El tema más sensible de la agenda binacional -la seguridad- carece de un acuerdo macro que lo regule. El hueco enmarca la enorme relevancia que tiene el anuncio hecho en la mañanera de que en unos días se firmará un acuerdo de seguridad con Estados Unidos.
Hasta ahora la seguridad se regula con un buen número de acuerdos sobre puntos concretos metidos en un entendimiento informal logrado en 1927 entre el embajador de Estados Unidos y el entonces presidente Plutarco Elías Calles. Su esencia es muy elemental: los gobiernos se respaldan cuando sea necesario. Eso explica la inclusión de una frase en el Plan de Defensa Continental de Estados Unidos de 1949 (en su momento clasificado de Top Secret): en caso de guerra "podían contar con México". Y cuando México ha tenido grandes crisis -las financieras de 1985-86 y 1994-95- Washington entró al rescate.
El entendimiento dejó de ser funcional a medida que creció el poder y la violencia de las organizaciones criminales. Claudia Sheinbaum y Donald Trump llegan al poder convencidos de la urgencia de poner un alto a los criminales y es entonces cuando nos enteramos del acuerdo de seguridad a punto de ser firmado. Pareciera ser un requisito para que en 90 días Trump decida el porcentaje de aranceles que deberemos pagar.
Aunque falta la letra chiquita, sabemos que el objetivo son las organizaciones criminales. Eso nos permitirá resolver el enigma sobre el tamaño que tiene. Los dos gobiernos se han gastado millonadas en seguridad sin esclarecer jamás la magnitud de la amenaza. Debe ser considerable, porque llevan un año tratando de pacificar sin éxito la violencia en Culiacán, Mazatlán y otros municipios sinaloenses.
Y aún les falta atacar a la organización más violenta, el Cártel Jalisco Nueva Generación que ha demostrado su disposición a defender a sangre y fuego los territorios y negocios que considera suyos. Les sobra voluntad, pero no tienen la capacidad de resistir a los dos gobiernos. En síntesis, en un futuro indefinido descabezarán y fragmentarán a las organizaciones más grandes.
De manera simultánea tendremos evidencia sobre el segundo enigma: el grado de infiltración y dependencia de los criminales en el sistema político. En 1985 el presidente Miguel de la Madrid resolvió la infiltración del Cártel de Guadalajara en la Dirección Federal de Seguridad despidiendo sin procesar a casi todos sus tres mil elementos, muchos de los cuales terminaron, obvio, engrosando las filas criminales.
Hasta ahora ningún presidente se ha atrevido a romper el pacto de impunidad. El nuevo acuerdo forzará a la presidenta a prescindir de personajes como Adán Augusto López señalado por la protección que dio como gobernador de Tabasco al policía que en sus ratos libres dirigía un violento cártel regional. Estamos ante una malformación sistémica.
Eso me lleva al tercer enigma: el costo pagado por la sociedad. En el Seminario sobre Violencia y Paz de El Colegio de México hicimos una revisión de cifras oficiales y entre enero de 1983 y junio de 2025 se contabilizan 805,515 homicidios y según la Comisión Nacional de Búsqueda entre 1952 y el día de ayer suman 131,844 personas desaparecidas y no localizadas. La respuesta gubernamental ha sido a todas luces insuficiente, lo cual ha gestado un gigantesco movimiento de los familiares de las víctimas.
La presidenta pareciera estar atendiéndolos de manera integral. A principios de septiembre tendrá la quinta reunión con las familias de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos y se ha intensificado el diálogo entre la Secretaría de Gobernación y 450 colectivas. La pregunta inevitable es si el acuerdo con Estados Unidos contempla a las víctimas del pasado e incluye planes para proteger a las poblaciones que en el futuro se verán afectadas por la intensificación de la ofensiva contra los criminales. Mucho dependerá de que logren un acuerdo en torno a una agenda mínima.
El acuerdo de seguridad entre México y Estados Unidos tendrá muchos otros efectos que iré comentando. ¿Se someterá la política exterior mexicana a la nueva alianza con Estados Unidos y se transformará nuestro gobierno en otro incondicional de la potencia o encontrará formas de preservar algo de su independencia?
Por ahora, la única certidumbre es que con el acuerdo de seguridad con Estados Unidos iniciamos una nueva etapa de nuestra historia.