Columnas la Laguna

ANÉCDOTAS

NATURALEZA MUERTA

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

Bajo un cielo azul adornado con nubes estáticas, las aguas del canal de "La Perla" corren con pachorra a través de la campiña con lunares de hierba dormilona mecida por un viento apacible y fresco. No hay casas a ambos lados, sólo una frondosa higuera con sombras que forman una circunferencia. El paisaje se extiende sin perturbaciones a lo largo de un kilómetro, hasta la difusa derivación del río Nazas que le da vida, en el extremo poniente donde domina el majestuoso puente negro.

A determinados tramos lo cruzan como si fueran puentes rústicos, lamosos troncos de árboles utilizados para sujetar las compuertas que desvían las aguas de riego a las siembras cercanas de algodón, tomate y chile. El campo es abierto y en los predios de cultivo próximos es soleado y tupido de vegetación, destacando los pinabetes, higueras, álamos y fresnos.

Corre por un lado alejado de los ranchos que vivifica y por el otro lo protege la Sierra del Rosario contra las ventiscas y tolvaneras. La cordillera montañosa es un adorno más aportado por la naturaleza a manera de un mensaje de paz y una invitación al disfrute del entorno paradisíaco.

De pronto la tranquilidad campirana la rompe un grupo de niños que se tiran y se dejan arrastrar por la corriente, los más osados nadan en contra sin riesgos aparentes, salvo los remolinos activados por las piedras y leños del fondo que podrían provocar desequilibrios o malos pasos.

Tampoco pisan el fondo porque saben bien que hay astillas que dañarían sus pies. Esa fue la tradición, lo mismo que la de hurgar en los remanentes, concluido el riego, para encontrar tesoros: soldaditos de plomo, canicas de barro, ágatas, monedas, encendedores que ya ni chispa y pantaletas enlodadas.

Mientras tanto, el abuelo corre de un lado a otro por la orilla de la acequia para cuidar a los pequeños, principalmente los que se tiran de clavado desafiando la poca altura de la corriente. Entran y salen y regresan gozosos al improvisado balneario generador de alegrías y entretenimientos sanos en el día, en la noche no se sabe. Descansan corriendo hacia las higueras a comer brevas; no les quitan el pellejo y engullen de un solo golpe tres como mínimo. Vuelven a brincos al canal pero tienen cuidado, advertidos por el viejo, de no aproximarse al sector de los mezquitales orilleros que cobijan al acueducto en su paso incontenible al túnel que cruza la ciudad.

Todo lo anterior -aclaro- es producto de un sueño de experiencias imborrables de la infancia, lo que sigue es una realidad de ese mismo paisaje pero deformado por el crecimiento urbano y sus desechos pestilentes que convirtieron al canal en un albañal a cielo abierto, desapareciendo poco a poco la vegetación circundante. Completaron este ahogamiento casas y edificios que acabaron por sepultarlo.

El también llamado tajo de La Perla, de gran fama en los años 30-40 y colaterales, finalmente desapareció a excepción de las bóvedas que cruzan parte de la ciudad, transformadas ahora en un húmedo y frío museo sostenido por la vieja cimentación de las construcciones urbanas, entre las principales el ex Casino de la Laguna y la casa Arocena.

La pérdida del canal y los demás canales de riego a cielo abierto de épocas antiguas, afectó la identidad agrícola lagunera pero el río Nazas y sus puentes la mantienen vigente aunque uno ya está desmantelado. Las tapiadas compuertas del desaparecido canal de El Coyote y del antiguo canal de Sacramento, -dos monumentos del pasado-, las bóvedas del tajo "La Perla" y el río Nazas, ayudan a conservar esa visión…

Leer más de Columnas la Laguna

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas la Laguna

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1602533

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx