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ÁLAMO DE PARRAS, TEXAS Y EL GENERAL SANTA ANNA

DR. SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ

El surgimiento del norte de México en la conciencia nacional es un fenómeno relativamente reciente. La “tierra adentro” o “provincias del interior, internas” por contraposición a las provincias de la “tierra afuera” eran algo muy poco conocido para los habitantes de las ciudades virreinales: México, Puebla, Valladolid, Guanajuato, San Luis Potosí, Guadalajara, y hasta para Zacatecas, que era algo así como la “frontera” del mundo civilizado.

El límite entre la “tierra adentro” y la “tierra afuera” era la villa de Santiago del Saltillo. Hacia el norte de esta villa se extendía la tierra adentro, la cual comprendía todas las provincias novohispanas que ahora se encuentran en la jurisdicción de los Estados Unidos. La “tierra afuera” se extendía al sur de Saltillo, comenzando por la Nueva Galicia.

Seguramente por esto en la ciudad de México todavía se designa a la provincia como el “interior” , aunque originalmente el término se aplicaba a las provincias del norte de Nueva España.

Durante siglos, estas “provincias internas” del norte fueron habitadas por colonos españoles, tlaxcaltecas, negros y de diversas etnias indígenas y castas.

Se caracterizaban estas tierras por sus difíciles condiciones de existencia, ya que sus poblaciones siempre estaban en peligro de ser atacadas por los indios enemigos.

Para fines del siglo XVIII, la Comandancia General de las Provincias Internas constituía prácticamente un virreinato separado de Nueva España, precisamente porque se requerían decisiones administrativas y militares rápidas.

De otra manera y dadas las enormes distancias, estas decisiones se dificultarían bajo un sistema centralista. La capital de esta comandancia estuvo en la ciudad de Chihuahua, en el nortecentro de la actual República Mexicana, aunque luego hubo cambios.

Si este sistema hubiera tenido tiempo para consolidarse, hubiese sido más difícil la penetración de colonos estadounidenses. Pero no fue así. Por diversas circunstancias, la administración de estas provincias norteñas —reducidas a simples gubernaturas— volvió a la persona del virrey en la ciudad de México. Existían vínculos mucho más fuertes entre Coahuila y Texas que los que podrían existir entre la ciudad de México y Texas.

Realmente están muy poco estudiados aquellos aspectos de la separación de Texas en cuanto fenómeno regional, con independencia de las pretensiones territoriales de los Estados Unidos. ¿Hacia dónde se orientaban las lealtades de los coahuilenses-texanos, y por qué?

Esta pregunta aún está por responderse. Quizá sea poco conocido el hecho de que La Laguna, y particularmente el pueblo de San José y Santiago del Álamo, conocido también como Álamo de Parras (Viesca, Coahuila) tuvo particulares vínculos con la colonización de Texas a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con la fundación del histórico fuerte del Álamo y con las guerras de independencia de dicho territorio en 1812-1813 y 1835-1836.

La Segunda Compañía Volante del Álamo de Parras fue creada en la jurisdicción de Parras (Coahuila) el 1 de febrero de 1784.

Sus soldados fueron reclutados en el pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila). En 1798 la Compañía fue trasladada a la jurisdicción de Mapimí (Durango), luego a San Gerónimo, cerca de Chihuahua, y provisionalmente, a San Antonio de Béxar (Texas) a donde llegaron con sus familias en 1803.

Finalmente, se establecieron en la misión semiabandonada de San Antonio de Valero.

Eran más de 200 hombres, mujeres y niños los que se establecieron ahí.

Desde 1807 comenzó a ser conocida la reconstruida misión como “El Álamo” debido a la compañía volante que lo habitaba. Entre 1812 y 1813 surgió la rebelión y movimiento independentista de Texas llamado “Expedición Gutiérrez-Magee” y tuvo éxito en proclamar y mantener por algún tiempo una Texas libre.

En esa ocasión, el teniente Vicente Tarín, comandante de la Segunda Compañía Volante del Álamo de Parras, dejó su mando y se convirtió en uno de los capitanes de la revuelta. José Francisco Ruiz, el último comandante de dicha compañía volante, y Pedro Prado, del mismo cuerpo militar, fueron acusados de haber participado en los asesinatos del gobernador mexicano de Texas, Salcedo, y del teniente coronel Simón Herrera, ex gobernador de Texas y de Nuevo León. Salcedo y Herrera fueron ejecutados (degollados) so pretexto de “traición” contra don Miguel Hidalgo y Costilla, cuya captura y muerte estaban muy recientes. Cuando estalló la guerra separatista de Texas en 1835, los soldados de la compañía volante pelearon tanto del lado mexicano como del lado independentista, según sus intereses y lealtades.

