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El narco según Ioan Grillo

Agenda ciudadana

Lorenzo Meyer

“Entre más conocemos la naturaleza de los cárteles del narcotráficomexicano, más claro queda que la vía para debilitarlos no es la que se sigue hoy”

México como Objeto de Estudio. “[Al] despuntar el siglo veintiuno, México se encuentra inmerso en un baño de sangre que consterna al mundo”, dice Ioan Grillo, periodista que examina el fenómeno del narcotráfico latinoamericano desde la inevitable distancia cultural e histórica de un observador británico. Sin embargo, el autor recaba su información lo más cercana posible de su objeto de estudio, lo que implica correr riesgos en aras del compromiso con el lector, lo que se aprecia. La experiencia y profesionalismo de Grillo, aunados a su empatía con los personajes algunos muy siniestros- dan por resultado un libro tan escalofriante como útil.

El narco. Inside Mexico’s criminal insurgency, (Nueva York: Bloomsbury Press, 310, pp.) empezará a circular en noviembre. En esta obra, Grillo sintetiza de manera a la vez ágil y económica, pero no simplista, el diabólico entramado que hoy aprisiona a todo México: clase dirigente, instituciones políticas y civiles, economía y sociedad y su relación con la principal potencia mundial: Estados Unidos. El narco es el destilado de un trabajo periodístico centrado en México, Centroamérica y Colombia que se inició hace un decenio y que aborda desde las raíces históricas hasta la situación actual del narcotráfico y sus cárteles.No es un libro teórico o académico, su columna vertebral son los datos, lamateria prima del periodismo, aunque salteados con interpretación. Grillo acomoda y presenta hechos, muchos y bien articulados, y deja que finalmente sea el lector el responsable de sacar sus conclusiones.

La obra tiene tres grandes secciones: una histórica, otra que hace la disección del problema y la final, un oteo del horizonte. El Origen. El primer tercio de la obra está dedicado a la historia del problema. Si bien la marihuana ya estaba arraigada -nacionalizada- en el arranque del siglo XIX, el opio, la cocaína y, obviamente las anfetaminas, son de origen externo relativamente reciente. Quizá esta parte sea de mayor interés para el lector externo que para el mexicano y conviene destacar algunos puntos. Por un lado, la historia del narco en México es un derivado de la historia del consumo de drogas y de la política antinarcóticos de Estados Unidos. Por otro lado, Grillo no encuentra ninguna base documental que ligue al aumento del cultivo del opio en Sinaloa a una supuesta demanda de esa materia prima por parte del gobierno norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial, (pp. 35-36).

Si bien en el origen del narcotráfico mexicano como gran negocio -los 1970 y 1980hay figuras centrales que son extranjeros -Alberto Sicilia Falcón (cubano-americano) o Juan Ramón Matta Ballesteros (hondureño)-, en la actualidad, y a diferencia de la banca o el petróleo, el narcotráfico es una actividad absolutamente mexicanizada y su “empresariado” es de origen básicamente popular y se está expandiendo agresivamente a otros países, notablemente a Estados Unidos. Dentro de esta élite de criminales empresarios, sobresale hoy Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, cuyo cártel -el de Sinaloatoma la delantera justo cuando el PRI es reemplazado por el PAN en “Los Pinos”. Al respecto, Grillo no acepta, pero tampoco niega -falta evidenciala existencia de una “relación especial” entre el cártel de Sinaloa y el Gobierno de Calderón.

Es de notar aquí cómo una y otra vez, Washington ha estado dispuesto a declarar que la guerra contra el narco se estaba ganando -en los setenta con la “Operación Cóndor” y de nuevo en época tan reciente como 2004, cuando un agente de la DEA le aseguró a Grillo que esta vez el Gobierno de Vicente Fox estaba a punto de derrotar a los narcospara luego retractase. Fue justamente al final del gobierno de Fox cuando los cárteles escalaron la violencia en una brutal guerra de todos contra todos por el dominio del mercado. Apareció entonces un elemento nuevo: la deserción encabezada por Arturo Guzmán Decena, de una parte de las tropas de elite del ejército (GAFES) para integrarse al grupo de Osiel Cárdenas y dar origen a Los Zetas. La brutalidad y eficiencia de estas tropas mercenarias narcas dio otro salto cualitativo cuando su reclutamiento incluyó a la crème de la crème del salvajismo militar: los kaibiles guatemaltecos. Y en ésa estamos.

