REFRANERO DEL QUIJOTE
El Quijote II, 71
Sancho Panza se ha de dar por su propia mano tres mil y trescientos azotes, como fórmula para que Dulcinea del Toboso, señora de los pensamientos de don Quijote, quede liberada del hechizo que la tiene convertida en una fea y rústica labradora.
Pasa el tiempo y Sancho sólo reconoce haberse propinado hasta cinco azotes, lo cual desespera a don Quijote, por lo que propone al socarrón de su escudero pagarle cada azote, idea que entusiasma a Sancho.
Negocian el precio a razón de un cuartillo por azote, lo cual luego le parece a Sancho que es muy poco y eleva la tarifa a medio real.
Don Quijote accede pero ante el crecido interés que observa en Sancho, le aconseja: "no te hagas pedazos: da lugar a que unos azotes aguarden a otros; no quieras apresurarte tanto en la carrera que en la mitad de ella te falte el aliento; quiero decir que no te des recio, que te falte vida antes de llegar al número deseado".
Adicional a lo ya ofrecido, don Quijote añade cien reales si Sancho inicia la tarea esa misma noche y aun le dice que él mismo se cobre de los dineros que le guarda. El escudero, que aunque socarrón es noble, reacciona así:
"- No, no, señor -respondió Sancho-, que no se ha de decir por mi 'A dineros pagados, brazos quebrados'".
El refrán hace notar que cuando algo se paga por adelantado se hace mal o no se hace. Es similar al dicho mexicano: "música pagada por adelantado, toca mal son". Un contemporáneo de Cervantes, Fernando Arceo, en 1533 dijo que este refrán no hace sino señalar que "cuando el salario precede a la obra que se debe ejecutar, las manos del obrero se enfrían ante su deber".
J.A García Villa
@jagarciavilla