ÁTICO
El nuevo plan de Pemex no supone un cambio de rumbo, seguirá dependiendo de subsidios de Hacienda
El plan estratégico de Pemex, presentado el martes, tiene algunas luces, como la posibilidad de desarrollar campos de crudo y gas no convencionales, pero no supone un cambio de rumbo. Pemex no tendrá competencia y seguirá dependiendo de los subsidios de Hacienda, tanto de los visibles como de los ocultos.
Primero están los apoyos financieros visibles para que Pemex pueda pagar sus deudas. Son por lo menos 25 mil millones de dólares. También se dice que la inversión en refinación, "por un monto total de 189 mil 678 millones de pesos" será "con cargo al Presupuesto de Egresos de la Federación".
En el sexenio pasado los apoyos totales del gobierno federal a Pemex alcanzaron casi 150 mil millones de dólares. Esto equivale a 18 veces el presupuesto total del estado de Nuevo León del 2024.
El subsidio más opaco y oneroso es que Pemex será la encargada de desarrollar las reservas del país, pero no pagará nada por el derecho a hacerlo, como se hace en casi todo el mundo. Las reservas son de los mexicanos y el gobierno debería maximizar su valor licitándolas y otorgándoselas a quien se comprometa a pagar más por ellas. Este principio había sido incorporado en la hoy muerta reforma del 2014.
Peor aún: el impuesto que hoy paga Pemex, que se calcula como la diferencia entre el precio de venta y las deducciones autorizadas, es muy bajo. Se presume como uno de los grandes logros de Pemex que pasó de ser el 65 por ciento en el 2018, a 30 por ciento este año. Se llama hoy Derecho Petrolero para el Bienestar. Es bueno para Pemex, pero es a costa del bienestar de los mexicanos. En Brasil, un operador privado que arriesga su capital para desarrollar un campo tiene una carga impositiva especial que varía de 10 a 40 por ciento, además de que paga regalías y un bono al momento de la firma del contrato. El dinero entra al erario de ese país.
Pemex se podrá asociar con empresas privadas, pero siempre será la dueña de las reservas. Las aportará, cuando no paga nada por ellas, como su parte en las asociaciones. En el plan no se habla de licitar las asociaciones con los privados, como se hacía con la reforma del 2014, por lo que seguramente se decidirá de forma discrecional.
El grueso de los objetivos presentados son volumétricos. Se promete refinar más, procesar 1.68 millones de barriles diarios en el 2027, pero no se menciona cuánto se va a ganar haciéndolo, como haría cualquier empresa que no depende de subsidios. En el sexenio pasado el incremento en el volumen refinado llevó a pérdidas mayores.
Hay una ventana de oportunidad para poder salvar a Pemex y hacerla una entidad que no se trague el dinero de los mexicanos. Al final del programa se señala: "La Estrategia contempla la desinversión en activos no rentables, con el propósito de liberar recursos actualmente comprometidos en activos subutilizados o de bajo rendimiento, para reorientarlos hacia proyectos con mayor rentabilidad y valor estratégico para la empresa". Si se tomaran en serio este objetivo, tendrían que poner a la venta todas las refinerías en suelo mexicano, incluyendo Dos Bocas.
Petrobras enfrentó el reto de su enorme deuda porque vendió sus activos de baja rentabilidad e hizo un compromiso explícito de cuánto se esperaba obtener con esas ventas. Estas se llevaron a cabo en un entorno de competencia. Todos ganaron: la empresa del Estado, las empresas privadas en el sector y el Estado, que, en nombre de los brasileños, logró maximizar su valor y extraer un gran volumen de reservas.
Todas las administraciones federales han buscado mejorar las capacidades operativas de Pemex, como promete Sheinbaum. El problema es que los incentivos que enfrentan los trabajadores, los directivos de esta empresa protegida y el ecosistema de contratistas que gira en torno a nuestra empresa, la llevan a las promesas no cumplidas, negocios corruptos y crecientes subsidios del gobierno. Lo vimos el sexenio pasado. Espero estar equivocado.