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Ellos fueron nuestros presidentes

DR. SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ

El día 1 de marzo, fue presentado el libro "Ellos fueron nuestros presidentes. Vida política a través del Comité Municipal del PRI Torreón" cuyo coordinador fue el Ing. Salvador Hernández Vélez, actual presidente del Comité Directivo Estatal del PRI-Coahuila con la participación de Jaime de la Fuente Hernández y Liliana de la Fuente Puentes.

Con gran amabilidad que reconozco públicamente, el Ing. Hernández Vélez me invitó, en mi calidad de Cronista Oficial de Torreón, a ser uno de sus presentadores. Este evento se llevó a cabo en la sede del Partido Revolucionario Institucional de Torreón, en la avenida Morelos, en punto de las 18.30 horas. A continuación, inserto el texto de mi presentación

"Ellos fueron nuestros presidentes. Vida política del Comité Municipal del PRI-Torreón" es el libro que hoy presentamos en este recinto, sin duda alguna, el idóneo para ello. Esta interesante obra, coordinada por el Ing. Salvador Hernández Vélez, con la participación de Jaime de la Fuente Hernández y Liliana de la Fuente Puentes, es un ejemplo muy ilustrativo de la esencia misma de la escritura de la historia. Porque, a final de cuentas, todo lo que cambia es susceptible de ser historiado. El Comité Municipal del PRI Torreón tuvo un nacimiento inserto en la cronología de nuestra ciudad; tuvo y ha tenido diferentes presidentes, ha sido lugar de encuentros y desencuentros, de negaciones, confrontaciones y negociaciones, así como de consensos disciplinarios. En este sentido, el libro en cuestión nos narra, bajo el esquema del testimonio hemerográfico y un análisis interpretativo, la historia del Comité Municipal Priísta a partir de sus sucesivos presidentes, actuaciones, del impacto político y de la recepción y reacción de la ciudadanía torreonense.

Pero debemos tomar en cuenta, como bien acota Humberto Roque Villanueva, autor del prólogo de este libro, que los hechos políticos de una ciudad como Torreón no están aislados ni son necesariamente endógenos. El laboratorio político de una ciudad como la nuestra, se corresponde con los hechos nacionales, así como una muestra estadísticamente representativa contiene, en escala menor, la misma composición del universo del que forma parte, que en este caso sería, la vida política de la República Mexicana. A eso se le llama microhistoria. Historiar los problemas nacionales en una localidad determinada.

Para lograr este objetivo, los autores realizaron una prolija investigación en archivos hemerográficos, privilegiando a los reporteros de los diarios como testigos de eventos políticos coetáneos. La estructura del libro es sencilla, y su contenido, sabroso, fácil de leer y pleno de anécdotas que nos permiten imaginar lo que ha sido el priismo en la historia de Torreón. Hernández Vélez nos presenta un panorama cronológico, desde el primer presidente del Comité Municipal del PRI, Isidoro Mijares, en 1929, hasta el que ocupaba el cargo en 2011, que lo fue el mismo Coordinador de este libro. De manera sistemática, por cada época nos presenta una o varias notas periodísticas, contextualizadas con un ejercicio interpretativo que nos permite entenderlas y disfrutarlas cabalmente.

Aunque se menciona que el libro contribuye a preservar la historia del PRI-Torreón y a fortalecer la identidad partidaria, la verdad es que este texto constituye un aporte significativo a la historia política de Torreón, de Coahuila y de la Nación, al mencionar, entre muchas otras cosas, nombres de candidatos nacionales, estatales y locales, resultados de las votaciones, inconformidades y hasta hechos de violencia electoral.

A través de las páginas de este interesante texto, notamos cómo la historia de los Comités Municipales de Torreón y la historia de muchas estimables familias torreonenses, van de la mano. De muchas afortunadas maneras, este libro es un aporte a la historia social y de las mentalidades de nuestra región.

A través de sus páginas, a través de la sucesión de los Presidentes del Comité Municipal del PRI en Torreón, se va forjando en el lector la consciencia del ideario político del Partido Revolucionario Institucional. Es muy interesante como, de acuerdo a las necesidades ideológicas y sociales del país, el Partido Nacional Revolucionario se transforma en el Partido de la Revolución Mexicana, y finalmente, en el PRI. Es muy interesante también la historia de la toma de posiciones ante el Partido de Acción Nacional, la Unión Nacional Sinarquista y el Partido Demócrata Mexicano. En la ideología priista, ni la nación es una empresa, ni los políticos son los accionistas de la misma, ni los ciudadanos simples empleados del poder. Ni mucho menos, la nación es una simple jurisdicción eclesiástica sujeta a poderes extraterritoriales. Es interés del PRI, consolidar la primacía del estado laico, y beneficiar a la sociedad entera, sin diferencias de clases. Finalmente, como nos lo muestra el libro que estamos presentando, el PRI es el heredero histórico de la revolución Maderista.

Entra las muchas cosas que nos recuerda este nuevo texto, es que el PRI, como partido en el poder, acabó con las diferencias de género en materia cívica, al aprobar el voto femenino.

En sus últimas páginas, percibimos en este libro el optimismo de quien conoce bien la naturaleza de los movimientos pendulares de la política mexicana, y la consistencia del PRI en la vida nacional.

Se trata pues, de un libro de obligada referencia para los actores de nuestra política municipal, así como de un libro de cabecera para todos los elementos militantes del partido. Y ciertamente, sabroso texto de cultura cívica para los torreonenses".

Pasando a otra cosa, mencionamos que hace una semana, el domingo 8 de abril, se cumplieron 201 años del paso de don Miguel Hidalgo por lo que hoy conocemos como Torreón. Existe una venerable tradición que establece que, ya derrotado y en cadenas, don Miguel Hidalgo, en compañía de otros insurgentes y de sus captores, tomaron el camino de Mapimí hacia Chihuahua, precisamente vadeando el río Nazas a la altura de La Chona, cerca del ejido "La Concha", a unos cuantos cientos de metros al poniente de la Universidad Iberoamericana.

Don Miguel Hidalgo, ya como subalterno de Ignacio Allende, fue capturado el 21 de marzo de 1811 en Acatita de Baján ("Acatita" es palabra náhuatl que refiere lugares con existencia de agua) o "Norias de Baján", Provincia de Coahuila, cuando estos primeros insurgentes se dirigían hacia los Estados Unidos a buscar apoyo para su causa y para comprar armas.

De Baján, los reos fueron trasladados a Monclova, y de ahí, a una hacienda de la jurisdicción de Santa María de las Parras (Parras, Coahuila). Los principales cabecillas de la insurgencia acompañaban a Hidalgo: Allende, Jiménez, Aldama, Abasolo y otros. Ya divididos en dos cordilleras, los militares insurgentes fueron enviados a Chihuahua (Sede de los poderes políticos y militares de una especie de Virreinato del Norte, las Provincas Internas) y los religiosos insurgentes fueron enviados a la capital religiosa de las Provincias Internas, Durango, sede del obispado del mismo nombre. Resulta interesante constatar que, a pesar de ser una población joven, en la jurisdicción de nuestra ciudad estuvieron realmente presentes, en carne y hueso, los héroes de esta primera etapa de nuestra independencia y titulares de las principales avenidas de Torreón.

¿Cómo sucedió esto? Las dos cordilleras de reos se separaron en la jurisdicción de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila). Los que iban a Durango, se dirigieron hacia el suroeste, hacia Cuencamé, siguiendo los viejos caminos coloniales. Los que iban a Chihuahua, enfilaron hacia el norte, para vadear el río de las Nazas y seguir hacia Mapimí. En su camino pasaron por El Gatuño (Congregación Hidalgo) y por las Vegas de Marrufo, sitio que actualmente identificamos como Matamoros (Coahuila). De ahí, se dirigieron hacia el río, el cual cruzaron en "La Chona", muy cerca de la Universidad Iberoamericana, en la actual jurisdicción de Torreón. Se calcula que este paso pudo ocurrir entre el 5 y el 8 de abril de 1811, hace 201 años.

Dicen los lugareños que antiguamente, un viejo cañoncito de artillería señalaba el lugar preciso del tránsito del padre Hidalgo hacia el otro lado del río. Se trata de una tradición venerable. Lástima que no exista ya la pieza ni en fotografía, para poder determinar su origen y antigüedad, pues sabemos que en La Concepción hubo batallas encarnizadas y choque de ejércitos, como el de Jesús González Herrera. Muchos restos de esa época habrán quedado sepultados.

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