Nosotros Desayunos Eventos Salud

MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

EL SANTO HERMANO MIGUEL (Primera parte)

Jacobo Zarzar Gidi

Cada determinado tiempo, el Señor de la Vida nos regala, con esa generosidad que siempre nos ha demostrado, un alma ejemplar, que ayuda a la santificación de otras personas que lo imitan al descubrir en su comportamiento grandes virtudes, amor a Dios y caridad hacia los hombres.

En esta ocasión hablaremos de la enorme labor que hicieron los primeros Hermanos Lasallistas que llegaron con mucho esfuerzo y sacrificio al Ecuador allá por el año de l863 y de su actividad memorable que trajo como consecuencia la formación católica y el despertar de la vocación religiosa de un joven que con el tiempo sería elevado a los altares para convertirse en el Santo Hermano Miguel.

Cuando el pequeño Panchito preguntó en nombre de todo el salón de clases, ¿qué hacía entre ellos ese grupo de religiosos que dejaron su patria y su familia, que vestían un hábito extraño y se llamaban "Hermanos"? Cuando preguntó ¿qué estaban haciendo allí pasando hambre, limitaciones y muchas veces desprecio de las autoridades? El Hermano visitador le contestó: "Queremos que todos los niños del Ecuador conozcan y amen a Cristo". Esta respuesta quedaría para siempre grabada en el corazón de Panchito y marcaría su futura vocación de Hermano Lasallista.

Panchito no podía jugar con sus compañeros ni corretear por las calles porque había nacido con los pies deformes y le costaba trabajo andar. Tal vez por esto, se acercó más a los Hermanos sin apenas darse cuenta. Pasaba con ellos largos ratos de conversación; con ellos rezaba sin esfuerzo; no se perdía palabra de la "reflexión" diaria y repensaba los catecismos. De esa manera, la vocación misma le fue entrando, a pequeños impulsos de la gracia de Dios.

La ficha escolar de Panchito nos dice que su nombre completo era Francisco Febres Cordero Muñoz, nace en Cuenca, Ecuador, el 7 de noviembre de l854. Sus padres: Francisco Febres Cordero y Ana Muñoz. Lee mucho y habla con soltura. Siempre permanece alegre y es muy ocurrente. La madre de Francisco es una santa mujer, paciente, humilde y sacrificada. Muy caritativa. Su padre es un hombre recto, leal, caritativo, franco y alegre, habla cinco idiomas. Está metido en varios negocios con altibajos de fortuna. En política forma parte de la oposición.

El día que le preguntaron a la tía Asunción acerca de un hecho extraño y aparentemente sobrenatural que sucedió en la vida de Panchito cuando era niño, ella respondió: "Bueno, milagro o no, ocurrió así: Sabéis que Panchito nació impedido. A los cinco años no había dado todavía el primer paso. Un seis de mayo estábamos los dos en el mirador del jardín. Yo bordaba, y él, sentado, jugaba tranquilo...

De pronto me grita: "Nañita, ven a ver una linda señora junto al rosal". Miré y no vi a nadie. Él insistió: "Nañita..." y se arrastró a gatas hasta la baranda. "Nañita, es linda...". Desconcertada, le dije: "dile, pues, que entre". "Nañita, la señora viste manto azul y es muy linda; me dice que vaya con ella". Y hace un esfuerzo por levantarse y cae otra vez, sentado. "Me quiere llevar", -repite-, y se esfuerza de nuevo y consigue ponerse en pie y dar cinco pasos, los primeros de su vida. Luego, con aire desilusionado me dijo: "Ya se fue"... Le abracé llorando. Y él, feliz, ya pudo desde entonces, aunque mal, andar".

Ana, la mamá, interviene en la plática. Se emociona fácilmente cuando habla de Panchito. Y dice: "Milagro o no, ocurrió muy pocos días después. Fue con sus primos a la pradera. De repente, todos huyeron, dejándole solo. El toro de la hacienda venía furioso a todo correr. Panchito se tiró al suelo y quedó inmóvil. El toro lo revolcó cuanto quiso y, al final, lo dejó ileso, sin un rasguño... Cuando le pregunté que cómo había sido todo, me dijo: "Pensé en la Señora linda del manto azul... ¿qué iba, pues, a pasar?".

En una fiesta de fin de cursos, el presidente de la República acude a honrar el acto solemne de la entrega de premios y medallas a los alumnos más destacados. Tomando en cuenta la facilidad de palabra que tenía, los Hermanos seleccionaron a Panchito para que pronunciara el discurso final. Cuando llegó el momento, el niño se pone de pie y lee su alocución que había preparado, mitad en castellano y la otra mitad en correcto francés. El señor Presidente pone mucha atención a las palabras del pequeño y cuando termina, todos aplauden emocionados. Panchito se adelanta para ofrecerle el discurso enrollado en cinta de colores nacionales.

-¿Cómo te llamas?

-Francisco Febres Cordero, Señor.

-¿Tienes algo que ver con el general León Febres Cordero?

-Es mi tío segundo, señor.

-Así que ya tienes a quién parecerte...

-Sí, Señor, pero de otro modo...

-La Patria necesita muchos Leones, ¿no?

-Y muchos Corderos también, señor...

Sonríen los dos. Aprietan sus manos y se miran como al presidente de la República le gusta, a los ojos. Cuando regresa a Quito, el jefe de la nación llamará al Hermano Visitador para que le traiga la lista de las necesidades más urgentes de la escuela.

Poco a poco fue llegando al alma de ese joven la hermosa vocación religiosa para ser Hermano de las Escuelas Cristianas siguiendo los pasos de su fundador San Juan Bautista de La Salle. Sin embargo, su padre lo obliga a entrar al seminario para que sea sacerdote. Durante tres meses permanece en él, pero se encuentra como pez fuera del agua. Al ver su tristeza interna, y darse cuenta de sus constantes dolores de cabeza, el mismo Rector del seminario le hizo entender a doña Ana -su madre- la necesidad de retirarlo de ese lugar y añade: "Créame, déjenle ir a donde parece que el Señor le llama".

El padre de Panchito continuó oponiéndose sin fundamento a que su hijo incrementara las filas del Lasallismo. Por tal motivo, el joven escribió un mensaje al Hermano Visitador que decía así: "Aseguro a usted en la presencia de Dios y sin respeto humano alguno, que me considero llamado al Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas...

Comunique esto a mi padre y dígale que, si quiere de verdad mi felicidad temporal y eterna, no tiene más que dejar que siga el camino que Dios me ha trazado con amor infinito".

En el noviciado, Panchito cambia de nombre como una señal de que se aprestaba a dejar el mundo, y adopta para siempre el de "Hermano Miguel". A partir de ese momento, deberá captar el secreto de la vida religiosa, su sentido hondo, concretar su vocación a la santidad, adquirir el espíritu de su Instituto, que, además, es doble: de fe y de celo; moldearse en una regla exigente y minuciosa. Se iniciará como joven profesor donde hasta hoy fue alumno modelo. Seguirá los pasos de Nuestro Señor Jesucristo y se entregará a los niños para enseñarles el camino evangélico.

CONTINUARÁ EL PRÓXIMO DOMINGO.

[email protected]

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 804406

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx