En los últimos años, organizaciones sociales como Femmex han puesto sobre la mesa una conversación urgente: el impacto de la menstruación mal gestionada en la vida escolar de millones de niñas y adolescentes.
Falta de acceso a productos de higiene, educación todavía deficiente e insuficiencia en la infraestructura escolar son factores que mantienen a miles de niñas en pobreza menstrual y que provocan, entre otras cosas, ausencias recurrentes, bajo rendimiento académico y abandono escolar.
Se estima que en América Latina, 1 de cada 4 niñas falta a clases durante su periodo. Este dato ha encendido alarmas en políticas públicas, organismos internacionales y colectivos feministas.
Pero hay otro ciclo que aún no encuentra eco: el absentismo laboral que provoca la menopausia y sus múltiples manifestaciones.
Mujeres profesionales, madres, líderes, emprendedoras que, al llegar a la mediana edad, comienzan a enfrentar sofocos intensos, insomnio crónico, ansiedad, dificultades de concentración, fatiga extrema o dolores articulares.
Síntomas que no siempre se identifican a tiempo, que se minimizan o se tratan con ligereza. ¿El resultado? Ausencias en el trabajo, bajo rendimiento, renuncias anticipadas o despidos disfrazados de "baja productividad".
La menstruación ha sido un tabú que estamos comenzando a romper. Pero la menopausia sigue envuelta en un doble silencio: el social y el laboral. Como si la salud hormonal de las mujeres tuviera fecha de caducidad en la agenda pública. Como si, al dejar de menstruar, también dejaran de importar.
El paralelismo es claro: en la escuela o en la oficina, la falta de una gestión digna de la salud hormonal femenina tiene consecuencias estructurales. Afecta el acceso a derechos, la autonomía económica, la autoestima y la permanencia en espacios clave para el desarrollo personal y colectivo.
El pasado 1 de mayo conmemoramos el Día Internacional del Trabajo y en ese contexto se hizo énfasis de nuevo en los grandes pendientes al respecto: la necesidad de un sistema nacional de cuidados, en que la participación laboral femenina sea reconocida y remunerada sin sesgos de género, en la regulación del trabajo informal, entre otras; sin embargo, sigue estando ausente un tema crítico: políticas laborales con perspectiva hormonal.
¿Suena excesivo? No, si tomamos en cuenta que según datos del INEGI, se estima que en México hay más de 5 millones de mujeres entre los 45 y 55 años de edad que son económicamente activas y que hoy no cuentan con horarios flexibles, licencias adaptadas, equipos directivos capacitados, acompañamiento médico especializado y entornos donde hablar de menopausia no sea motivo de vergüenza, sino de empatía y acción.
Aunque en México, qué raro, no hay datos oficiales específicos, en una encuesta realizada en Estados Unidos, por ejemplo, el 11% de las mujeres reportan haber faltado al trabajo al menos un día en el último año debido a síntomas relacionados con la menopausia y más del 13% informó haber experimentado algún resultado laboral adverso, como disminución en la productividad o necesidad de reducir horas laborales, a causa de los síntomas.
Lo que es un hecho es que la salud menstrual no es solo un tema pendiente de atención integral que afecta a mujeres en edad escolar; sino que, a lo largo de la vida, sigue siendo un tabú y, por lo tanto, una expresión más de injusticia social de género.
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