De la noche a la mañana los nogales decidieron inaugurar la primavera. Mientras dormíamos ellos despertaron.
Abrí ayer la ventana que da al huerto, y las ramas que rozan los barrotes tenían un anuncio párvulo de verde.
Por ese verdor sabemos que el invierno se ha ido ya, y que ninguna helada ha de venir con su cortejo de desdichas. Ahora están seguros los brotes del manzano, y las flores del duraznero podrán mostrar al aire sus sonrojos.
Doy gracias a los nogales, infalibles meteorólogos, por la tranquilidad que nos imparten. Ellos tienen la última palabra. Nosotros, pobres hombres, decimos la primera, y es casi siempre errada. Pero ellos no se equivocan nunca. Poseen honda raíz y frondas altas. Su saber es de tierra y es de cielo. Sabiduría mayor no puede haber.
¡Hasta mañana!...