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Viaje a 1925 y de regreso

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Te propongo que viajemos 100 años atrás. Estamos en agosto de 1925. El fascismo se afianza en Italia de la mano de Benito Mussolini. Adolfo Hitler publica Mi lucha, la obra que plasma las ideas que darán forma a la Alemania nazi. Bajo el mandato francés, la Federación Siria desaparece para dar paso al Estado Sirio, antecedente de la Primera República Siria. Se funda la Dinastía Pahlavi en Persia que se mantuvo hasta la Revolución Islámica de 1979. En Londres se firman los Tratados de Locarno para definir los límites territoriales en Europa tras la Gran Guerra. En EUA y RU se llevan a cabo las primeras transmisiones de imágenes de televisión. En Washington, la organización racista Ku Klux Klan lleva a cabo una demostración de fuerza con un desfile de unos 35 mil simpatizantes. En Tennessee, el profesor John T. Scopes es declarado culpable de violar la ley Butler que prohibe la enseñanza de la teoría de la evolución de Charles Darwin en las escuelas. México se encuentra en proceso de consolidación de un nuevo régimen, el de partido de Estado, tras 15 años de guerra civil.

Es el mundo de 1925. Un mundo en el que los más sorprendentes avances científicos conviven con las más reaccionarias normas anticientíficas. En el que los extremismos de derecha se alzan con el poder y se muestran en la calle, mientras las potencias europeas se reparten territorios. Para cuando termine el primer cuarto del siglo XX, el orbe ya habrá sido golpeado por una serie de acontecimientos que conforman una clara tendencia de transición. La guerra ruso-japonesa de 1904-1905. Cuatro revoluciones: las rusas de 1905 y 1917, la mexicana de 1910 y la china de 1911. Una crisis económica entre 1907 y 1908. La creación en 1907 de la Triple Entente (RU, Francia y Rusia) para hacer contrapeso a la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia).

Tensiones geopolíticas por el control de Marruecos entre 1905 y 1911. Las guerras en los Balcanes entre 1912 y 1913. Una carrera armamentista que aumentó la capacidad destructiva de los arsenales y saturó los inventarios de los países. Una guerra mundial, la de 1914-1918. Una pandemia de influenza entre 1918 y 1920. La creación de la Sociedad de Naciones en 1919, antecedente de la ONU. Una segunda revolución industrial que transformó los transportes y las comunicaciones e hizo al mundo más pequeño y más rápido. Y una guerra comercial iniciada por EUA, la potencia emergente de la época, con la ley de aranceles Fordney-McCumber en 1922. Como telón de fondo, un movimiento migratorio masivo de Europa a América, y la fragmentación del orden liberal creado por el Imperio británico.

Quienes habitan ese mundo no lo saben, pero están viviendo la mayor transformación global en una centuria. Una transformación que durará todavía veinte años más. Y que concluirá en agosto de 1945 con el asesinato súbito de cientos de miles de personas a causa de la mayor y más destructiva innovación tecnológica hasta entonces concebida: la bomba atómica. Las dos bombas de EUA no sólo pusieron fin a la vida de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki y significaron el colofón de la Segunda Guerra Mundial. Marcaron la culminación de una época y de una transición hegemónica que duró cuarenta años. El Imperio británico, que desde 1815 detentaba la hegemonía global, cedió su lugar al nuevo imperio estadounidense.

Viajemos de regreso a 2025. En el primer cuarto del siglo XXI hemos vivido acontecimientos que también marcan una tendencia. La guerra internacional del terror, que se saldó con el primer ataque aéreo en suelo continental estadounidense el 11 de septiembre de 2001 y dos invasiones desastrosas: Afganistán e Irak. Una crisis económica global. Una pléyade de conflictos políticos y tensiones geopolíticas a lo largo del mundo musulmán que tuvo su pico destructivo en Siria, escenario de una guerra subsidiaria internacional. La anexión rusa de Crimea. El divorcio del RU de la UE. El ascenso del nacionalismo xenófobo trumpista en EUA. La guerra comercial de la potencia americana en repliegue contra China, potencia emergente. La pandemia de COVID-19. La invasión rusa en Ucrania. La guerra de Israel contra Palestina y el Eje de la Resistencia que encabeza Irán. El regreso de Trump a la Casa Blanca y una nueva guerra comercial, ahora contra medio mundo. Y en México, la consolidación de un nuevo régimen, el iliberal de partido hegemónico, tras años de violencia criminal y polarización política.

Todo esto ocurre en medio de nuevos movimientos migratorios masivos, ahora en dirección de Sur a Norte, con la consecuente reacción xenofóbica en las sociedades receptoras. El encumbramiento de facciones de extrema derecha en países occidentales con un fuerte tufo neofascista. El regreso de la geopolítica de bloques con el Eje de Eurasia encabezado por China, que busca un nuevo orden multipolar, frente a la Alianza Atlántica liderada por EUA, y con la nueva Triple Entente formada por RU, Francia y Alemania para plantar cara a Rusia.

Las tensiones se multiplican, el orden neoliberal se fragmenta y una nueva revolución industrial avanza, la Inteligencia Artificial, con una gran capacidad de disrupción dada la velocidad de los avances y la profundidad de los cambios. Pero también emergen resabios del pasado, con decretos en EUA contra la diversidad, la educación, la ciencia y las teorías críticas raciales y de género. Como hace un siglo, los avances conviven con las posturas más retrógradas. Somos testigos de guerras en las que se usan equipos avanzados junto con técnicas antiguas como la guerra de trincheras, ahora bajo la sombra de la amenaza nuclear. Observamos con más azoro que compromiso cómo las estrategias bélicas más atroces de la Segunda Guerra Mundial se usan hoy en Gaza para matar de hambre a una población entera y ejecutar una limpieza étnica del territorio.

Pero en 2025 sabemos lo que no sabían los humanos de 1925: que nos encontramos viviendo nuestra transformación global. Una transformación que marca el fin del ciclo hegemónico estadounidense, pero que aún no nos permite vislumbrar a ciencia cierta qué tipo de orden le sucederá. Me parece que aún nos quedan años de caos y transición antes de saberlo. Pero no debemos quedarnos sentados a la espera de que los cambios ocurran. Tenemos que actuar para evitar pagar los altísimos costos humanos y materiales de las transiciones del pasado. Además hoy tenemos enfrente un desafío propio de nuestra generación: el calentamiento global.

¿Seremos capaces de aprender? La generación que vivió la primera mitad del siglo XX pagó un precio incalculable por su incapacidad de ver y evitar el colapso violento del orden. La generación que vivimos en la primera mitad del XXI tenemos, al menos, la ventaja de conocer ese desenlace. No podemos alegar ignorancia. Si repetimos la tragedia es por estupidez, ambición y/o soberbia. Así de fácil.

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Escrito en: Urbe y Orbe Columnas editorial Arturo González González

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