Pedro Herrera, Nepomuceno Navarro y Manuel Tarín sirvieron toda la campaña en la Compañía de Texanos de Juan N. Seguín, e incluso pelearon en la batalla de San Jacinto. José Toribio Losoya estuvo entre los muertos de la toma del Álamo.

Cuando el ejército mexicano se rindió, el antiguo comandante de la Segunda Compañía Volante del Álamo de Parras, José Francisco Ruiz, estuvo entre aquellos que firmaron la declaración de independencia texana en Washington del Brazos.

Por otra parte, los últimos mexicanos en salir de San Antonio fueron precisamente Castañeda y la Compañía del Álamo de Parras, quienes abandonaron la población cuando Juan Seguín y su compañía de voluntarios texanos llegaron como avanzada del ejército de la nueva república. En seguida mostramos el texto de un documento de la época de la guerra de Texas.

Este documento se originó en el obispado de Durango, e iba dirigido principalmente al clero de la diócesis, con el fin de auxiliar al general Santa Anna:

“Con f(ec)ha 20 de junio último nos dirigió del Mineral de Canelas el Yl(ustrísi)mo obispo nuestro prelado un oficio cuyo literal tenor es el siguiente: “Cuando por todas partes se manifiesta justamente conmovida por el fatal suceso de guerra que ha hecho caer prisionero entre los tejanos al Digno Primer Jefe de la República el Excelentísimo Señor Don Antonio López de Sana Anna; y se apresta de todos modos a dar pruebas reales y efectivas de la sinceridad y pureza de sus sentimientos, cooperando eficazmente a resarcir esta quiebra del honor nacional, y a procurar al Ilustre prisionero el recobro de su libertad perdida, debe sin duda la parte del clero aspirar con sus demostraciones a dar ideas claras de que en tal funesto acaso, es muy uno su sentir con el de todos nuestros compatriotas = Procuremos cuanto está al alcance de los medios pacíficos de nuestro sagrado ministerio, preceder a todos con el ejemplo para que la opinión no se extravíe, y que nadie vea cosa alguna, ni oiga nada en ningún Eclesiástico que le pueda servir de escándalo: empleemos sobre todo para ganar a favor de la patria las Divinas Misericordias las armas poderosas del ruego, que son tan propias de nuestro instituto: Oremos al Señor. A este fin ordeno que en la Santa Iglesia Catedral y en todas las demás Iglesias Seculares y Regulares de la Diócesis se cante cuanto antes una misa solemne de rogación por los expresados fines de que se avisará anticipadamente al Pueblo para su concurrencia; y que a la oración Pro Pace que tengo mandada, se substituya la de “Tempore Belli” mientras dure la guerra contra los colonos, recomiendo a Vuestras Señorías el cuidado de que esa orden se circule con toda brevedad a las personas que corresponda para su más pronto cumplimiento. = Mas porque esta clase de auxilios aunque llenos de virtud, y aunque ellos por ventura son los más seguros para el buen logro de cualquier ardua empresa, nada puede desmerecer con que los proporcionemos de otra especie que active y anime visiblemente las providencias del resorte temporal, yo no dudo prometer del buen sentido y patriótico celo de mis muy caros hermanos los Eclesiásticos todos de la Diócesis, que voluntaria y gustosamente cederán alguna parte de sus escasas fortunas para el sostén de tan justa causa: poco podrá ser, no lo ignoro, que soy presencial testigo de la penuria en que muchos viven; pero varias pequeñeces reunidas darán alguna mediana cantidad, que agregándose al resultado de providencias ya dictadas sobre los fondos piadosos, será presentada por Vuestras Señorías en clase de donativos, aunque sea por partes según se proporcione su colectación; y a este fin podrá disponerse que las cesiones personales se remitan directamente a Vuestras Señorias por los Curas de cada Parroquia, encargándose ellos mismos de hablar a los Eclesiásticos de su comprensión, que por otra vía no hayan tal vez adelantado sus donativos”. Y lo transcribimos a Vos para que obre sus efectos en ese curato, y esperamos que los donativos que hagan los Eclesiásticos residentes en él, los remita Vuesía a este gobierno Eclesiástico con la brevedad posible. Dios guarde a Vuesía muchos años. Durango Julio 1º de 1836. José Cayetano Salcido. José Eustaquio Fernández. Bernardino Bracho. Sr. Cura de Parras Pbro. Dn. Silvestre Vicente Borjas”.

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