Felipe Calderón, señala Grillo, no inició la etapa actual de la guerra narca, elmichoacano simplemente buscó hacer de la situación heredada una virtud al asumir como propio el escalamiento del enfrentamiento y suponer que podría repetir la “Operación Cóndor” de treinta años atrás, es decir, batir sin piedad a los narcos con el uso masivo de tropas y retornar en un par de años al centro de la política nacional no como quien se impuso de mala manera a Andrés López Obrador sino como César tras vencer a las tribus bárbaras, pero las cosas salieron casi al revés. La Lección de Anatomía. En la disección del problema se destacan más las historias personales de los sicarios y su muy peculiar religión y cultura. Grillo supone en 30 mil millones de dólares anuales el posible valor de la industria del narcotráfico en México, (p. 147). En esa actividad el dinero se derrama más en los sectores populares y quizá por eso, en Ciudad Juárez un sicario -“El Frijol”, de 17 años- cobraba sólo 85 dólares por asesinato, que es la tarifa estándar (p. 165). La sección incluye la discusión de conceptos, especialmente el de “insurgencia criminal”. Los narcos carecen de una ideología política propiamente dicha y no buscan ejercer directamente el poder, pero ya son una fuerza con armas y estructura propias de un ejército que desafían con éxito al Estado, al punto que no sólo comercian la droga sino que cobran impuestos y roban a gran escala una riqueza de propiedad estatal: el petróleo. Para Grillo, los narcos son un tipo de insurgentes que ya ha capturado partes del Estado e incluso desafían a la principal potencia del orbe: a Estados Unidos, (pp. 209 y 222).

El Futuro. México gasta en el conjunto de sus fuerzas de seguridad, 15 mil millones de dólares anuales (p. 115), pero enfrenta a una actividad ilegal económicamente fantástica. Del precio al que vende el campesino sudamericano su carga de hoja de coca al precio que paga por una dosis el consumidor de Nueva York, hay un incremento de ¡150, 000 por ciento! Para el cártel mexicano que compra el “ladrillo” colombiano de cocaína y lo vende al mayorista norteamericano, la ganancia es de ¡6, 000 por ciento! (p. 138). ¿Qué otra actividad tiene esos márgenes de ganancia? Ninguna. De ahí la capacidad de los cárteles de corromper, armarse, reclutar y de seguir delante a pesar de sufrir miles de bajas y de prisioneros. Toda la acción combinada de los estados mexicano-norteamericano no han logrado disminuir el flujo de drogas que entran al mercado de Estados Unidos o al pequeño, pero creciente de México.

Lo fuerte del libro del periodista británico es la descripción del problema, los datos, especialmente los cualitativos. Por lo que hace a la solución, hay que buscarla en otro lado, aunque Grillo apunta soluciones. Ya es claro que es mejor, en términos económicos y humanos, invertir en la prevención -gasto social en los jóvenes- que en prisiones. También muestra que en el combate al narco la labor de inteligencia es mucho más fructífera que el uso directo y masivo de la fuerza. Para el autor, buscar eliminar al narcotráfico no es realista; a lo que se debe aspirar es a reducir la fuerza de los cárteles para que dejen de ser una amenaza para el Estado y para la sociedad, pues del narcotráfico ya se han expandido a la extorsión y al secuestro como industrias y ahí el daño a la sociedad es insoportable. Para debilitar al narco hay que restarle fuerza económica y una vía es combatir la corrupción dentro del Estado y de esa parte de la sociedad que auxilia a los cárteles con el lavado de dinero. Grillo se adentra en lo que ya se ha propuesto: acabar con la prohibición de sustancias que son dañinas, pero que nadie ha logrado evitar que se consuman. Finalmente el daño social de la prohibición es mayor que el supuesto beneficio. Con su legalización las ganancias fabulosas del narcotráfico desaparecerían, aunque aún habría que lidiar con las secuelas: los miles de mexicanos forjados en y por la violencia narca. Como sucede con los veteranos de cualquier guerra brutal y prolongada, muchos serán socialmente disfuncionales por el resto de sus vidas. Sin embargo, ese problema es futuro, el del presente es peor.

Nota: El autor de esta columna va a estar fuera del país durante las próximas dos semanas y Agenda Ciudadana reaparecerá al final de mes.

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