MATAMOROS, COAH.- César Ávila, alias “killer”, se considera un artista. Aunque sólo tiene 26 años, ya lleva siete dedicándose a tatuar. La razón: le gusta pintar, lo mismo sobre óleo, papel, fotografías, piel, cualquier lienzo es bueno cuando se trata de crear una obra auténtica.
Habla del tatuaje como un arte, una expresión compartida del que lo porta y de quien lo hace, una creación que queda para la posteridad, donde se logra una compenetración del artista con la persona y del individuo con el diseño.
Para César, la satisfacción de un tatuaje terminado es mayor a cualquier pintura realizada, al ver el disfrute de la persona con su diseño. Ambos reciben críticas buenas y malas, el artista señala que existe una discriminación muy fuerte en la Comarca Lagunera hacia quiénes se tatúan, pues son tachados de locos, drogadictos y ex convictos, mientras que hay sociedades con una mayor apertura, como Monterrey.
Contrario a lo que pudiera creerse, César no tiene ningún tatuaje, se considera muy indeciso para ello, pues es un trabajo para siempre y aún no encuentra una imagen suficiente para describir lo que le gustaría decir de sí mismo.
El dolor de unos es el placer de otros, una sensación que varía dependiendo de cada persona, la mayoría de la gente oscila entre los 18 y los 30 años de edad. Algunos se guían por un diseño atrayente, muchos quieren el nombre de sus parejas, aunque César en definitivo no lo recomienda, hay quiénes prefieren los motivos religiosos o incluso el tatuaje que porta el cantante de moda.
“Creo mi propio ambiente, con la música como fuente de inspiración, todo tiene algo que ver”, explica, “desde la mezcla de colores, aunque depende mucho de las personas, porque algunos lo ven como ritual, y para otros es sólo un procedimiento”.
Su complexión es delgada, su cabello largo, al igual que su barba, viste todo de negro, pero se coloca una bata blanca y unos guantes de látex para trabajar. Es técnico en máquinas y herramientas, se ríe mientras lo dice, pues su actividad nada tiene en común con su carrera.
Este incomprendido artista ha participado en diversas exposiciones, comenta que el arte en la Laguna es muy pobre, pues no hay mucha aceptación por parte de la gente hacia lo surreal y lo realista.
“Es un ambiente muy conservador, se espantan, les gustan las frutas, los jarrones, los monitos de colores que dicen que la vida es bella pero la vida es cruda”, agrega, “y finalmente ellos son los que pagan y uno tiene que hacer lo que dicen”.
