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El Jefe de la Jefa

Guadalupe Loaeza

Gracias a la periodista argentina, Olga Wornat, descubrimos en su obra La Jefa (Edit. Grijalbo) a un personaje entrañable que se llama Alberto Sahagún de la Parra padre de La Jefa. El doctor Sahagún de la Parra cuenta con 84 años y no tiene pelos en la lengua. Don Alberto es un hombre inteligente, liberal, anticlerical que está por el uso del condón, el control de natalidad y que además de todo, no está contra el aborto. No sé qué quiere la Iglesia, ¿qué la gente se muera de SIDA?, ¿qué mueran más mujeres por abortos clandestinos o que nazcan niños producto de violaciones o incesto? Y eso que soy católico practicante, pero no tengo obediencia ciega; lo que dice y piensa el Papa no me gusta, le dijo a Wornat en una de las tantas entrevistas que le hiciera en Zamora donde vive actualmente.

Según la autora en la página 51 nos enteramos que don Alberto fundó el Colegio México y la Escuela de Enfermería pero no queda claro si estas dos instituciones fueron fundadas por el Dr. Sahagún en Zamora o en dónde. Sin embargo lo que sí queda clarísimo son las dos obras que publicó el doctor en Zamora en los años setenta, mismas que provocaron un gran revuelo en medio de esa sociedad tan cerrada. En la que se refiere a la integración sexual humana, escribió: Si pudiéramos hablar de inmoralidad en la anticoncepción, el ritmo sería, como acto humano, el más inmoral de los procedimientos; primero por su ineficacia, segundo porque llena de temor y tensiones a los cónyuges y finalmente porque interfiere el desenvolvimiento de la sexualidad de la pareja. El temor y el amor no pueden convivir...

El segundo libro se titula Reflexiones para superar las crisis de familia y acaba de terminar su más reciente obra la cual trata de las complejidades de la medicina de 1918 a 1940. Para valorar y entender aún más la personalidad del doctor Sahagún, es importante lo que descubrió Olga Wornat a propósito de su familia, de la cual podríamos decir que es casi, casi santa porque: (don Alberto) tiene cuatro hermanos sacerdotes: Jesús Sahagún de la Parra, obispo emérito de Lázaro Cárdenas, radicado en Uruapan; Alfonso, hoy retirado y fundador del seminario Guía de la Parra; José Luis Sahagún de la Parra, sacerdote del templo de San Francisco y rector de la Universidad Vasco de Quiroga, en Uruapan y Julio Sahagún de la Parra, jesuita, que abandonó la sotana, se casó con una madre superiora y ahora vive en México. (Tenemos entendido que la madre superiora era monja del colegio Francés de San Cosme. ¿Será sor Elena de la Cruz mi maestra de sexto de primaria? Si es así, chapeau!).

Algo que apreciamos mucho de don Alberto es su sinceridad al hablar. Con toda llaneza le dijo a la periodista: Me costó muchos años quitarme el peso de la religión; una vez que lo hice, me siento libre, vivir con ello es muy nocivo para cualquier ser humano, para cualquier pareja. ¡Qué bueno que don Alberto se pudo, finalmente, liberar de todo ese peso que ha de haber sentido a lo largo de su infancia y adolescencia! Liberado o no liberado, él de todas maneras se va a ir derechito al cielo ya que como dice: ...fueron tantos los rezos que recibí de mi infancia, que ya completé la cuota...

¿Cómo no la ha de haber completado si su mamacita, doña Guadalupe de la Parra González, ama de casa, era una ferviente católica, apostólica y romana de Cotija de la Paz Michoacán? Y entre rezos y rezos, don Alberto se iba a casa de la familia del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Degollado. Escuchemos cómo se refiere a este señor que no tiene perdón de Dios: Yo era muy amigo de dos hermanos de Marcial, pero él jamás salía con nosotros. Era una persona muy extraña, introvertida y con una autoestima baja. No le conocí una novia, se la pasaba rezando. Creo que esa inseguridad y una desesperada necesidad por sobresalir ante su familia lo impulsaron a meterse al seminario y luego marcharse para fundar la congregación. Creo que por ese tiempo se forjó esa misteriosa personalidad y su homosexualidad. No creo que haya hecho tantas barbaridades como dicen, pero de que algo pasó, pasó. Cuando el río suena...

