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Por una lucha integral

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La violencia en Michoacán acaparó los principales espacios en los medios de comunicación. En un hecho inédito Servando Gómez, líder de la banda delictiva denominada La Familia, llamó a un noticiero de televisión para llamar a un pacto con el presidente Felipe Calderón. La respuesta del Gobierno Federal fue contundente: con el crimen no se negocia. Dicha postura fue respaldada por los políticos de todos los partidos, así como por el Gobierno de los Estados Unidos.

Es cierto, mal haría el Estado en negociar con el crimen, la postura no está a discusión. Sin embargo, sí vale la pena revisar la estrategia de querer acabar con el narcotráfico sólo con el uso de la fuerza que ha provocado la muerte de más de 3 mil personas tan sólo en 2009. Muchos de ellos civiles. Vale la pena también replantearse la estrategia, cuando aumenta el número de mexicanos que no piensan que se está ganando la guerra.

Paralelamente la imagen del Ejército se ha desgastado y las denuncias por abusos en materia de Derechos Humanos se han incrementado, lo que ha originado que también el Gobierno de Estados Unidos haya expresado su preocupación por cargos “muy serios” en contra del Ejército. Las denuncias van desde torturas hasta desapariciones forzadas, muchas de ellas contra civiles inocentes.

Fue en el año 2003 cuando México firmó la Convención de Palermo, mediante la cual se establece un mecanismo de cooperación internacional para combatir la delincuencia transnacional, relacionada con el crimen organizado, el tráfico de personas, lavado de dinero, así como el tráfico de armas. Sin embargo, a la fecha el Gobierno Federal no ha echado mano de este recurso, ha preferido el uso de la fuerza sobre la labor de Inteligencia.

Es cierto, con la delincuencia no se pacta, se le combate, pero también es necesario invertir en programas sociales y de educación. Cuando el Estado no cumple su papel, la delincuencia gana base social convirtiéndose en proveedor de los servicios que las autoridades no otorgan, el ejemplo es La Familia en Michoacán.

Sin embargo, hasta el momento Calderón ha minimizado el combate a la pobreza, la creación de empleo y la educación, como componentes esenciales en la lucha contra la delincuencia. Hay que combatir al crimen, pero no sólo militarizando las calles, la lucha debe ser integral donde la gran apuesta debe ser el crear un capital social fincado en la educación y la cultura.

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