La sensación de que siempre pierdes es devastadora.
Pareciera que unos nacen triunfadores y a otros nos toca aplaudir aguantando el llanto mientras esperamos nuestro turno… muertos de cansancio (o solo muertos). ¿Qué tienen los que ganan? Llenar la lista es fácil, nos lo enseñan en la escuela: talento, disciplina, actitud, perseverancia, enfoque, inteligencia.
Es curioso porque conozco a muchas personas que reúnen esas características y no han subido a pódium. ¡Suerte! Tal vez es eso, decimos buscando consolación porque la suerte viene del azar, no podemos trabajar más para mejorarla; tiene mucho de superstición. La vida salpica con suerte a algunos y a otros no.
A veces, más vale no pensarlo tanto. He encontrado ese común denominador en “los de arriba” cuando cuentan su historia (es más sencilla de lo que parece) y sí, tiene mucho de riesgo, de oportunidad, de confianza, de enfoque, de trabajo, de talento y de eso que llamamos “suerte”, que muchas veces se traduce en: aventarse.
No existen los caminos seguros, ni el orden perfecto. Como docente intento, de todas las formas posibles, brindar el conocimiento veraz, adecuado y formal, pero siempre se queda en mí la espinita de si con eso será suficiente, por eso les cuento muchas historias… empezando por la mía. Me duele imaginar (incluso ver) que hay tanto talento que se queda atorado por miles y distintas razones, se me sale de las manos. No encuentro más que asumir el riesgo de “aventarme”, pensando menos e intuyendo más, tal vez, así un día esté junto a los del pódium y cuando me pidan relatar mi historia tenga un poquito más que contar.