Mozart, un fabuloso solista y la Camerata de Coahuila bajo la batuta del maestro Ramón Shade, no se puede pedir más. Este programa fue seleccionado para celebrar el pasado vienes 16 el doceavo aniversario de la fundación de la orquesta.
El programa fue de ensueño, pues estuvo conformado por tres obras escritas por el genial compositor de Salzburgo, la Sinfonía No. 10 en Sol Mayor. K. 74 y los conciertos para piano No. 21 en Do Mayor K. 467 y No.20 en re menor K. 466.
La primera de ellas es una obra de juventud que escribió en Milán Wolfgang Amadeus Mozart a los catorce años de edad. A mi parecer la Sinfonía No.10 en Sol Mayor sigue de cerca a aquéllas que por la misma época escribió el gran sinfonista italiano Giuseppe Sammartini (1695-1750). En esta deliciosa partitura las partes para corno son de una dificultad extrema que fueron satisfactoriamente ejecutados por los cornistas de la orquesta.
A la excelente ejecución de la sinfonía le siguió una maravillosa interpretación del concierto para Piano No.21 en Do Mayor K. 467 el cual fue compuesto en Viena en marzo de 1785, es decir, apenas un mes después de haber concluido el extraordinario Concierto K. 466 que escuchamos en la segunda parte del programa. El Concierto No. 21 inicia con un tema de marcha que recuerda al aria ?Se vuol ballare? de las Bodas de Fígaro, ópera que empezaría a escribir en octubre de ese mismo año. Su segundo movimiento es una de esas páginas que el cine y la publicidad han hecho célebres pues fue utilizada como tema musical en la película sueca ?Elvira Madigan?. A este bellísimo y dulce movimiento le sigue uno en el que el piano desarrolla no menos de seis temas distintos, que son retomados de manera caleidoscópica por la orquesta, la cual realza sucesivamente las distintas voces de los instrumentos que la conforman.
Después del intermedio se tocó el Concierto para Piano No. 20 en re menor K. 466. Sin lugar a dudas éste es al igual que el No. 21 uno de los más admirables monumentos de todo el repertorio para piano y orquesta. En este caso se trata de la primera vez en que Mozart escribe un concierto en modo menor. Beethoven lo admiraba a tal punto que lo tomó como modelo para uno de sus conciertos y se sabe que lo tocó el 31 de marzo de 1795 con una cadencia de su propia invención en un concierto a beneficio de la viuda de Mozart. Su primer movimiento es dramáticamente sombrío, mientras que el segundo es tierno y conmovedor. Su último movimiento es sumamente audaz y dramático.
Siempre es un deleite escuchar estos conciertos de Mozart, pero lo es aún más cuando es ejecutado con la perfección y poesía con que lo hicieron, en el cual la orquesta tocó con asombrosa exactitud bajo la excelente dirección del maestro Shade. El solista para ambos conciertos fue el extraordinario pianista francés Cyprien Katsaris.
A lo largo de mi vida he tenido la buena fortuna de asistir a muchos conciertos y recitales de piano tanto en nuestro país como en el extranjero. Sin duda, he sido muy afortunado pues he tenido la oportunidad de escuchar a algunos de los más grandes pianistas, pero debo confesar que pocas veces he escuchado a un pianista de la talla de Katsaris, quien ha logrado equilibrar su profunda sensibilidad e inteligencia con una deslumbrante técnica. El público verdaderamente enloqueció con Katsaris, quien tuvo que brindar tres encores; siendo el primero de ellos la famosísima Toccata y Fuga de Johan Sebastian Bach (1685-1750) en una transcripción del propio Katsaris en la que el solista desplegó su increíble técnica y talento, el segundo, una repetición del segundo movimiento del Concierto No.21 y el último, el hermoso Adiós del compositor mexicano Alfredo Carrasco (1875-1945).
En conclusión el pasado viernes tuvimos el privilegio de escuchar ?si no es que el mejor? uno de los mejores conciertos que se han presentado en nuestra ciudad. Fue una noche en que la magia y el poder de la música se expresaron con una perfección asombrosa.
