ADULTOS MAYORES - CERILLITOS (II Parte)
La población subocupada que declaró tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas representó el 7.1 % de la población ocupada, que era del 57.1 %. La situación del anciano o anciana es de desempleo o subempleo; por esto vemos trabajando a adultos mayores como "cerillitos", "haciendo su lucha" en una esquina; así afirma uno de ellos: "Si no trabajo, no como", así de simple. Evidentemente, al haber carencias familiares, afectivas, económicas u otras, los individuos más vulnerables son las personas en los extremos de la vida: infantes y ancianos; por ende, esto obliga a pensar en fortalecer los lazos familiares, pues, siendo la familia un grupo primario donde las relaciones son durables y todos los integrantes interactúan, se conocen entre sí en forma regular e intensa. Es básico conciliar los intereses y estrechar los vínculos, traducidos en relaciones de corresponsabilidad, de manera que exista la preocupación por el bienestar de cada persona en la familia.
Por otra parte, en algunas entidades federativas, el INAPAM ha logrado acuerdos con las empresas para que los adultos mayores que laboran como voluntarios, los cerillitos, lo hagan en condiciones adecuadas, ya que se han dado casos de abusos, como exigir cargar objetos demasiado pesados para su condición física; así mismo, orientan a quienes lo hacen bajo la exigencia familiar y que, además, les privan del fruto de su trabajo. En un país donde el adulto mayor ha dejado de ser visto como figura de respeto y autoridad, sufren abandono y maltrato por la sociedad y sus familiares; no obstante, los ingresos económicos de los cerillos, infantes y ancianos son indispensables para el sostenimiento de miles de familias.
Pero, como observa una adulta mayor: "hay que echarle ganas, laborar como cerillos es una actividad pesada, involucra muchas horas de pie, cargar todo tipo de cosas; sin embargo, el adulto mayor busca incorporarse a este trabajo, que tiene la ventaja de alejarlos de otras actividades, como el ambulantaje, que los sitúa en el riesgo de sufrir accidentes." Un amable señor comenta que antes se avergonzaba mucho de aceptar la propina que le daban los clientes del súper; ahora le cambió el nombre, la llama "contribución" y la recibe feliz porque sabe que él es muy bueno en su oficio; se siente orgulloso, porque ha hecho muchos amigos entre "los ancianos que coinciden" y los pequeños… esos chiquillos, buenos estudiantes y muy trabajadores, ya los ve como sus nietos." Su compañera de trabajo, que escuchaba la conversación, sonrió y bajando la voz, como en secreto, opinó: "Ya no se queda de viejo renegado, arrumbado en un rincón de su casa."
La ancianidad no debiera contemplarse como la pérdida de la juventud, sino como una etapa de la vida; sin renegar el deterioro físico que conlleva, es necesario planear hacia un futuro donde se visualiza una población mayoritaria de ancianos, tomando en consideración la seguridad social, así como las facultades físicas y psicológicas del adulto mayor. Recordando lo que podría ser un axioma: el trabajo es vida, no es una maldición bíblica, sino una bendición divina, pues ha impulsado a la humanidad a mejorar sus condiciones de vida.