REFRANERO DEL QUIJOTE
El Quijote II, 4
El bachiller Sansón Carrasco pregunta a Sancho Panza qué fue de los cien escudos, que era mucho dinero, que halló en la anterior salida como escudero de don Quijote. Como la historia de sus aventuras ya andaba escrita en forma de libro y nada dice sobre el punto, en forma un tanto socarrona el bachiller le pregunta: "¿Deshiciéronse?"
"Respondió Sancho: Yo los gasté en pro de mi persona y de la de mi mujer y de mis hijos… y si hay más que saber de mi, aquí estoy, que responderé al mismo rey en persona, y nadie tiene para qué meterse en si truje o no truje, si gasté o no gasté; que si los palos que me dieron en estos viajes se hubieran de pagar a dinero, aunque no se tasaran sino a cuatro maravedíes cada uno, en otros cien escudos no había para pagarme la mitad; y cada uno meta la mano en su pecho y no se ponga a juzgar lo blanco por negro y lo negro por blanco".
El refrán invocado por Sancho en su alegato cuando el bachiller le pide información sobre los cien escudos, tiene dos interpretaciones. Una, en el sentido de que nadie goza del derecho de entremeterse en los asuntos de los demás; y dos, que nadie mejor que uno mismo está en condiciones de juzgar, en conciencia, sus propios actos.
En tiempos de Cervantes, conforme a la primera aplicación una versión de esta sentencia decía: "Mete las manos en vuestro seno, veréis vuestro mal, y no el ajeno". Y en términos de la segunda, otra que decía: "¿Dícete que eres bueno? Mete la mano en tu seno".
J.A García Villa
@jagarciavilla