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Slimfest

DENISE DRESSER

Por el bien de Andrés Manuel López Obrador, primero los ricos. Por el futuro político del Presidente y su partido, primero mantener contentos a los que siempre ganan. Para las pequeñas y medianas empresas hay palo y persecución fiscal. Para las clases medias, mentadas de madre. Sin embargo, para los privilegiados en el pináculo de la pirámide social, ni el asomo de una reforma fiscal. Ni una sola mención al clamor que recorre el mundo, exigiendo le cobren impuestos a los más ricos: "Tax the rich". Aquí persiste el apapacho de siempre y como botón -o botín de muestra- está la ofrenda que el gobierno está a punto de otorgarle al ingeniero Slim. Lo que lleva años demandando y ninguna autoridad previa se había atrevido a proporcionarle: acceso a la televisión de paga. Acceso al triple play. Acceso a una nueva fuente de poder y riqueza, en un país donde ambos ya están concentrados en manos del plutócrata preferido de la 4T.

Consentido por Carlos Salinas de Gortari, cuando le vende Telmex y convierte un monopolio público en un monopolio privado. Protegido de la competencia real durante décadas, lo cual le permite extraer rentas y lo convierte en uno de los hombres más ricos del planeta. Obligado a aceptar la entrada de nuevos jugadores con reformas a la Ley Federal de Telecomunicaciones en 2013, lo cual produjo precios más bajos para todos, empezando por los más pobres. Una crónica de consumidores expoliados, regulación incipiente, esfuerzos tímidos de contención y gobiernos débiles o cómplices. Una historia de avances lentos y con Carlos Slim siempre en contra, siempre obstaculizando, siempre saboteando, siempre ignorando o viendo cómo saltarse los términos de la concesión que el gobierno le dio en 1991. Y ese documento contiene una cláusula muy específica: se le impedirá a Telmex ingresar al mercado de la televisión, para evitar su dominancia en otros ámbitos. Presidentes previos se coludieron con Slim o le proporcionaron protección regulatoria. Pero ninguno, desde Salinas, había prometido darle tanto: empoderarlo aún más. Enriquecerlo aún más.

Ahora, el Presidente que prometió separar el poder político del poder económico, decide reforzar el nudo que los mantiene atados. En una decisión que el Instituto Federal de Telecomunicaciones, después de haber recibido el beneplácito del Presidente, piensa anunciar próximamente. Después de peticiones postergadas o rechazadas, y en un revire inexplicable, el órgano regulador anuncia que Claro Video -una empresa de Slim- podrá ofrecer televisión de paga, porque no se le aplica la restricción prevista para Telmex. Como si Claro Video no formara parte del imperio Slim; como si estuviera desvinculada de Telmex y de América Móvil. O ingenuos o presionados o capturados, los miembros del Ifetel ponen en riesgo lo que la regulación había logrado en los últimos años: reducir la participación de mercado de banda ancha en manos de Slim de 70 a 45 por ciento. Contener al monopolista y obligarlo a competir. Darle opciones al consumidor y reducir precios que habían sido históricamente altos. Incrementar la inversión en un mercado concentrado por un solo hombre y su empresa. Todo ello benefició a 49 millones de personas que se pudieron conectar al internet dado que los precios disminuyeron y la cobertura creció. Todo ello en riesgo.

Porque el Presidente quiere congraciarse con su amigo en lo que resta del sexenio, y de cara a la sucesión presidencial. AMLO desdeña la inversión, se burla del imperativo de la competencia, y cree que la regulación es un resabio tóxico del neoliberalismo. En vez de promover una regulación robusta y autónoma, nos regresa a la era de la regulación capturada por el Poder Ejecutivo, para él, para sus cuates. ¿Y quién pagará el precio del obsequio a Carlos Slim? El pueblo bueno, obligado a pagar más por las alianzas políticas del Presidente.

Habrá quienes justifiquen este revés, apelando a un nacionalismo mal entendido: mejor que nos expolie Slim con la venia del Presidente, a que nos expolien empresas extranjeras. Cuando la lógica ciudadana y gubernamental debería converger, para ponerle fin a la expoliación. Para ponerle un alto a la extracción de rentas. Para impedir que oligarcas como Slim abusen de su posición predominante. Pero en lugar de ello, López Obrador arma el Slimfest, y le da permiso al ingeniero para que vuelva a exprimirnos como naranjas.

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