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Calidad de vida (1)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ G.

Hace algunos día consultaba con un médico con el que conversaba sobre la calidad de vida, me decía que al pasar el medio siglo de edad los problemas de salud son más frecuentes; referíamos el origen de los padecimientos al estrés con el que desempeñamos nuestras actividades cotidianamente, en la carga laboral, en la alimentación y otros motivos.

Para el médico el concepto de calidad de vida se centra en la salud de la población y, ciertamente, es en ella donde se refleja el conjunto de factores que inciden en los padecimientos que se nos presentan; quizá según sea el problema que enfrentamos y la especialidad médica de quien nos atiende se infiera él o los factores que nos afectan. Finalmente, le corresponde a él contribuir en la solución de estos problemas conforme a lo síntomas que diagnostica indicándonos cómo reducirlos o eliminarlos, si esto último es posible, para mejorar nuestra salud personal.

Sin embargo, difícilmente, aunque lo deseara, nos ayudará a resolver las causas que provocan, ya no los padecimientos personales, sino los factores que en su mayor parte escapan a sus capacidades de atención que constituyen las causas de fondo, y también quizá algunos de ellos escapan a nuestras propias capacidades individuales. Evidentemente, tampoco pensemos dentro de esa cultura paternalista que históricamente nos han transmitido por generaciones, que el gobierno debe resolvernos esas causas de fondo o los particulares padecimientos de salud que nos aquejan, después hablaremos de esto; lo más importante es identificar las primeras para poder establecer su conexión con los segundos.

Podríamos agrupar esos factores estructurales en cinco grandes causas: las económicas, sociales, ambientales, culturales y políticas, y que en esta primera colaboración empecemos a hablar de algunas de ellas tratando de darle secuencia en las siguientes ocasiones que nos permitan publicar en esta columna.

Quiérase o no, las primeras causas tenemos que ubicarlas en el ámbito económico y social: de la o las actividad que desempeñemos laboralmente durante nuestra vida, o para ser precisos en el transcurso de nuestra edad productiva, digamos, entre los 18 y 50 años, dependerá el desgaste físico y emocional que suframos, la resistencia genética se pone a prueba y con ello también lo que mi médico señaló como indicador de calidad de vida de que después de vivir ese medio siglo puedas comer o tomar algo que te guste sin que te haga daño.

No es lo mismo que en ese período de vida productiva, que ojalá lo haya sido, te desempeñes como albañil, peón de campo u otra actividad laboral que te exige un importante esfuerzo físico y por consecuencia un desgaste no solamente en ese aspecto, sino también emocional al darte cuenta que tu trabajo vale tan poco como el monto en el que te remuneran, y que éste te impide formar una familia a la cual puedas facilitar una alimentación suficiente en caloría y proteínas, una vivienda no hacinada o con materiales y servicios precarios, una educación completa a tu descendencia aunque sea en nuestras escuelas públicas también precarias en infraestructura y, aunque no en todos los casos, en enseñanza, la atención médica aun cuando tengas que hacer largas filas para la consulta inversamente proporcionales al tiempo que te destina el médico en su consultorio, o una recreación debida aun cuando sólo tengas la posibilidad de asistir cada fin de semana a una plaza pública, por mencionar lo básico, si no es que eres desempleado o subempleado y peor, que te gastas una parte de tu salario en consumir licor o drogas.

Bajo esas condiciones de vida, donde al parecer se encuentran más de cincuenta millones de mexicanos hace sonar el término calidad de vida como una utopía, algo inalcanzable para esas familias, ojalá se dé la fortuna de que la "cruzada contra el hambre" en la quinta parte de los municipios donde inicia sea posible reducir las condiciones precarias que enfrentan la octava parte de mexicanos pobres. Son las soluciones posibles dentro del contexto neoliberal que impulsaron los sabios economistas y políticos de esta corriente de pensamiento desde hace más de tres décadas, con esa visión también utópica de alcanzar la condición de país desarrollado a costa del sacrificio de varias generaciones de mexicanos, cuando menos ya incluyeron en él a la primera generación, la suya.

Pero hay otros segmentos de la población que no están tan mal en cuanto a la ocupación e ingresos que perciben, probablemente lleguen a un tercio de la población total actual, puesto que es difícil creer que los pobres son sólo la mitad de ésta. Nos referimos a la clase media y acomodada, por mencionarlas en los términos de la Sociología empírico-positivista.

Quienes quizá se ubiquen en esos estratos sociales podrán no coincidir conmigo, ya que ocuparse en un empleo mejor remunerado que los mencionados no necesariamente vivirán con mejor calidad de vida, puesto que trabajar en la burocracia, en mandos medios de las empresas y corporaciones privadas, tener un negocio propio, sea un comercio, un taller o de prestar un servicio, podrán recibir ingresos mayores, diríase suficientes para alimentarse con las también suficientes calorías y proteínas aunque eso no significa que coman bien, a veces la comida chatarra también te las proporciona.

Tampoco lo implica que tengas una vivienda construida en espacios más amplios y con mejores construcciones y equipamientos, que mandes a tus hijos a escuelas privadas de mediano o gran costo que tendrán franquicias más mercadeables con instalaciones y equipamientos más adecuados, o que te diviertas viajando a la costa cada año como base de tu recreación foránea que el pobre albañil podrá realizar si lo invitaran a participar en la construcción de un hotel playero, que en nada significativo cambiaría su vida, o que tengas la posibilidad de divertirte localmente en los mejores espacios de recreación de tu localidad.

Es clara la evidencia de las diferencias sociales, pero éstas no son suficientes para determinar que vives con calidad de vida; las distinciones entre las opciones de acceder a satisfactores también pueden significar que para adquirirlos tengas que trabajar en condiciones de estrés físico, pero sobre todo emocional, o incluso vivir en esa tensión que implica aspirar y luchar por obtenerlas, de modo tal que como reiteradamente cito a mi médico, después del medio siglo de vida te enfermes de diabetes, cáncer u otra enfermedad cronicodegenerativa, o te atrape en el camino un paro cardiaco o embolia cerebral. El asunto es, dentro de nuestras posibilidades, saber cómo vivir para adquirir la calidad de vida.

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