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¿Y qué somos?

Nunca es tarde para pensar en nosotros mismos, para reconocer los errores, para reandar caminos y experimentar la plenitud.

¿Y qué somos?

¿Y qué somos?

MARCELA PÁMANES

El mundo interior de cada uno de nosotros es el que realmente habitamos. Cada pensamiento generado, cada emoción sentida, cada palabra dicha, cada intención manifiesta, cada momento de duda, cada ilusión albergada, cada anhelo, cada sueño, cada deseo, cada rabia, cada imagen, cada sonido, cada canción escuchada, cada olor percibido, cada sensación captada, cada oración vertida con fe, cada esperanza permitida, cada minuto vivido está contenido en ese mundo interior que nos hace ser quienes somos.

Cuando escribo esto, reviso mi propia interioridad e indago qué de todo eso vivido ha dependido de mí y cuánto obedece a eso que nos toca como parte de la experiencia humana. Ser observadores de nuestra existencia es una obligación. No sugiero obsesionarnos con nosotros mismos, lo que digo es que tengamos esta capacidad de reconocernos cada vez que podamos y saber que este preciso y precioso momento es irrepetible; no habrá otro igual y lo que hagamos con él quedará escrito en el libro de nuestra historia, será eso que el día de mañana recordarás con nostalgia, borrarás de tu conciencia o te marcará emocionalmente para siempre. Al final, este día vivido será una pieza más en la conformación de tu ser.

Creo que hace falta reconocer nuestra humanidad, con todo lo que ello implica. Somos seres que buscamos con mucho afán eso que nos enseñaron y que nombramos como felicidad. Cada quien tendrá su definición, pero en el fondo la de todos se parece: estar contentos, sentirnos satisfechos. Luego, es importante identificar nuestras debilidades, los defectos de carácter, las decisiones erróneas que hemos tomado, por ejemplo, la inflexibilidad o el deseo de control.

Tal vez es necesario ir más allá y hacernos algunas preguntas: ¿Me gusta lo que soy y cómo soy? ¿Reconozco mis cualidades y mis defectos? ¿Me convertí en lo que alguien más quería que fuera? ¿Soy la persona que quiero ser? ¿Qué pienso de mí?

Nunca es tarde para pensar en nosotros mismos, para reconocer los errores, para reandar caminos y experimentar la plenitud, porque si de algo estoy segura es que no es la edad la que nos hace sentir plenos; es, más bien, lo que te preguntas y respondes en la soledad de tu diálogo interno. También sé que la mente actúa a conveniencia: siempre encontramos justificaciones y somos muy generosos al momento de explicarnos por qué nunca atendimos y corregimos lo que nos ha impedido ser mejores.

Una persona, a la que quiero bien, suele decir que es como es porque no había ninguna otra posibilidad cuando creció en el seno de una familia disfuncional, con un padre ausente y una madre sumisa. Solemos ampararnos en ello, aunque la verdad, cuando como adulto reconoces las carencias emocionales que viviste y no haces nada para repararlas, no hay justificación alguna para la inacción. Por mi parte, creo que soy lo que pienso y pienso lo que soy. También sé que mis pensamientos están modelados y que para mí no hay nada más urgente que identificarlos y aceptarlos, pero también acotarlos, porque ellos tienen la gran capacidad de hacerme sentir bien o mandarme al abismo.

El bienestar depende mucho de reconciliarnos con nosotros mismos. A veces las luchas externas, los enojos con los demás, son una transferencia que hacemos de lo que no aceptamos en nuestro mundo interior. Me resisto a que el día de mañana me pueda más lo que dejé de hacer que lo que hice; por eso, me propongo terminar de conocerme hasta donde sea posible. Estoy dispuesta a sorprenderme con los hallazgos que haga de mí, a perdonarme y a aceptarme, porque luego se nos va la vida buscando que los demás nos valoren cuando lo principal debería de ser la propia valía que encontremos en el ser que somos.

Y lo que soy es un puñado de creencias establecidas, de deseos instalados por el sistema de vida, soy brasas de un fuego de ilusiones, soy obsesión llevada al extremo, soy miedo que inhibe la acción, soy cálculo manipulador, soy río que se corta y que no fluye, soy control y me reconozco débil y fuerte a la vez, y no me apena decirlo.

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Escrito en: ser reflexión Marcela Pámanes

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