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Crónica de Viaje / EL MISTERIO DE LA ZONA DEL SILENCIO

FOTO 1.
Algunos lo llaman camaleón, otros, pequeño dragón, pero estos reptiles, casi petrificados, se hallan en la Zona del Silencio.
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FOTO 2. 
La zona desértica de la Zona del Silencio es triste, inhóspita y solitaria. Poca gente vive allí, y no se produce ni se cultiva nada.
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FOTO 3. 
En el círculo marcado en el mapa, está la superficie que une a Durango, Chihuahua y Coahuila donde está la Zona del Silencio.

FOTO 1. Algunos lo llaman camaleón, otros, pequeño dragón, pero estos reptiles, casi petrificados, se hallan en la Zona del Silencio. —- FOTO 2. La zona desértica de la Zona del Silencio es triste, inhóspita y solitaria. Poca gente vive allí, y no se produce ni se cultiva nada. —- FOTO 3. En el círculo marcado en el mapa, está la superficie que une a Durango, Chihuahua y Coahuila donde está la Zona del Silencio.

Ricardo Rubín

La Zona del Silencio, en la parte en que se unen los Estados de Durango, Chihuahua y Coahuila, es una de las más extrañas de México.

Se identifica por un obelisco de fierro oxidado de 2.5 metros de altura, que sirve también para marcar la unión de las tres entidades. La zona está a dos mil metros sobre el nivel del mar, y curiosamente queda sobre el paralelo 27 de latitud norte, sobre el que también está el Triángulo de las Bermudas, la cordillera del Himalaya y las Pirámides de Egipto.

La Zona del Silencio es impresionante y sobrecogedora, y hay allí frecuente caída de meteoritos, al mismo tiempo que se registran otros fenómenos sin explicación alguna: alteración en el movimiento de las manecillas de los relojes, perturbación en las brújulas, los radios dejan de funcionar, y la fauna raquítica se alterna con tramos desérticos.

Se llama Zona del Silencio no porque no haya ruido alguno, sino porque las ondas hertzianas de radio no pueden ser transmitidas en forma común. Hay que localizar algunas franjas donde se puede establecer comunicación, aunque siempre en forma deficiente. Esta falta de comunicación con el exterior, tanto para transmitir como para recibir, fue lo que le dio el nombre de Zona del Silencio.

Hay también piedras magnéticas que, sin contener fierro alguno ni otro mineral metálico, atraen a los imanes y perturban las brújulas.

El área está habitada por grupos de tres y cuatro casuchas, separadas por largas distancias de otro grupo igual, donde viven algunas personas que se dedican a la quema de candelilla para obtener cera. La agricultura es raquítica, el suelo pobre y seco, y no hay ganado de ninguna clase.

Don Felipe, un hombre sesentón y seco como pedazo de cecina, sirve de guía a los visitantes que llegan de Gómez Palacio, Durango. El camino para llegar a la Zona del Silencio sigue una desviación del camino principal y continúa por una senda de terracería de 70 kilómetros de extensión. Hay pocos vehículos en circulación, y la gente que se encuentra se saluda con unas palabras ininteligibles, que más parecen un gruñido.

Don Felipe dice que vive en esa zona desde que era niño, y que desde entonces recuerda haber visto grandes bolas de fuego que atraviesan el espacio. “Uno se acostumbra tanto a ellas, que ya ni llaman la atención”, dice. Y agrega que sus padres le decían que eran brujas que bailaban en el cielo.

Hay en esa región roedores y reptiles que parecen fósiles petrificados, abundan las tarántulas, y se han encontrado sedimentos marinos y esqueletos de peces y rumiantes muy antiguos.

Existe la creencia de que esta zona fue antes un gran océano por las características que presenta, que se secó hace muchos años y quedó como la zona árida e inhóspita que es hoy.

Los atardeceres en la Zona del Silencio son impresionantes, pues la tierra y el horizonte se unen en un color cobrizo, el silencio es total, no sopla la más leve brisa, y se siente en el ambiente corrientes eléctricas que fácilmente sacan chispas.

Varios científicos han estado allí, pero hasta hoy no han podido explicar los fenómenos que se dan y se ven en la Zona del Silencio.

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Algunos lo llaman camaleón, otros, pequeño dragón, pero estos reptiles, casi petrificados, se hallan en la Zona del Silencio.
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La zona desértica de la Zona del Silencio es triste, inhóspita y solitaria. Poca gente vive allí, y no se produce ni se cultiva nada.
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En el círculo marcado en el mapa, está la superficie que une a Durango, Chihuahua y Coahuila donde está la Zona del Silencio.
FOTO 1. Algunos lo llaman camaleón, otros, pequeño dragón, pero estos reptiles, casi petrificados, se hallan en la Zona del Silencio. —- FOTO 2. La zona desértica de la Zona del Silencio es triste, inhóspita y solitaria. Poca gente vive allí, y no se produce ni se cultiva nada. —- FOTO 3. En el círculo marcado en el mapa, está la superficie que une a Durango, Chihuahua y Coahuila donde está la Zona del Silencio.
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Algunos lo llaman camaleón, otros, pequeño dragón, pero estos reptiles, casi petrificados, se hallan en la Zona del Silencio.
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La zona desértica de la Zona del Silencio es triste, inhóspita y solitaria. Poca gente vive allí, y no se produce ni se cultiva nada.
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En el círculo marcado en el mapa, está la superficie que une a Durango, Chihuahua y Coahuila donde está la Zona del Silencio.
FOTO 1. Algunos lo llaman camaleón, otros, pequeño dragón, pero estos reptiles, casi petrificados, se hallan en la Zona del Silencio. —- FOTO 2. La zona desértica de la Zona del Silencio es triste, inhóspita y solitaria. Poca gente vive allí, y no se produce ni se cultiva nada. —- FOTO 3. En el círculo marcado en el mapa, está la superficie que une a Durango, Chihuahua y Coahuila donde está la Zona del Silencio.

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Algunos lo llaman camaleón, otros, pequeño dragón, pero estos reptiles, casi petrificados, se hallan en la Zona del Silencio.
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La zona desértica de la Zona del Silencio es triste, inhóspita y solitaria. Poca gente vive allí, y no se produce ni se cultiva nada.
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En el círculo marcado en el mapa, está la superficie que une a Durango, Chihuahua y Coahuila donde está la Zona del Silencio.

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