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Vibremos positivo

DAMARIS GONZALO.-

¨Las emociones no pueden ser ignoradas sin que haya consecuencias. De ahí los crecientes niveles de ansiedad y depresión. Evitar las emociones tiene múltiples costes Hilary Jacobs Hendel.

Y no podría estar más de acuerdo. Es crucial poner atención en la información que nos están dando. Son fuerzas biológicas, arraigadas ancestralmente en lo más profundo de nuestro subconsciente, de ahí precisamente proviene la dificultad de entenderlas y aceptarlas. Vivimos todavía como hijos de la era freudiana, donde la mente prima por encima de la materia, donde hemos aprendido a reprimir con la falsa idea de sobrevivir. Integrar todas nuestras inteligencias todavía a fecha de hoy es una asignatura pendiente.

Tenemos pavor a entregarnos a las emociones, sobre todo cuando nos embargan. Nuestra forma de gestión, en la mayor parte de los casos suele ser, evitándolas huyendo de ellas o anestesiándolas. Y seamos sinceros, a nadie le hace mal desconectar con una copita de vino, es más, forma parte de un área fundamental que debemos cuidar y atender que yo llamo ¨ zona loca, donde soltamos, sin más. Ahora bien, si esta "zona loca" se convierte en nuestra forma de gestión habitual de las emociones, estamos entrando en una espiral un tanto peligrosa, porque en realidad, lo que estamos haciendo es esquivar y bloquear. Bloquear para no sentir, evitar para no afrontar. El bloqueo sin embargo tiene consecuencias a medio y largo plazo. Causa estrés en nuestra mente y en nuestro cuerpo.

Nuestra programación ancestral, instalada en nuestro subconsciente y no sometida al control de lo consciente actúa, en realidad, para nuestra protección y supervivencia. Está señalando un "peligro", una situación sobre la que debemos actuar. Por tanto, la emoción señala que debes llevar a cabo una acción. Las emociones fundamentales (Miedo, tristeza, ira y felicidad) nos dicen qué necesitamos, qué queremos, que nos gusta y qué no nos gusta. Reconocerlas y validarlas nos lleva al entendimiento de los que nos está ocurriendo, y por tanto, nos ayuda a traducir el lenguaje simbólico del inconsciente al lenguaje consciente y cognitivo. Este es el proceso neurológico que nos permite traducir, entender y aceptar lo que sentimos. En cambio, comúnmente, cuando nos sentimos gobernados por una emoción respondemos con otra emoción inhibitoria, por ejemplo, "no lloro porque me da vergüenza", en consecuencia, reprimo y probablemente a medio largo plazo, eso derive en ansiedad (si lo que está indicando la emoción con el instinto de llorar es suficientemente intenso e importante para nosotros). Hemos aprendido a necesitar estos mecanismos de defensa para que las emociones no nos desborden. Y lo que ocurre a continuación es lógico: destinamos una gran parte de energía a defendernos de esa emoción. Energía que mientras se ocupa de reprimir no se preocupa de otras necesidades o conductas vitales igualmente importantes en nosotros.

El ciclo emocional es en realidad sencillo: sube, culmina y baja. Cada persona tiene sus tiempos. Si interrumpimos este ciclo, lo anestesiamos o lo ignoramos, generamos comportamientos defensivos, acumulamos químicos nocivos en nuestro cuerpo (que se generan justamente como indicadores de que algo no va bien) y distorsionamos pensamientos y comportamientos.

Una de las formas más eficaces de subsanar esta mala costumbre de gestión emocional es precisamente lo que en coaching llamamos, "bajar al cuerpo". ¿Suena extraño verdad? Pero se entiende atendiendo a lo siguiente. El lenguaje del subconsciente, donde yacen las emociones básicas, es simbólico. No trabaja con estructuras lingüísticas, ya que esta comunicación pertenece a nuestro lado cognitivo, racional y analítico. Nuestro cerebro es una potente fuerza, pero a la vez un gran saboteador. Actuará siempre desde la ley del mínimo esfuerzo y máximo rendimiento, lo que no siempre es útil en un entorno y sociedad avanzados y altamente demandante emocionalmente. El cuerpo, en este caso, es la fuente de auténtica información. Por tanto, antes de reprimir, cierra los ojos y observa tu cuerpo. Escanéate. Qué sientes, dónde lo sientes, qué información está apareciendo. Lo primero que suele suceder es la toma de conciencia de muchas emociones a la vez "siento de todo", y nos suele costar identificar y poner nombre a lo que sentimos y dónde lo sentimos. Calma, es normal, no estamos acostumbrados a escuchar desde ahí. Pero si lo hacemos y adquirimos el hábito, nos daremos cuenta que cuando prestamos atención a la emoción, esta se calma, deja de secuestrar y por tanto de segregar químicos que alteran el juicio. Seremos capaces de serenar nuestro sistema límbico, de entender porque sentimos lo que sentimos y por tanto, de reaccionar de una forma más sana para nosotros mismos y nuestro entorno.

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