Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Calculo que todos los que están aquí son unos culeros". Eso dijo aquel sujeto tras plantarse con actitud retadora en el centro del concurrido bar. Describiré al individuo, pero antes aclararé para los cuatro lectores que tengo en otros países el sentido de esa expresión plebea, registrada ya por la Academia en su indispensable lexicón. En México culero es el cobarde, medroso o apocado. El hombre que usó la tal palabra medía al menos 2 metros de estatura, su cuello era de toro, de Hércules su musculatura, y cada uno de sus puños parecía bigornia o yunque de herrador. Nadie se levantó a reclamarle al ofensivo tipo aquel agravio, de modo que el fulano salió de la taberna con pasos de jaque baladrón. Dijo uno de los clientes: "Qué tipo tan grosero". Acotó otro: "Sí, pero qué buen cálculo tiene".Muchas de las horas que forman mi semana me las paso en las nubes. Quiero decir en los aviones. Los empleados de mostrador de las líneas aéreas miran mis canas y automáticamente me dan asiento de pasillo: seguro piensan que tengo que ir al baño cada 10 minutos. Afortunadamente mi vejiga es bien portada, y ni de día ni de noche me pone en ese trance. Entones pido siempre ventanilla. ¿Por qué? Porque eso me permite tomar fotografías desde las alturas. Las tengo del Popocatépetl, ahora tan despierto, y de la Mujer Dormida; del Pico de Orizaba y el Nevado de Toluca; del desierto de Altar y la selva lacandona; de las aguas color azul turquí de Cancún y Cozumel y de las aguas que en el crepúsculo se tiñen de oro y grana en San José del Cabo. Este último jueves fui y vine el mismo día de Monterrey a la Ciudad de México, y regreso, a fin de perorar para los socios de la AMPES, un organismo de gran prestigio y tradición que agrupa a los proveedores de estaciones de servicio, o sea gasolineras. Al comenzar el vuelo de ida tomé desde el aire una imagen del Cerro de La Silla, símbolo de Monterrey. La foto me salió como para concurso. Los dos picos de la emblemática montaña a la que Alfonso Reyes puso en verso parecen emerger de una vaga neblina matinal. Desgraciadamente esa neblina no es neblina: es esmog. La capital nuevoleonesa sufre ya una contaminación de proporciones alarmantes. A más de eso los emprendedores empresarios regios están haciendo que la ciudad crezca hacia arriba, y construyen en el centro de la urbe edificios de varias decenas de pisos para oficinas o departamentos. No es difícil imaginar el cúmulo de problemas que en cuestiones como el tráfico de vehículos y la calidad del aire traerá consigo esa proliferación de edificaciones que surgen día a día como hongos. Sin embargo hay algo que me tranquiliza: el talento y laboriosidad de los regiomontanos han sido siempre mayores que los problemas que se les han presentado. Por ejemplo, los que planteaba el cauce del río Santa Catarina no constituyen ya amenaza, a menos que algún día la Madre Naturaleza se emberrenchine en forma particularmente berrinchuda y determine dar a los regios otro susto. Por lo pronto yo muestro con orgullo a mis amigos de todo el país la foto que tomé del Cerro de la Silla, y por amor a Monterrey, generosa ciudad de la que he recibido tantos dones, no digo que la neblina no es neblina. Quizá mi silencio sea culpable, pero el amor es como el bautismo: borra todos los pecados. En la librería preguntó el señor: "¿Tienen el libro 'Amor y matrimonio'?". Respondió la encargada: "Vienen separados". Don Cornulio sorprendió a su mujer en brazos de su mejor amigo. Con tono lamentoso se dirigió al sujeto: "¿Cómo puedes hacerme esto?". "Así" -contestó el tipo, Y siguió tranquilamente con la demostración. FIN.

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