EL PUNTO
Uno de los detalles que me sorprendió es que, siendo la tierra un bien muy escaso, Japón está colmado de jardines y templos. Allí se pueden ver a ancianos y también jóvenes, sentados, mirando los detalles, en un éxtasis de contemplación. No parecen tener ningún apuro y escudriñan los laberínticos espacios colmados de simbología.
Los jardines de Japón están signados por curvas y asimetrías. Cada árbol, piedra, flor, el musgo, la arena y el agua están colocados, no de forma azarosa, sino calculada, con el ánimo de producir un efecto sutil que solo podrá ser descifrado por la contemplación silenciosa.
Algo singular de cada jardín es que el aspecto del paisaje cambia dependiendo del lugar desde el que se mira, la hora y la estación. Generalmente, en un sendero hay un sitio especial, una piedra: es el punto desde el que se puede mirar todo el esplendor del jardín. Se lo llama Shitenba, el mejor punto para ver.
Nuestra vida está colmada de eventos inciertos, escenas complejas que a veces nos ponen en pausa. Ese espacio de reflexión, en ocasiones, no alcanza porque no podremos desbloquear lo que permanece trabado. Es necesario buscar esa piedra, ese punto desde el que podremos contemplar todo el contexto. Parados en otro lugar solemos encontrar la salida, esclarecer la confusión.
Los problemas tienen una particularidad: suelen desdibujarse cuando los vemos en su totalidad, con otra perspectiva. Se hacen menos amenazantes, más pequeños; incluso, algunos se disuelven solos, como las sombras de la noche.
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