Trump cree que puede cortar cabezas u ofrecer perdones, por eso tantos rinden pleitesía o corren el riesgo de que les corten la cabeza.
Estados Unidos cruzó el Rubicón y con Trump liderando al Ejército, va camino al autoritarismo. Sumándose a una moda mundial, el Presidente que quiere ser rey conduce a su país a una abierta erosión democrática. Gobierna como se le da la gana, desafiando la Constitución, pisoteando las leyes, ignorando a las cortes e imponiendo su voluntad con pocas contenciones. El sábado celebró su cumpleaños, sentado sobre el trono que construyó, mientras las tropas desfilaban para alimentar el ego de un hombre cada vez más peligroso para su país y para el planeta. Los Ángeles está descubriendo de manera dolorosa lo que es enfrentar el poder abusivo, validado por las urnas, pero ejercido sin límites.
Y edificado sobre la polarización como arma política. Trump divide, Trump trocea, Trump gobierna de manera maniquea: de un lado los estadounidenses MAGA, y del otro, quienes no lo son. El país blanco, iliberal, homogéneo, enfrentado al país multicolor, multirracial, de fronteras y mentes abiertas. El pueblo bueno contra quienes lo amenazan por su color, o su origen étnico, o su forma de pensar. Hoy Estados Unidos no es el país del melting pot; es el país de la purga. No es el país de la inclusión multicultural, sino el país de la exclusión racista. Exhibido en cada redada llevada a cabo afuera de un Home Depot, en cada detención ilegal a la salida de una corte migratoria, en cada deportación que viola las reglas establecidas por la Suprema Corte estadounidense, en cada orden ejecutiva que cancela visas para estudiantes internacionales. Ser distinto será deleznable; ser opositor será oneroso.
Nada encapsula mejor la mentalidad amurallada que la política migratoria. Con mazo en mano, el tirano Trump ordena mandar a la Guardia Nacional y a los Marines a California, aunque el gobernador no haya solicitado el apoyo y las manifestaciones han sido controladas por la policía local. El tono para justificar la extralimitación del Ejecutivo se vuelve crecientemente estridente, abiertamente beligerante. Nos invaden, grita. Amenazan nuestra existencia, arenga.
Y usa la retórica de la rabia para saltarse la Ley Posse Comitatus y la Ley de la Insurrección que no permiten el uso de militares para labores de seguridad pública, a menos que haya una rebelión contra el gobierno, masiva, violenta, con la intención de derrocarlo. Las protestas en Los Ángeles están muy lejos de ser eso. Ahí comunidades arraigadas se manifiestan en contra de lo que está ocurriendo a manos de ICE: los arrestos arbitrarios, la violación del debido proceso, la separación de familias, el uso desmedido de la fuerza. Todo para llevar a cabo una promesa de campaña: "la operación de deportación más grande en la historia de Estados Unidos".
Para imponer su visión, Trump y los lacayos leales que lo rodean están violando libertades civiles básicas. Están politizando y capturando y remodelando el aparato del Estado para ponerlo a su disposición. Están presionando a los medios críticos, cancelando fondos para las universidades que odian, amenazando a las empresas que no se alinean, tratando a la oposición partidista y ciudadana como si fueran enemigos existenciales. Hoy Trump gobierna manipulando el miedo, instrumentalizando la intriga. Nadie sabe quién va a ser la siguiente persona, el próximo político, el próximo país, la próxima institución sometido al insulto, a acciones legales, a la extorsión, a la fiscalización del IRS, a la cancelación de la concesión o del contrato, a la imposición de tarifas. El rey cree que puede cortar las cabezas u ofrecer perdones; puede invitar a sus amigos a Mar-a-Lago o enviar a sus enemigos al exilio político o a la evisceración empresarial. Y por eso tantos callan o se arrodillan o rinden pleitesía o se suman a la corte.
Ante la amenaza del autoritarismo que se expande, la sociedad civil comienza a activarse. Las marchas multitudinarias a lo largo de Estados Unidos, unidas por la exigencia "Sin Reyes", manifiestan una oposición germinal pero creciente. Las cortes están intentando parar los peores tics tiránicos. El federalismo podría operar como un freno a las políticas abusivas del gobierno central. El dilema para Claudia Sheinbaum cuando se reúna con Trump en el G7 es el mismo que enfrenta con AMLO en México: comportarse como cortesana que se hinca frente al rey, o como líder que mantiene la cabeza en alto, ante el riesgo de que se la corten.