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Como un Fénix

Dr. Sergio Antonio Corona Páez

A finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, La Laguna se encontraba bajo situación de crisis. Recuerdo que coexistían una gran sequía y una profunda depresión económica. Recuerdo que muchos laguneros emigraron a Mexicali, en la Baja California, al Mante, en Tamaulipas; a Delicias, en Chihuahua, incluso a Chiapas. Todos éstos eran lugares donde se podía cultivar o fumigar el algodón (cuántos fumigadores salieron entonces de nuestra región) en mejores condiciones que las de La Laguna. Recuerdo la cantidad de casas deshabitadas que había en las principales colonias de la ciudad, muchas de ellas en venta. En esa época tan seca, los terregales o tolvaneras (llamadas por nuestros ancestros del País de La Laguna "terremotos") se veían venir con horas de anticipación. Por el oriente se iba formando una espesa columna de polvo que se miraba a lo lejos, y que al llegar literalmente obscurecía la luz solar. Y por si fuera poco, el campo y la ciudad se vieron afectados por plagas e infestaciones, particularmente una de ratas. Recuerdo la cantidad de animalitos que uno veía correr sobre la estructura del puente plateado (o naranja) cuando uno volvía del paseo dominical a la plaza de Lerdo. La adversidad se abatió sobre la región, y sin embargo, La Laguna salió adelante, fortalecida.

En la actualidad, otra época de crisis y de depresión económica semejante a aquélla, con un ingrediente nuevo, la inseguridad, se abate sobre La Laguna. La vida cotidiana de la ciudad de Torreón continúa, aunque un poco como la de los habitantes de Londres durante la Segunda Guerra Mundial, habituados ya a los estragos del conflicto. La percepción de la mayor parte de la ciudadanía es de abandono. Se siente abandonada por sus gobiernos nacionales, estatales y locales. Incluso, se siente abandonada por Dios. Los laguneros no se explican cómo pudo cambiar tan radicalmente, y en tan poco tiempo, la condición de una comarca, antes próspera, vibrante, dinámica y muy pacífica y hospitalaria, por esta comarca que ahora contempla, agobiada, agresiva, difícil, falta de empleos y de garantías. Da la impresión de una comarca cansada, enferma de "insuficiencia económica" con todas sus secuelas.

El centro de la ciudad presenta un aspecto deplorable, con gran cantidad de oficinas y negocios cerrados y de edificios carentes de mantenimiento. La verdad, nunca me había sentido tan deprimido al ver el centro de nuestra ciudad como me ha sucedido últimamente, en las ocasiones en que he tenido la oportunidad de caminar por el rumbo. Pareciera que se le vino la edad encima. La avenida Morelos, famosa por sus palmas y su paseo, no es ni la sombra de lo que alguna vez fue. Causa una profunda tristeza transitar por ella.

Salvo algunos edificios, todos los otros se ven viejos y muy descuidados. Es seguro que las ventas en el área han caído muy por debajo del promedio. Uno tiene la impresión de encontrarse en una ciudad mediterránea del Medio Oriente, durante período de guerra. Uno pensaría en Beirut, con sus edificios viejos y maltratados que alguna vez, hace ya mucho tiempo, fueron nuevos.

Nuestra ciudad y nuestra comarca enfrentan una crisis económica y social semejante, y a la vez diferente, a la de finales de los años cincuenta. Me pregunto si seremos capaces los laguneros, de aceptar el reto y transformar la crisis en oportunidades de crecimiento. Si algo nos ha caracterizado desde la época colonial, ha sido nuestra capacidad de supervivencia, nuestro espíritu indómito y nuestra habilidad para aprovechar las oportunidades, y con ellas, generar bienestar.

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