Durante mucho tiempo, las mujeres hemos buscado seguridad y protección en los principales entornos sociales en los que nos desarrollamos, al tiempo que hemos aprendido a alejarnos de entornos violentos socialmente aceptados. En el mejor de los casos, muchas mujeres han tenido la fortuna de encontrar lugares seguros, tanto físicos como emocionales, en sus redes de apoyo. Desafortunadamente, no todas han tenido la misma posibilidad en sus vidas.
Al no encontrar esa seguridad en el entorno cercano o en sus redes de apoyo, se activa de forma automática el modo "supervivencia"; es decir, un estilo de vida en donde, la mayor parte del tiempo, los sentidos y el cuerpo en general entran en modo alerta, de la mano con un estado constante de estrés. Esto las lleva a depositar grandes cantidades de fuerza física y energía mental para poder reaccionar (atacar o huir) cuando se presenta una amenaza, ya sea real o percibida.
El punto relevante en este tema es que la "amenaza" no necesariamente es una persona. Lo complejo de la situación radica en el hecho de que una mujer que entró en modo supervivencia percibe a la vida misma como "la amenaza principal".
Esta situación la lleva a tener una fuerte necesidad de control en todas sus actividades diarias, desde las más simples hasta las más complejas, creando así una falsa sensación de seguridad. Pues, al tener todo bajo control, ¿quién o qué podría lastimarla? Paradójicamente, son mujeres que no se permiten ser ayudadas, debido a que en el pasado, cuando eran niñas, tuvieron que resolver por sí mismas situaciones de autocuidado que no les correspondían para su corta edad, o incluso tuvieron que cuidar de sus propios padres, cuando lo más sano y natural era que papá y mamá cuidaran de ellas, satisfaciendo sus necesidades tanto emocionales como físicas.
Es común que una mujer que aprendió desde pequeña a no necesitar de nadie tenga un sistema nervioso en constante estado de alerta, y no por elección, sino porque su infancia fue lo que le enseñó. Entonces, aprendieron a resolver por sí mismas, a ser autosuficientes e hiperindependientes por necesidad. Por lo tanto, son mujeres que tienen dificultades para delegar y para confiar, mujeres que no se permiten descansar, mucho menos disfrutar, pues la mayor parte del tiempo necesitan estar "alerta" para reaccionar ante lo que pudiera suceder. Aprendieron a no necesitar, a no pedir, a no sentir, debido a que sus necesidades y emociones fueron ignoradas.
Para todas aquellas mujeres que alcanzan a identificar que viven en modo supervivencia, salir de ese estado es posible si logran reconectar con su autocompasión, permitiéndose sentir para identificar sus propias necesidades emocionales. Y si no sabes cómo iniciar, siempre será una buena opción recibir la ayuda de un profesional de la salud mental.
¿Y ustedes, perciben la vida como un lugar seguro o como un lugar amenazante?
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