Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Aquel granjero alquiló un toro semental para que cubriera a una de sus vacas. Llegó el toro, pero no dio muestra alguna de interesarse en la vaquita. El granjero llamó a una médica veterinaria y le contó el problema. Le dijo: "El toro no le hace nada a la vaca; se la pasa todo el tiempo comiendo, durmiendo y bufando". Preguntó la profesionista: "Ese toro ¿vino de Cuitlazintli?". "De ahí lo trajeron, en efecto -respondió el granjero-. ¿Cómo lo supo?". Explicó la doctora: "De ahí es mi marido"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, coincidió en una fiesta con Capronio, hombre ruin y desconsiderado. Le preguntó, coqueta: "¿Qué edad me calcula usted?". Replicó Capronio: "Viendo su rostro le pondría 25 años. Al ver su cuerpo le pondría 19. Considerando su cutis le pondría 22. A juzgar por la viveza de sus ojos le pondría 18...". Halagada, Himenia le dijo: "¡Adulador!". "Un momento -la interrumpió Capronio-. Todavía me falta sumar". Un signo evidente del subdesarrollo que en que vivimos los mexicanos son las manifestaciones y plantones que sufrimos. En ellas suele suceder que un pequeño número de personas atenta impunemente contra el derecho de todos los ciudadanos. Quienes así actúan hacen suyas las calles o las carreteras, aunque sea por unas horas, y privan de su uso a los demás. "Son cosa de la democracia", dicen algunos para justificar esas apropiaciones de la vía que por causa de los manifestantes deja de ser pública y se vuelve cosa privada, propiedad de unos cuantos, y a veces hasta de uno solo. López Obrador, por ejemplo, puede jactarse de que durante unas semanas fue dueño absoluto del Paseo de la Reforma, cosa de la cual no pudo ufanarse ni el mismísimo emperador Maximiliano, creador de esa hermosa rúa. No hay democracia ahí donde unos pueden conculcar el derecho de otros pasando por encima de las normas básicas de la convivencia. Los perpetradores de esas ocupaciones de la calle las llaman "manifestaciones pacíficas". Lejos están de serlo. Son en verdad actos de violencia, pues unos cuantos imponen por la fuerza su voluntad sobre todos. Tal acción atenta en forma grave contra la ley y vulnera injustamente el derecho de las personas. Eso podría justificarse en un país en el cual estuviesen cerrados todos los caminos de la participación civil. En México, sin embargo, esos caminos están abiertos. No usarlos, dar la espalda a lo que se ha ganado legítimamente para actuar con ilegitimidad, es entregar a la violencia el sitio que la razón debe ocupar. Permítanme un minutito, por favor. Voy a apuntar esta última frase para usarla en algún concurso de oratoria, si es que alguno queda todavía. Procedo ahora a narrar un chascarrillo cuya lectura es desaconsejable para las personas con pruritos de moralidad... Un señor que fumaba mucho se sintió mal y fue a consultar a un médico. Después de examinarlo le dijo el facultativo: "Lo siento mucho. Presenta usted un cuadro grave por causa del cigarro. Le quedan pocos meses de vida". El hombre llamó por el celular a su hijo mayor y lo citó en un bar. Ahí le dio la mala noticia. "Por haber fumado mucho le dijo- moriré dentro de poco tiempo". El muchacho, consternado, le sugirió que llamara también a sus amigos y se despidiera de ellos Llegaron a la taberna los camaradas del señor. "Amigos míos -les dijo el señor-. Los llamé para despedirme de ustedes. Tengo sida, y pronto moriré". El muchacho se inclinó sobre su padre y le dijo al oído: "¿Sida? Me dijiste que la causa de tu muerte es el cigarro". "Así es -contestó el señor también en voz baja-. Pero no quiero que después de que yo ya no esté alguno de estos cabrones vaya a buscar a tu mamá"... FIN

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