Este refrán se lee en la segunda parte de El Quijote, capítulo 41 (en lo sucesivo se citará así: II, 41).
Se hace creer a don Quijote que Dulcinea del Toboso, la señora de sus pensamientos, terminará con el hechizo que la mantiene encantada sólo hasta que Sancho Panza se propine tres mil trescientos azotes, pero éste, socarrón como es, se hace el desentendido.
Antes de emprender el viaje por los aires montados amo y escudero sobre el caballo volador de madera llamado Clavileño, don Quijote le insiste en que al menos se dé a cuenta unos quinientos azotes, ya que "el comenzar las cosas en tenerlas medio acabadas".
La experiencia humana enseña que en efecto lo más difícil de cualquier obra que se emprenda está en empezarla y que una vez iniciada se torna sencilla.
Confío en que sea el caso, con este primero de 365 refranes.