Siglo Nuevo Opinión Cine Nuestro Mundo

Reportaje

Silbatazo inicial. Cuenta regresiva para el próximo mundial de futbol en Norteamérica

Silbatazo inicial. Cuenta regresiva para el próximo mundial de futbol en Norteamérica

Silbatazo inicial. Cuenta regresiva para el próximo mundial de futbol en Norteamérica

ALDO VALDÉS

El futbol es más que un simple deporte. Se trata de un fenómeno con implicaciones sociales, culturales, políticas y económicas. Es, sobre todas las cosas, el juego más popular del planeta.

La Copa Mundial de Futbol, por su parte, es la competencia más relevante que hay a nivel global en esta disciplina. En el año 2026, México se convertirá en el primer país en organizar tres ediciones de este evento; esta última junto con Canadá y Estados Unidos.

Jugar de local siempre conlleva una ventaja. Sin embargo, hay riesgos que vale la pena prever. Detrás de las cualidades lúdicas del balón se esconden realidades complejas. Más allá del romanticismo Maradoniano, la pelota puede enlodarse.

De acuerdo con Simon Kuper, “el futbol nos proporciona claves para entender el mundo”. Pronto, el esférico rodará en nuestro propio terreno, en un momento histórico digno de análisis.

GEOPOLÍTICA

Hay una relación directa entre este deporte y el poder. En ocasiones, el balón rueda en la misma dirección que el dinero y la política, debido a su alcance masivo.

Al ser tan popular y escalable, el negocio del futbol puede ser sumamente rentable. Existe una derrama económica que influye en distintos sectores tanto a nivel local como internacional. Organizar un Mundial implica colgar se una medalla ante los ojos de los cinco continentes.

De acuerdo al Análisis de Impacto Socioeconómico realizado por la Organización Mundial del Comercio, Open Economics y la Federación Internacional de Futol Asociación (FIFA), el próximo Mundial generará más de 40 mil millones de dólares para el Producto Interno Bruto Global y tendrá un impacto social a largo plazo en diversos sectores. Industrias tan relevantes como el turismo, los medios de comunicación y las apuestas se beneficiarán bastante el próximo verano en Norteamérica.

Ser sede de un evento de tal magnitud representa, a su vez, la oportunidad de posicionar discursos políticos. Las tendencias ideológicas que imperan en los países organizadores pueden tener un papel relevante en el juego e influir en detalles del certamen. En el pasado, distintos regímenes han aprovechado su rol de anfitriones en esta justa para buscar legitimación, recurriendo a valores nacionalistas y utilizando al deporte de manera oportunista.

El equipo italiano haciendo el saludo fascista en el Mundial de 1934. Foto: Keyston Hulton Archive/ GettyImages
El equipo italiano haciendo el saludo fascista en el Mundial de 1934. Foto: Keyston Hulton Archive/ GettyImages

El mismo Kuper expresa en su maravilloso libro Fútbol contra el enemigo (1994): “Cuando un juego moviliza a miles de millones de personas deja de ser un mero juego. El fútbol no es solo fútbol: fascina a dictadores y mafiosos, y contribuye a desencadenar guerras y revoluciones”.

Como ejemplos de esta política propagandística resaltan el Mundial de 1934 en la Italia fascista de Mussolini; el de 1978 en Argentina, durante la dictadura de Videla; además de ejemplos tan recientes como el de 2018 en la Rusia de Putin y el de 2022 en Catar. En 2026, Estados Unidos será co-anfitrión bajo el mandato de Donald Trump.

La siguiente Copa del Mundo será la primera en contar con 48 selecciones nacionales. Esto implica un incremento importante en la cantidad de participan tes y amplía la posibilidad de que asistan representantes antagónicos entre sí. Las recientes políticas en materia migratoria del gobierno de Estados Unidos y su posicionamiento respecto a los principales conflictos globales, pueden generar una animadversión que trascienda el terreno de juego.

En el Mundial de 1986, Argentina se enfrentó a Inglaterra en el Estadio Azteca. Con el conflicto de las Malvinas aún presente en la memoria reciente de ambos pueblos, el partido en sí mismo fue una metáfora. En este encuentro, Diego Armando Maradona anotó dos goles que se convirtieron en símbolos: “La Mano de Dios” y “El Gol del Siglo”. No había otro escenario factible para representar una batalla en la que una potencia colonial pudiera perder de esta forma ante un país latinoamericano.

