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Violencia contra mujeres

Todos los partidos aprobaron la legislación de violencia política de género que hoy se usa como instrumento de censura. La culpa es de todos.

Violencia contra mujeres

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SERGIO SARMIENTO

Los políticos de nuestro país han entendido que si presentan denuncias por “violencia política de género” pueden censurar informaciones sobre la corrupción. Por eso se han multiplicado. El propósito no es proteger a las mujeres, sino ocultar sus faltas. 

Mientras estas denuncias aumentan, la violencia real contra las mujeres no sólo se mantiene, sino que se vuelve cada día más intensa. Casos como el de la maestra jubilada Irma Hernández Cruz, asesinada en el estado de Veracruz por no haber pagado su “cuota” a la mafia para trabajar como taxista y ganar un dinero adicional, o el de las niñas Meredith, Medelin y Karla, y su madre, asesinadas en Sonora, conmocionan al país, pero lo que verdaderamente importa a los políticos es detener la publicación de trabajos periodísticos, los comentarios y opiniones en medios o redes sociales que revelan actos de corrupción. Todos los partidos aprobaron la legislación de violencia política de género que hoy se usa como instrumento de censura. La culpa es de todos.

Lo peor es que estas leyes se sustentan en un menosprecio fundamental de las mujeres. Dan por hecho que no pueden argumentar o defenderse de las acusaciones usuales que se cruzan en las batallas de la política. Suponen que necesitan un tribunal que censure la expresión de opiniones críticas. Es como la ley que define cuotas para las mujeres en los congresos o las posiciones políticas, como si ellas no tuvieran la capacidad de ganarse esos cargos por sí solas.

En México hemos tenido muchas mujeres de fuerte carácter y firme visión que han ocupado posiciones en el legislativo o el ejecutivo sin necesidad de cuotas paternalistas. Hoy sus esfuerzos se ven minimizados por el reparto de esas cuotas al amparo de estas leyes. Lo peor es que, ante un menor interés femenino por ocupar cargos públicos, vemos un reparto de candidaturas y puestos a mujeres seleccionadas simplemente por su cercanía a un líder político u otro.

El verdadero feminismo es distinto. Es el que plantea que las mujeres no son inferiores a los hombres, el que afirma que no necesitan un trato especial para alcanzar cargos de responsabilidad. El verdadero feminismo sostiene que las mujeres no deben ser discriminadas, pero que tampoco necesitan tratos preferenciales sustentados en la idea de que no tienen la capacidad de un hombre para alcanzar sus objetivos.

Estamos viviendo un tiempo en que la política se ha cargado de insultos y descalificaciones. Es en parte consecuencia de la manera en que el expresidente Andrés Manuel López Obrador se burlaba de cualquier persona que pensara diferente a él, como parte de una estrategia para fortalecer su causa. Las redes sociales, por otra parte, son particularmente propensas a los insultos, que afectan por igual a ambos géneros.

El Estado puede tratar de disminuir las tensiones que surgen de las mutuas descalificaciones de los actores políticos, pero su responsabilidad es impedir la violencia. No tiene sentido promulgar una ley para evitar las críticas a las mujeres en la palestra política, que son a fin de cuentas ricas y poderosas, mientras se desprotege a las mujeres del pueblo que enfrentan crímenes reales. Los políticos hacen discursos para afirmar que defienden al pueblo, pero sólo se interesan en proteger sus propios privilegios.

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