Tal vez el sincretismo esté en los genes humanos, no podemos vivir en una cultura aislada y aséptica, libre de toda contaminación de otras ideas, que los fundamentalistas llamarían "exóticas". El aceptar conceptos y palabras nuevos, es algo que nos sucede todos los días, sobre todo si tenemos un pensamiento abierto, que está dispuesto a entender y dar razón a otros por la verdad que encierran sus propuestas. No es una traición a lo propio, sino una forma de enriquecerlo.
La palabra sincretismo ha sido utilizada desde hace muchos siglos. Ya el autor de Vidas Paralelas, Plutarco, la escribió en griego, pero desde mucho antes se utilizaba esta palabra en la Grecia preclásica para designar a las uniones militares de las ciudades - estado.
En Grecia, cuando se presentaba el peligro de una guerra en contra de una ciudad, las demás hacían a un lado sus diferencias y se unían a los amenazados para defenderlos, pues de esta manera se estaban curando en salud de futuras incursiones enemigas.
A estas alianzas bélicas se les llamó precisamente sincretismos, porque eran la unión de las ciudades en Creta, la isla que alojó la civilización impulsora de la griega. Entonces, tenemos ya dos elementos para entender este vocablo: "syn" (unión) y Creta, ciudad representativa de la cultura griega. La palabra tiene, además, el sufijo "ismo", que indica doctrina, sistema, escuela o movimiento.
Posteriormente, Erasmo de Róterdam adaptó el término griego al latino "syncretismus" para referirse a la conciliación de diferentes sistemas filosóficos o religiosos. En tiempos de absolutismos, esta propuesta humanista representaba una respuesta conciliadora. Desde entonces, el sincretismo dejó de ser una estrategia bélica para convertirse en una filosofía de integración.
Las ideas fluyen en nuestra mente, van y vienen, aunque algunas se estacionan y permanecen, lo que nos da una muy sana y deseable identidad, como la ideología, la religión o las convicciones morales. No podemos hablar estrictamente de sincretismo científico, ya que en ese campo las ideas son objetivas, neutras y precisas, aunque sí evolucionan constantemente, y encontramos sincretismo entre unas ciencias y otras, como la biofísica y la astrobiología.
Aun en el caso de los más puros fundamentalismos se da el sincretismo, sobre todo cuando las religiones e ideologías se expanden por un territorio cada vez más amplio, pues los conversos aportan su pensamiento a la corriente religiosa, política o filosófica y la hacen evolucionar. Así pasó en los albores de la cultura occidental donde el cristianismo se formó dentro del judaísmo y en poco tiempo se incrustó en la cultura grecolatina. Estos tres elementos juntos pasaron de Medio Oriente a Europa, donde el nuevo modo de pensar se consolidó durante el final del imperio romano y la alta edad media, para campear su hegemonía en la baja edad media, ya con un estilo de vida perfectamente definido y con una madurez que redundó en la diseminación de este pensamiento en los territorios colonizados, lo que no siempre ocurrió con otras sociedades que tuvieron dominio militar y económico, pero no ideológico.
Aun así, con todos sus dogmas, sus prescripciones morales y su culto firmemente determinados, el cristianismo, y en general el pensamiento y las costumbres occidentales siguieron evolucionando con aportaciones de otros grupos humanos. El cambio tuvo un enorme progreso cuando la cultura occidental se impuso por la fuerza de las armas en el Nuevo Mundo.
El sincretismo no se limita a lo religioso o filosófico. Vive en el arte: el barroco americano mezcla imágenes indígenas con símbolos cristianos; en la gastronomía (la comida Tex-Mex o la pizza con jalapeños); en la música, como en el reggaetón mezclado con el flamenco, o los ritmos aportados por los africanos en Estados Unidos, con los espirituales negros, el blues y el jazz, y en el Caribe, con la rumba, la salsa y el merengue, entre otros.
Las lenguas son el ejemplo más emblemático para ilustrar el sincretismo, en España el latín se mezcló con el árabe para dar el español como ahora lo conocemos, aunque incorporó elementos de otros idiomas, como el francés, las lenguas germánicas y muy posteriormente el griego con los cultismos. Todavía actualmente nuestra lengua sigue recibiendo palabras y formas gramaticales de otros idiomas, principalmente del inglés.
Por tanto, no le tema al sincretismo.