Muy joven don Alberto se fue a la ciudad de México para entrar a la Facultad de Medicina. No obstante, existía un impedimento, no había hecho la preparatoria. Pero como don Alberto es de los que piensan que no hay peor lucha que la que no se hace, él se lanzó. Llegando a la capital se metió a trabajar en el asilo de ancianos Martín Romero. Le pagaban 20 pesos por mes y tenía cama y comida. Después se inscribió en el Instituto de Bachillerato, regenteado por jesuitas. Allí vivió dos años y luego a través de amigos de su familia, por sólo 200 pesos compró el certificado que confirmaba que tenía la preparatoria concluida. Para don Alberto, no es ciertamente una vergüenza haberse recibido de médico cirujano sin bachillerato, porque de todas maneras en su carrera obtuvo notas brillantes, las cuales le permitieron ingresar en el Hospital General de la Ciudad de México. En el año de 1943, recibió dos muy malas noticias que don Prisciliano Sahagún Castellanos, su padre, también médico, había muerto y que cuatro de sus hermanos habían entrado al seminario. Curiosamente los otros cuatro, estudiarían asimismo medicina.

De ahí que don Alberto se hubiera visto en la necesidad de mudarse a Zamora, para ocuparse de su madre. Pero Dios lo premió y conoció a una muchacha de 16 años lindísima. Además, de linda, era rica ya que su padre era dueño de la agencia de autos Ford, varios molinos y haciendas. Aunque don Alberto ya tenía 37 años, Ana Teresa Jiménez se enamoró de él y el doctor de ella, por lo tanto se casaron y se fueron de luna de miel a Europa (seguramente no en un coche Ford último modelo) y allí se quedaron todo un mes, paseando aquí y paseando por allá.

El caso es que cuando regresaron a Zamora rentaron una casa preciosa llena de sol, con un jardín lleno de flores que daba a las habitaciones. En una de ellas, don Alberto hizo su consultorio que da justo en las calles de Morelos 85. Andando el tiempo, fundó el Hospital San José, el primero en Zamora el cual todavía funciona ya que lo han modernizado.

Sincerote como es don Alberto, le dijo a la periodista argentina lo que pensaba de su ex nuero, Manuel Bribiesca, es decir, del primer marido de La Jefa: Manuel era brusco y vulgar, igual a su padre. En el hospital generaba enormes problemas, ninguna enfermera quería trabajar con él, por sus maltratos, pero era muy buen profesional. Lo que pasaba es que de golpe se ponía tan violento, explotaba, que daba miedo... Y usted sabe, esa patología violenta se hereda. Ojalá que mis nietos no la hayan heredado...

Respecto a la anulación del primer matrimonio de La Jefa, opina su jefe: Le aclaré que si le daban la anulación, sería por acomodo, porque es la esposa del Presidente y que eso no le haría bien al Presidente y al país, que no era un buen ejemplo. Pero ella no me respondió nada y la cosa sigue. Marta es así, muy especial y muy tenaz.

Don Alberto es un excelente padre, tan es así que por culpa de Memo, hermano de La Jefa a quien le había dado su firma como fiador, no nada más tuvo que vender todas sus propiedades, sino se quedó con una deuda de casi ocho millones de dólares, la cual hace dos años, terminó de pagar.

No hay duda que el doctor Sahagún, quien por cierto se acaba de casar por segunda vez, aparte de ser un hombre de bien, es sumamente lúcido y visionario. De La Jefa dice: Creo que mi hija influye mucho sobre Vicente, ¿no? No sé; lo digo por lo que veo: Cuando están juntos él es un hombre muy parco y ella es muy activa, le gusta mandar, le gusta la política.

De todos los personajes del libro, incluyendo a La Jefa, el que vale más la pena es don Alberto Sahagún de la Parra.

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