
Enrique, Jessica y Juanis.
No te vayas sin decir adiós dejó una marca profunda en quienes asistieron al Teatro Nazas. Hubo lágrimas discretas, miradas largas y silencios que decían más que cualquier diálogo.
El público no solo vio la obra, la sintió, la habitó. Muchos salieron conmovidos, removidos, como si algo muy propio se hubiera dicho por fin en voz alta. Fue una función que no terminó con el aplauso, sino que siguió latiendo en cada espectador al salir del teatro.