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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Pepito le pidió a su papá: "Dale las gracias al vecino". "¿Por qué?" --se extrañó el genitor. Explica el niño: "Estaba él con mi mamá en la cama. Ella empezó a gritar: '¡Me voy! ¡Me voy!'. Y si el vecino no hubiera estado encima de ella seguramente se habría ido y nos habría dejado"... Pirulina, muchacha muy sabidora de la vida, se fue a confesar con don Arsilio, el cura párroco del pueblo. "Acúsome, padre --le dijo-, de haber tenido relación carnal con varios hombres". "¿Con cuántos, hija mía?" --inquirió el buen sacerdote. Tras una pausa pregunta Pirulina: "¿Tiene una calculadora?"... Meñico Maldotado, infeliz joven con quien natura se mostró mezquina, casó con Pomponona, exuberante mujer que tenía muchos dares, y que quizás por eso esperaba tener muchos tomares. La noche de las bodas Meñico se despojó de la bata de popelina verde con corazoncitos rojos que su señora madre le había comprado para la ocasión, y se presentó por primera vez al natural ante la inquisitiva mirada de su frondosa cónyuge. Ella lo vio de arriba abajo --en lo de en medio se detuvo con particular detenimiento- y luego le sugirió: "¿Te parece si mejor nos ponemos a platicar?"... Entre tantas cosas malas se hacen en México muchas cosas buenas. He aquí que la semana pasada tuve el privilegio de asistir a la firma de un convenio entre la Universidad Nacional Autónoma de México y la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo. La UNAM fue representada por su excelente rector, el doctor José Narro Robles, y la Concanaco Servytur por su presidente, el maestro Jorge Dávila Flores, que tantas cosas buenas ha hecho en el desempeño de su cargo. Yo fui invitado a ser testigo de honor en la firma de ese convenio, por el cual millares de estudiantes tendrán acceso a un empleo bien remunerado en empresas de diferentes clases. Así los becarios se allegarán una experiencia que les abrirá después las puertas de un trabajo permanente. Se rompe de ese modo, explicó Dávila Flores, un círculo vicioso: las empresas no contratan a los egresados porque no tienen experiencia, y los egresados no tienen experiencia porque las empresas no los contratan. El rector Narro Robles se refirió con elogio a esa iniciativa, y ofreció todo su apoyo para que el programa de becas rinda cabalmente sus frutos en bien de los universitarios. Por mi parte agradezco las generosas palabras de encomio con que el rector se refirió en su discurso a mi tarea de columnista, y doy también las gracias a Jorge Dávila Flores por esta obra en bien de los mexicanos jóvenes, una más de las muchas acciones que en bien de México ha llevado a cabo al frente de la Confederación. Tuve la fortuna de saludar en esa ceremonia a un querido amigo que antes presidió la Confederación, Raúl Alejandro Padilla Orozco, quien igualmente llevó a cabo en ella una magnífica labor. Gracias a los asistentes a ese lucido acto, pues los organizadores me pidieron hablar, y al término de mi perorata se pusieron en pie para aplaudir mi improvisada intervención. Lo dicho: mientras algunos le hacen mal a México hay muchos que trabajan por su bien. Por ellos, y por todos los que son como ellos, esta nación cada día será mejor... ¡Te felicito, columnista! En medio de la calígine que por estos días ensombrece al suelo mexicano tú conservas un optimismo que algunos motejarán de ingenuo, pero que en el fondo es incitación a la esperanza. Y la esperanza es lo último que muere, si se exceptúan los litigios por la herencia. Narra en seguida un par de cuentecillos finales que pongan un leve fulgor, aunque sea mínimo, en la tenebregosa soledad del ánimo... Decía una señora hablando de su marido: "Cuando lo conocí me gustó mucho su bigotito. Pero cometí el tremendo error de casarme con todo lo demás"... Un gusanito trepó a la parte posterior de una elefanta, y poseído por una errática y heteróclita pasión se puso a hacerle el amor con entusiasmo digno de causa más ajustada a la naturaleza. El instante en que el gusanito estaba en el culmen del carnal deliquio coincidió con el momento en que la elefanta solía echarse para dormir. La vio inmóvil en el suelo el gusanito, y dijo para sí lleno de pesar: "Ahora tendré que pasarme la vida haciendo el pozo para sepultarla. ¡Y todo por un instante de lujuria!"... FIN.

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