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Tres años de decepción

MARÍA ELENA MORERA

El pasado 1.° de diciembre se cumplieron tres años del actual gobierno federal. El presidente López Obrador decidió hacer un llamado a sus simpatizantes a congregarse en el Zócalo capitalino para compartirles el mismo discurso recurrente, plagado de contradicciones y mentiras. Al parecer, el Ejecutivo se encuentra observando una realidad paralela ya que, para él, todo va viento en popa. Planteó por ejemplo que la crisis sanitaria ya pasó y que "se domó al virus", lo que es un insulto para los cientos de miles de familias que ya perdieron un ser querido. También afirmó que la economía va bien, que existe estabilidad en nuestra moneda y que la inflación, que no veíamos desde hace 20 años, nos viene de Estados Unidos. Como siempre, eludiendo su responsabilidad en el desastroso manejo de la pandemia y la economía.

En el tema de la inseguridad, sigue sosteniendo que es un problema heredado y que, pese a ello, se está "pacificando" el país con su fórmula de "abrazos y no balazos". Planteó que el 95 % del huachicol se eliminó, que los homicidios se han reducido 0.7 % y que el robo de vehículo disminuyó 29 %. Nos dice que "se ha demostrado que la violencia no se combate con más violencia y que el mal debe enfrentarse con el bien". Alguien debería informarle al presidente que los malos van ganando, porque en estos tres años se han cometido casi 107 mil homicidios, lo que significa que a diario se cometen alrededor de 100 asesinatos; los feminicidios continúan al alza y suman al menos 2,891 casos; se han reportado más de 650 mil casos de violencia familiar y más de 172 mil robos con violencia; casi 26 mil extorsiones y más de 3,500 secuestros. Y todo lo anterior, con alrededor de 93 % de los delitos sin denunciar, como nos lo informa el Inegi.

Algo que sí ha avanzado es el proceso de militarización del país, que él niega: "las acusaciones carecen de toda lógica y de la más elemental buena fe". Señor presidente, no se trata de un acto de fe, sino de hechos: la SEDENA incrementó su presupuesto en casi 40 %, la SEMAR en un 12 % y la GN un 18 %. No solo le mintió a la sociedad al no sacar a las Fuerzas Armadas de las calles, sino que mantiene el mayor despliegue de nuestra historia moderna, les incrementa los ingresos y los negocios sin ton ni son, y abusa de su lealtad al endilgarles más funciones un día sí y el otro también. Ahora no solo vigilan las calles, también reparten despensas, construyen aeropuertos y carreteras, detienen migrantes, distribuyen medicamentos y vacunas, y administran aduanas y puertos, entre decenas de responsabilidades en las que no debían tener nada que ver… y como si ya hubieran resuelto la inseguridad que azota a todo el país.

Para continuar con el descaro, se atreve a decir que ya no hay violaciones a los Derechos Humanos y declara sin titubear que su gobierno respeta la Constitución, y que, después de atacar al INAI y soltar el decreto que busca ocultar sus manejos presupuestales, hay transparencia plena y derecho a la información.

No ha habido un Gobierno que mienta con tal desparpajo y cinismo, lo que significa que nunca asumirá sus responsabilidades, y ello augura un futuro muy complejo para México los próximos años. Por ello, hoy es más importante que nunca mantener la crítica al poder, insistir en que se debe reconocer y atender los problemas, señalar que hay otros caminos. Frente a la cauda de barbaridades y mentiras, la resignación no puede ser una opción.

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