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El mundo en 2022 (I)

JORGE ALVAREZ FUENTES

Después de un año muy intenso, que nos planteó a cada uno desafíos complejos y diversos en lo personal y en social, es oportuno reflexionar sobre la prospectiva de un mundo convulso, donde la búsqueda del bienestar y la felicidad se convierte en un acto de resistencia, en un compromiso individual y colectivo que lo abraza y construye. Lo anterior en medio de un alud de mensajes de buenos deseos, tan vacuos y frecuentes en estas fechas. La pandemia continúa, pero el mundo no ha dejado de cambiar, de progresar, pero también de retroceder. En medio de un maremágnum surgen nuevas ideas, posibilidades y oportunidades. De ahí la necesidad urgente de aportar otras formas de analizar y explicar el futuro, de no perderlo de vista; de evitar desbarrancarnos en el presente. El futuro no es aquel lugar nebuloso hacia dónde nos dirigimos, es sobre todo el derrotero de nuestra propia creación. Ello implica reafirmar que son las personas, organizaciones, empresas y gobiernos quienes desempeñan un papel protagónico a la hora de determinar el rumbo colectivo de un mundo globalizado e interconectado a través de sus acciones, decisiones u omisiones. Y ello ocurre cuando, como nunca en el devenir histórico, aumenta exponencialmente la cantidad de información a nuestra disposición. Y el que para bien y para mal, la hiper comunicación haya invadido e impactado todos los aspectos de la vida cotidiana.

Los escenarios y tendencias que podemos vislumbrar van a girar en torno a la ansiada recuperación, a tratar de alcanzar una salida concertada a la catástrofe; sin embargo, la gravedad y profundidad de ésta harán imperativo avanzar, a toda costa, hacia la difícil transformación incluyente del mundo. En mi opinión, será imposible una vuelta atrás, cuando lo que resultará ineludible será una reinvención del mundo. El próximo debiera ser un año de lucha por aquellos ideales que para bien de la humanidad no deben sucumbir, sino persistir; un año de coherencia, de anticipación y proyección, y de muchos reencuentros; un año de regreso a lo fundamental -y no a la ya inexistente normalidad. Seis son las grandes dimensiones que hoy se pueden anticipar: (1) el desarrollo inequitativo y los impactos de la compleja distribución y aplicación -aún muy problemática- de las vacunas, (2) la evolución desigual en la reactivación de las economías y los consecuentes desarreglos en y entre distintos países y regiones, (3) la recurrencia de distintos estallidos sociales, en varias latitudes (4) los múltiples retos provocados por el malestar de la globalización, (5) la dificilísima gobernanza global, en medio de nuevas y peligrosas disputas y conflictos geopolíticos, (6) los cuestionamientos sobre las vías democráticas ante los procesos y descalabros electorales.

De la efectividad de las vacunas dependerá que el número de muertes tienda a disminuir. Pero aun no es claro si lograremos salir de una situación pandémica o entraremos en una endémica, esto es, que el virus COVID-19 y sus variantes permanezcan en algunas partes, reapareciendo con cierta frecuencia. Además, no hay garantía ninguna de que las vacunas existentes en 2021 llegarán a todo el mundo, sin que resulte demasiado tarde. Una vacunación global, en los próximos dos o tres años parece hoy una meta inalcanzable, a la luz de las dificultades de programas como COVAX y los graves retrasos en África y en parte de América Latina y el Caribe. También se deberá tomar en cuenta el debate en el seno de la Organización Mundial de la Salud respecto de la posible liberación de las patentes. Si la situación mejora, con porcentajes crecientes de población con vacunación completa, el 2022 debería ofrecer la oportunidad de ir generando nuevos hábitos de vida, de consumo, de movilidad, de vivienda y entretenimiento, con cambios favorables para miles de millones de personas.

Resulta evidente que la recuperación económica va a ser muy incierta y desigual, porque en muchos países y regiones será necesario tomar decisiones muy difíciles y ahondar en las tareas de reconstrucción, sin dejar de trazar nuevas formas para alcanzar un crecimiento económico sustentable, verde, antes que pensar, de manera ilusa, en un regreso al 2019. En 2022, muchos gobiernos tendrán que tomar decisiones muy difíciles para asegurar que sus economías siguen siendo competitivas, optando por apoyar o no, -y de qué manera- a determinadas industrias, empresas y actividades, priorizando el aumento de los empleos y la promoción comercial. El G20 y los organismos internacionales tendrán que vigilar que la crisis económica no se suceda en una crisis financiera, a la luz de las preocupaciones con las que cierra el presente año, respecto de los elevados niveles de endeudamiento publico y privado. Las formas de ensayar y ejecutar nuevas políticas públicas (policies) van a requerir diseños más innovadores, participativos y transparentes, donde los mecanismos de evaluación, revisión y rectificación serán determinantes. La inyección de dinero público en las economías estará en el centro de las prioridades y planes. Los paquetes fiscales orientados al desarrollo de infraestructura y de ayuda directa a las personas, a impulsar el consumo interno y las exportaciones, al igual que las remesas, determinarán los escenarios. El próximo año también será decisivo para el uso de monedas digitales y la valoración e importancia estratégica de numerosas materias primas.

Podrían ser unos nuevos locos años 20, si las clases altas y medias del mundo en desarrollo no contienen sus ganas desenfrenadas de gastar, viajar y divertirse.

@JAlvarezFuentes

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Escrito en: Editorial Jorge Álvarez Fuentes

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