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Desde la Casa Blanca

José Carreño

WASHINGTON, EU.- La maldición china indica “ojalá vivas tiempos interesantes” y las relaciones entre Estados Unidos y México se encaminan a una situación cuando menos interesante...

Una coincidencia pone la elección legislativa estadounidense, una que la mayoría republicana teme perder, justamente en el periodo post-electoral mexicano, cuando el presidente en funciones -Vicente Fox- estará de salida y limitado de posibilidades para reaccionar, y el entrante -quienquiera que sea- está en proceso de organizar su Gobierno y las políticas que buscara seguir.

El liderazgo republicano en la Cámara Baja realizará en agosto una serie de audiencias para subrayar de hecho las carencias de una propuesta de Ley migratoria aprobada en el Senado, y muy en especial características que la derecha republicana considera negativas. Al decir de John Boehner, líder de la mayoría en la Cámara Baja, la legislación “permitiría tantos como 60 millones nuevos inmigrantes... México tendría que ser consultado antes de la construcción de una barda fronteriza... garantizaría beneficios de seguridad social a indocumentados por el tiempo que estuvieron ilegalmente en el país”.

El problema sería menor si no fuera porque los republicanos, al menos los que se encuentran en la Cámara de Diputados, esperan utilizar el problema migratorio y los problemas de México como sus “caballitos de batalla” para preocupar a los electores estadounidenses y buscar su reelección sobre la base de seguridad nacional.

Y el panorama no es alentador. Por un lado no es secreto, y mucho menos falso, señalar que los problemas de seguridad son reales. Los reportes sobre la “caravana de la muerte” sólo sirvieron aquí para solidificar la impresión de que el lado mexicano de la frontera está fuera del control de las autoridades y en manos del crimen organizado. Y junto al problema de la frontera y la inseguridad llega el problema de la inmigración indocumentada.

Que más de la tercera parte de los inmigrantes indocumentados lleguen por avión y extiendan su estancia mas allá que lo permitido por sus visas tampoco es lo más aprovechable políticamente y por tanto pocos, si acaso, se fijaran en el problema. Si la información es correcta o incorrecta no importa. La impresión es ésa y es una que los estrategas políticos republicanos están dispuestos a aprovechar, junto a las implicaciones de que los terroristas pueden llegar a través de la frontera -aunque en realidad tengan fórmulas mejores y más seguras para arribar aquí.

Pero la idea de las “hordas cafés” -perdón, los “inmigrantes ilegales”- que fluyen a través de las inermes fronteras para abusar de los pobrecitos ciudadanos estadounidenses y despojarles de empleos y beneficios sociales es una que atrae a los populistas y demagogos en este país, en especial a una mayoría legislativa republicana que necesita distraer la atención de sus problemas de corruptela, de su abandono del papel de supervisión del bienestar del publico estadounidense y dique para el Poder Ejecutivo.

Los diputados republicanos, como muchos políticos mexicanos, no se quieren enterar de que en la actual relación entre los dos países las palabras y las posiciones políticas tienen impactos reales. Unos y otros pueden enterarse demasiado tarde, en detrimento de los dos países.

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