacía. Insistió la ardorosa desposada: quería un bis, un encore. Dicho en términos menos musicales, le exigía a su marido que asegundara. "Tendrás que perdonarme -rogó él con voz apenas audible-. Después del primero yo paso automáticamente a pertenecer al sexo débil, y permanezco en él por lo menos 15 días". El señor salió de su casa al trabajo. Iba a subir a su coche cuando advirtió que había olvidado unos papeles. Regresó, pues. Al entrar vio en la lavandería a su mujer inclinada sobre el cesto de la ropa. La carne es débil. O fuerte, según se vea. La visión del atractivo caderamen de su esposa le inspiró al marido un voluptuoso pensamiento que de inmediato puso en práctica. Sin decir palabra fue hacia ella, le levantó las faldas, dejó al descubierto los ebúrneos hemisferios y en esa postura, la llamada por los sajones doggie style, llevó a cabo lo que en lenguaje plebeo se conoce como "un rapidito", en inglés a quickie. Acabado que fue el furtivo trance el esposo tomó la escoba y le propinó un escobazo a su mujer en el abundante nalgatorio. Dolida, preguntó ella desde la posición en que se hallaba: "¿Por qué me pegas?". Respondió el señor con enconado acento: "¡Infame! ¡Ni siquiera volteaste a ver quién era!". FIN.

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