Una niña lloraba porque su gatito había subido a un árbol y no podía bajar.
Pasaba por ahí San Virila, y se conmovió al ver el llanto de la pequeña. Hizo un ademán, y el árbol se inclinó hasta dejar al gatito en el suelo, Un hombre que vio aquello le preguntó al frailecito:
-¿Podrías mover una montaña, o hacer que en el cielo se detenga el Sol?
-No lo creo -sonrió San Virila-. Esos milagros son para el patrón. Yo me especializo nada más en gatos y niñitas.
Quién sabe, digo yo. Milagros son milagros. De cualquier modo, hacer que una niñita deje de llorar tiene más mérito que mover un monte o detener el Sol.
¡Hasta mañana!...