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Soluciones al problema del agua (I)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Cada vez que se refiere al problema del agua en La Laguna la atención se centra en la presencia del arsénico contenido en el líquido que ingerimos cotidianamente, a partir de ahí la discusión gira en torno a cómo debe abordarse esta cuestión para solucionarle. En la medida que se da vueltas al asunto se vuelve a la causa central ya identificada, la sobreexplotación del acuífero, sin embargo, por la complejidad que presenta esto es conveniente identificar otros vértices que también forman parte del problema y su solución.

Antes que todo, habrá de entenderse que la presencia del arsénico en el agua para uso doméstico no es un asunto aislado, es necesario asociarlo a la disponibilidad y distribución social que presenta en el ámbito de la cuenca hidrográfica, escala o nivel en el que es posible analizarlo de manera holista o integral, y la cuenca es un extenso espacio geográfico drenado por el flujo superficial y subterráneo del agua que se precipita en él, particularmente en la Sierra Madre Occidental, principal fábrica de agua de la que dependemos los habitantes de esta región y la misma cuenca.

Uno de los factores que han afectado la disponibilidad del recurso es la deforestación a que se ha visto sujeta dicha sierra durante el último siglo y medio, ya que una de las funciones ecológicas del bosque es la captación de agua que posteriormente escurre por gravedad a través de la superficie y filtra de manera subterránea hacia las partes bajas, principales beneficiarias de los volúmenes disponibles en el curso de los ríos y depósito en lagunas, o en los embalses cuando se represa, y en la formación de los acuíferos.

La disminución de los escurrimientos y filtraciones por la reducción de la masa forestal de la sierra, es uno de los problemas que debe atenderse y la solución reside en reforestar el bosque a la vez de controlar la tala de árboles, tarea nada sencilla si se considera que la recuperación de un bosque de encino-pino con árboles de 40 a 50 metros de altura implica un largo período, pero no hay otra, hay que hacerlo, porque la disponibilidad de agua está asociada a la salud de los ecosistemas, como en este caso de los bosques templados de la Sierra Madre Occidental.

Tampoco es fácil porque de la actividad forestal viven poblaciones humanas, y aunque sus dueños no hayan realizado un manejo racional del bosque de su explotación obtienen ingresos que les sustentan; por ello, el aprovechamiento de estos recursos debe tener opciones para esas poblaciones, algunas de las cuales se vienen aplicando como la diversificación de sus actividades productivas, sea abriendo tierras al cultivo, convirtiendo predios deforestados en potreros de ganado o cultivando peces, entre otras, alternativas que no todos pueden adoptar o no siempre son las adecuadas considerando la aptitud natural de esos lugares, resultando en ocasiones contraproducentes.

Lo ideal es que las opciones que implementen dichas poblaciones tengan que ver con la conservación de esos ecosistemas deteriorados, que si continúan extrayendo madera sólo sea de manera regulada y reponiendo los arboles, que se orienten a la recuperación del bosque para que recupere las funciones ecológicas que realiza como las hidrológicas, u otras tales como la captura de CO2, generación de oxígeno, conservación de biodiversidad, retención de erosión en los suelos, etc., a la vez de que sea fuente de vida de la gente que vive en esa parte alta de la cuenca.

Ante esta deforestación histórica, una de las opciones que pueden aplicarse es el pago de servicios ambientales a los dueños del bosque, para lo cual es necesario que quienes vivimos dependiendo de los volúmenes de agua generados en la sierra contribuyamos a hacer viable esa solución, y que ese pago sea proporcional al consumo de agua que realicemos, sea extraída de cuerpos de agua dulce superficial o subterráneos. Los laguneros consumimos más de la mitad del agua disponible de ser aprovechada, somos, por tanto, los principales beneficiarios de esos volúmenes y, por consecuencia, debemos comprometernos a cubrir ese pago de servicios ambientales que permita recuperar la fábrica de agua de la que dependen nuestra economía y población.

Al respecto, ya existe un proyecto de pago de servicios ambientales en marcha, auspiciado por la Comisión Nacional del Agua, pero operado por organismos e instituciones locales, el cual ha recibido recursos de la Comisión Nacional Forestal, pero falta la contraparte de los usuarios, particularmente los grandes, quienes si bien han empezado a aportar se requiere que lo hagan más allá de manera simbólica, pero también faltamos los que diariamente utilizamos el agua para satisfacer nuestras necesidades domésticas. Sólo si lo hacemos todos, esta opción contribuirá, como una medida más, no a solucionar el problema actual del hidroarsenicismo, pero sí a mejorar el flujo de agua que las futuras generaciones requerirán para desarrollarse y continuar viviendo en nuestra región.

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