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Una disyuntiva

JUAN VILLORO

El documental AlphaGo, disponible en YouTube, retrata la disputa de un programa de inteligencia artificial contra el gran maestro del Go, el juego con más combinaciones creado por el ser humano.

En 2016, el campeón reinante era Lee Sedol, de Corea del Sur. Las posibilidades de que alguien lo destronara eran tan escasas que él se ufanaba de su superioridad. Aceptó enfrentarse a una máquina, confiando en derrotarla. Sin embargo, las cinco partidas se convirtieron en una terapia de shock que transformó a Sedol en alguien de repentina humildad: perdió 4-1.

El rasgo más sorprendente del documental es la euforia de los programadores que festejan el triunfo de AlphaGo sobre la inteligencia humana. Mientras bebían la champaña del éxito, no sospecharon que contribuían a que la IA se desarrollara lo suficiente para suplantarlos a ellos mismos.

Menciono esta anécdota por una decisión que tuvimos que tomar varios periodistas. En 2022, recibí en Colombia un premio de la Fundación Gabo y me pareció correcto donarlo a una causa vinculada con la protección de colegas (de 2019 a abril de 2025, Reporteros sin Fronteras contabilizó 48 asesinatos de informadores en nuestro país).

Consulté a Marcela Turati, referente esencial del periodismo de investigación y fundadora del colectivo Quinto Elemento Lab. Surgieron varias propuestas y una de ellas tuvo que ver con la IA. El periodista catalán Pere Ortin se involucró generosamente en el asunto y nos habló de una empresa de Barcelona capacitada para "revivir" a informadores que han perdido la vida. De inmediato pensamos en Regina Martínez, asesinada en 2012, que cubrió la corrupción de los gobernadores veracruzanos Fidel Herrera y Javier Duarte. Hasta la fecha, ese crimen recibe el manto protector de la impunidad.

La IA ya puede producir textos convincentes "a la manera" de casi cualquier periodista. Si alimentábamos la máquina con los textos de Regina, y con los datos del contexto político y cultural que la hizo posible, podría seguir reporteando desde el más allá. De ese modo, su voz no sería silenciada.

La recuperación de un discurso acallado por las balas nos pareció relevante. Sin embargo, al apoyar la creación de una reportera robótica, contribuiríamos de manera inevitable a la suplantación de los periodistas reales.

En este punto de la argumentación, el equipo de Quinto Elemento desvió la vista a los colegas que trabajan en zonas de riesgo donde la desaparición de reporteros no se debe a la sustitución digital, sino a la cruenta actividad humana.

Hay registros de asesinatos de informadores, pero muy pocos de desapariciones forzosas. Quinto Elemento detectó las regiones más afectadas por este delito: Chihuahua, Guerrero, Michoacán, Veracruz y Tamaulipas. No es fácil recabar información de registros cívicos. Entre otros muchos logros, el INAI fue decisivo para dar a conocer la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, y la red de corrupción de la Estafa Maestra (7,600 millones de pesos desviados durante el gobierno de Peña Nieto). La reciente desaparición de este organismo dificulta el conocimiento de una información que debería ser pública; aun así, es posible atar cabos para conocer historias que podrían caer en el olvido.

Quienes investigan el horror padecido por sus compañeros suelen sufrir explicables crisis psicológicas. En México, indagar hechos criminales pone en riesgo la vida y la salud mental. Por lo tanto, el trabajo de los reporteros de alto riesgo (¿cuántos no lo son?) requiere del acompañamiento de terapias especializadas y de asesoría jurídica. Los desafíos que comporta la investigación de desapariciones son múltiples. Sin embargo, experiencias previas alientan a proseguir esa senda. Pienso, por ejemplo, en el significativo proyecto sobre la necrópolis en la que se ha convertido nuestro país: "El país de las dos mil fosas", que involucró a cuarenta colaboradores y a tres medios internacionales.

El planeta avanza hacia lo posthumano. ¿Vale la pena recuperar una voz violentamente cancelada a riesgo de potenciar la IA que suplantará a numerosos informadores o resulta preferible ayudar a que reporteros reales averigüen el destino de colegas desaparecidos?

Optamos por lo segundo, en beneficio de lo humano.

Es posible que la especie no merezca ser salvada en su conjunto. Si algo la dignifica son los periodistas que buscan la verdad.

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