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Sobrecompensar la ausencia de afecto con regalos

Esto provoca una distorsión psicológica que, si no se aborda, acompaña al individuo durante la adolescencia y la adultez en relaciones superficiales, una identidad fragmentada y tristeza silenciada por el discurso parental de “te lo hemos dado todo".

Imagen: Unsplash/ Bermix Studio

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PRISCILA CASTAÑEDA

En contextos familiares contemporáneos, es común observar que algunos padres, ante la falta de tiempo o conexión con sus hijos, optan por compensar su ausencia afectiva mediante bienes materiales. Esta práctica, aunque aparentemente benévola, genera distorsiones significativas en el desarrollo emocional, social y psicológico de niños, adolescentes y adultos jóvenes. El clásico “no te falta nada” se convierte entonces en una narrativa que minimiza e incluso invisibiliza las necesidades afectivas y puede contribuir a la aparición de síntomas depresivos o dificultades relacionales en etapas posteriores de la vida.

Durante la infancia, el desarrollo emocional está profundamente ligado a la calidad del apego con las figuras parentales. De ahí la importancia de la cercanía de los cuidadores primarios para generar un apego seguro, constante, presente y estructurado. Cuando este vínculo se ve sustituido por objetos, el niño no aprende a gestionar la frustración, ya que dichos objetos, pantallas, juguetes, etcétera, actúan como distractores inmediatos. Esto puede provocar apego inseguro o evitativo en el menor, ya que la falta de contacto afectivo merma la confianza interpersonal.

Neurológicamente, es necesaria una estimulación emocional temprana para activar circuitos cerebrales relacionados con la empatía, la autorregulación y la resiliencia. Cuando esta estimulación no sucede por diferentes motivos, suele haber unahiperactivación de la amígdala como respuesta al estrés, así como un déficit en el desarrollo del córtex prefrontal, impactando la toma de decisiones. Esto se debe a que el consumo material, aunque agradable, no activa las mismas redes neuronales que el contacto humano, por lo que incluso podría generarse una desregulación emocional crónica.

A la par, es posible que llegue a consolidarse una confusión entre amor y recompensa. El niño aprenderá que el cariño ha de expresarse a través de objetos y no de presencias, ocasionando una dependencia hacia el consumo material, una baja tolerancia a la frustración e incluso una marcada dificultad para identificar sus propias necesidades afectivas. En contextos escolares, se observa a través de un patrón recurrente de desmotivación, impulsividad y dificultades para establecer vínculos sanos. 

magen: Unsplash/ Branden Skeli La compensación material ocasiona una dependencia al consumo que se extiende a distintas etapas del desarrollo.
magen: Unsplash/ Branden Skeli La compensación material ocasiona una dependencia al consumo que se extiende a distintas etapas del desarrollo.

IMPACTO EN ETAPAS POSTERIORES 

En la adolescencia, la búsqueda de identidad y pertenencia se intensifica. Esta etapa está consagrada como el duelo más amplio del desarrollo vital del ser humano, y en ella se pueden consolidar construcciones mentales erróneas. Si el patrón de compensación material persiste, se observará una identidad basada en el “tener” y no en el “ser”, en la que el joven define su valor por lo que posee y no por lo que siente o piensa. Esto, a su vez, crea dificultades en la autoestima, pues la validación externa se vuelve un tema central, provocando vulnerabilidad ante la crítica o el rechazo. También aumenta el riesgo de conductas adictivas o compulsivas, ya que el consumo se convierte en una vía para anestesiar el vacío emocional. 

Wendy Subuyuj, autora del libro The Design of Implicit Interactions (El diseño de las interacciones implícitas, 2015), nos menciona en su tesis que “La sobrecompensación material puede generar adolescentes con baja tolerancia a la frustración y escasa capacidad de introspección”. Siendo estas últimas características claves en la consolidación de la personalidad, es posible que nos enfrentemos al génesis de lo que más adelante podría categorizarse como un trastorno.

En la etapa adulta no sólo existe el riesgo de una disfunción permanente en los procesos de la personalidad, sino que también surgen otro tipo de comorbilidades como efecto de una crianza basada en la compensación material, entre las que destacan:

  • Dificultades para establecer vínculos relacionales profundos.
  • Tendencias depresivas minimizadas por el discurso parental del “no te falta nada”, que refuerza la idea de que su sufrimiento no es legítimo.
  •  Confusión entre bienestar y consumo, lo que lleva al adulto a buscar llenar vacíos afectivos mediante compras, logros o  acumulación.

magen: Unsplash/ Patricia Prudente Muchas veces, los padres utilizan los objetos como
distractor para que los hijos no demanden su atención.
magen: Unsplash/ Patricia Prudente Muchas veces, los padres utilizan los objetos como distractor para que los hijos no demanden su atención.

ABORDAJE CORRECTIVO

En primera instancia, se recomienda la intervención terapéutica para abordar la disociación entre afecto y consumo, de manera que se promueva la validación emocional en el individuo.Además, sería deseable la creación de programas psicoeducativos que incluyeran formación parental sobre apego, límites y presencia afectiva. En tercer lugar, también es necesario fomentar la prevención del burnout emocional en adolescentes y adultosjóvenes, el cual consiste en un agotamiento derivado de exigencias agobiantes o estrés crónico. Programas como estos requieren espacios de escucha y expresión auténtica, de corregulación y autorregulación.

Existe evidencia de que la disfunción afectiva temprana está asociada también con un funcionamiento erróneo del eje hipotalámico-pituitarioadrenal (HPA), sistema neuroendócrino que regula las respuestas al estrés. Su alteración comúnmenteresulta en un importante aumento de cortisol —hormona cuyo exceso produce problemas de salud y cognitivos— y un mayor riesgo de trastornos mentales. 

. Imagen: Unsplash/ Zahra Amiri El excesivo consumo material genera en los niños una
baja tolerancia a la frustración.
. Imagen: Unsplash/ Zahra Amiri El excesivo consumo material genera en los niños una baja tolerancia a la frustración.

El trauma provocado por la negligencia emocional en la infancia puede ocasionar síntomas psicosomáticos, dificultades de aprendizaje y alteraciones en los vínculos interpersonales. Dicho esto, hay que comprender que no se trata solamente de individuoscon “mala actitud” ante la vida, sino de sujetos que no lograron cubrir sus necesidades de una manera sana.

Recordemos que la infancia no necesita juguetes costosos ni dispositivos electrónicos de última generación; necesita presencia y cariño. Cuando los vínculos se sustituyen por objetos, el mensaje implícito que recibe el niño es que su valor reside en lo que posee, no en quien es.

La responsabilidad afectiva en la crianza va más allá de cubrir necesidades materiales: implica construir un espacio donde los sentimientos sean vistos, nombrados y validados. En un mundo saturado de consumo, este tema merece ser visibilizado y abordado con profundidad desde la psicología educativa, clínica y social. Reconocer que el sufrimiento no se elimina con regalos es el primer paso para romper patrones de abandono emocional disfrazado de generosidad.

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