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Palabras de Poder

El activo improductivo

JACINTO FAYA VIESCA

ESTA CARENCIA DE COORDENADAS LO HA CONVERTIDO EN UN PARALÍTICO ESPIRITUAL

¿En qué consiste ser una persona buena y una sociedad buena? Las respuestas a estas dos preguntas impactarán directamente para nuestra desdicha o felicidad y para el óptimo funcionamiento de la sociedad o para su desastre.

La única fuente absolutamente confiable para encontrar estas respuestas, nos llega de la Grecia Clásica y de la Roma Antigua. Qué es el hombre bueno y qué es una sociedad buena, son temas que no le interesaron a ninguno de los pensadores del siglo XX, como tampoco fue del interés en la Edad Media.

Homero, Hesíodo, los trágicos como Esquilo, Sófocles y Eurípides, filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, son los más grandes pensadores que ha dado la humanidad, y además, los únicos que abarcaron los temas, de qué debe entenderse por un hombre bueno y por una sociedad buena.

En la Roma Antigua, Séneca, Marco Aurelio, Cicerón, Horacio, Virgilio, Tácito y otros más, retomaron las ideas fundamentales de los griegos y pronunciaron lo que para ellos significaba un hombre bueno y una sociedad buena. Por lo tanto, daremos respuesta a estas dos interrogantes, exclusivamente con base en estos pensadores griegos y romanos, que ni por asomo, han sido superados en los últimos 2 mil 500 años. Solo un dato: Homero, con su Ilíada y su Odisea, educó a toda Grecia, y sentó las bases de nuestra actual civilización Occidental.

Como antecedente, resulta indispensable decir que la falta de preocupación por las dos interrogantes mencionadas por parte de los pensadores del siglo XX, fue la causa de que el ser humano de ese siglo y de hoy en día, no sepa en esencia lo que significa ser bueno y cómo puede ser mejor la sociedad en que vive.

Si pudiéramos destacar uno de los rasgos característicos y fundamentales del ser humano de hoy, diríamos que es su falta de fe en sí mismo, es decir, esa carencia de referentes esenciales como ser humano. Al desconocer las coordenadas de su existencia, su falta de fe en sí mismo paraliza el núcleo de su existencia.

Esta carencia de coordenadas lo ha convertido en un paralítico espiritual y en un activo improductivo. Su productividad, falsamente la mide por sus horas de trabajo o por las cosas que hace, pero jamás por todo aquello que lo puede convertir en una mejor persona, lo que lo inclinaría a contribuir a una mejor sociedad.

Tenemos que comprender que no solamente somos animales racionales y sociales, sino también, y muy fundamentalmente, animales productivos, tal y como lo afirmó Fromm. Es decir, personas que con nuestras manos, imaginación, inteligencia, arte y esfuerzo, podemos y debemos transformar nuestro mundo personal y social y dirigirlo a etapas espirituales superiores.

Gozar de un carácter productivo, implica actuar, sentir y relacionarnos con los demás y el mundo, de tal manera que nuestro espíritu, emociones y fuerzas vitales, estén presentes en nosotros y las compartamos con los demás.

Seguramente, el que expresó de manera más profunda y extensa lo que es un carácter productivo, fue el poeta griego Píndaro, al escribir: "Ojalá llegues a ser el que eres". Llegar a ser lo que somos, significa explotar y desarrollar lo que sólo existe como potencia en nosotros (nuestras capacidades naturales innatas), y de la potencia pasar al acto.

Llegar a ser lo que somos consiste en inclinarnos con todas nuestras fuerzas vitales, a vivir expresando nuestro carácter productivo. Es decir, a explotar al máximo nuestras capacidades en orden a ser personas productivas que constantemente saquemos a flote lo mejor de nosotros mismos, en beneficio nuestro y de los demás; esto nos exige una alta conciencia espiritual y una sana conciencia de nuestra relación con la naturaleza y con las demás personas.

El carácter productivo jamás es egoísta, sino ego-altruista: busca su bien, pero siempre a través de beneficiar a otros. El interés por beneficiar a los demás, promueve de inmediato la construcción de una sociedad mejor. Nuevamente, un griego, Platón, en su genial obra La República, nos da la más alta pedagogía sobre el hombre bueno y una sociedad buena. Imposible salir bien librados de nuestras actuales circunstancias, si no tratamos de salvarlas, como bien lo dijo el filósofo español Ortega y Gasset. Es imposible también mejorar nuestro mundo si no abandonamos el egoísmo destructivo y depredador, siempre rasgo característico de un carácter improductivo, y si no nos lanzamos con todas las fuerzas de nuestro espíritu a fin de formarnos un carácter productivo, es decir, llegar a ser lo que somos, como sabiamente nos lo aconsejó el enorme poeta Píndaro.

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