¿Es posible que se repitan hazañas tan épicas como esta? Mientras la tensión exista y el azar lo permita, sí. La selección de Irán ya está clasificada para la presente edición y la probabilidad de que protagonice algún partido en territorio estadounidense es alta. Por otra parte, ¿qué pasará con Rusia, selección que se encuentra vetada a raíz de la invasión de Ucrania? ¿O con Israel, conforme la presión internacional aumenta por el conflicto en Gaza?

Sin duda, las decisiones del gobierno estadounidense en el escenario político repercutirán en el ambiente general de la competencia. No es casualidad que Gianni Infantino, presidente de la FIFA, se reúna con Donald Trump de manera más constante que cualquier otro jefe de Estado. Los organismos internacionales también gambetean; hoy la FIFA tiene más países afiliados que la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Donald Trump y Gianni Infantino, presidente de la FIFA, reunidos en la Casa Blanca. Foto: EFE/ Francis Chung
Donald Trump y Gianni Infantino, presidente de la FIFA, reunidos en la Casa Blanca. Foto: EFE/ Francis Chung

En las relaciones internacionales se suele analizar al poder como duro o blando. Mientras que el primero se refiere al lado más explícito de la fuerza económica y militar, el segundo representa los mecanismos simbólicos y culturales para ejercer influencia en el escenario global. Esta última categoría permite reconocer la capacidad del futbol para fungir como una herramienta diplomática.

En cuestiones de poder duro y blando, Estados Unidos destaca como el anfitrión más dominante en este proyecto regional. Mientras Canadá y México recibirán 13 partidos respectivamente, el país de las barras y las estrellas acogerá 78. La esfera también es política

LOS TRES ANFITRIONES: UNA RELACIÓN ASIMÉTRICA

El Mundial de 2026 será organizado de forma in édita por tres países: México, Estados Unidos y Canadá. En la concepción de Norteamérica existe una cercanía que va más allá de lo geográfico. Sin embargo, vale la pena reconocer el contraste que existe entre estas naciones en cuestiones económicas, además del momento actual en sus relaciones.

Los tres organizadores forman parte del G-20, el foro de cooperación económica que integra a las 20 economías más grandes del mundo, así como de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De manera más cercana, los tres vecinos cuentan con un importante tratado de libre comercio, hoy conocido como T-MEC, que ha estrechado sus relaciones comerciales y políticas desde hace más de treinta años, pese a las tensiones que han surgido durante sus diversas renovaciones, incluyendo la que se hizo a solicitud de Donald Trump en su última administración.

A pesar de que la pertenencia a estas organizaciones intergubernamentales puede indicar un grado alto de desarrollo, a diferencia de Estados Unidos y Cana dá, México carga aún con grandes brechas socioeconómicas, que según el Índice de Gini se explican en buena parte a través de sus desigualdades en cuestiones educativas, de género y de distribución de la riqueza.

Si bien la suma del Producto Interno Bruto (PIB) nominal de los tres países representa casi una tercera parte del PIB global, existe un contraste considerable al analizar cada caso individualmente, sobre todo en términos per cápita. De acuerdo al Banco Mundial, el PIB per cápita de Estados Unidos supera los 82 mil dólares, el de Canadá ronda los 53 mil dólares y el de México apenas alcanza los 13 mil 700.

Santa Fe, Ciudad de México. Nuestro país, a diferencia de los otros dos coanfitriones del evento, posee brechas socioeconómicas más profundas. Foto: Unequal Scenes
Santa Fe, Ciudad de México. Nuestro país, a diferencia de los otros dos coanfitriones del evento, posee brechas socioeconómicas más profundas. Foto: Unequal Scenes

Los datos arrojados por estos índices macroeconómicos delatan otros aspectos que es importante considerar ante la organización de un Mundial. En términos de infraestructura, conectividad aérea y terrestre, total de habitaciones en el sector hotelero o incluso en rubros tan delicados como la seguridad, México despierta dudas justificadas.

Por otro lado, la tensión entre mandatarios juega un papel interesante en un evento de esta mag nitud. Es necesaria una coordinación interinstitucional impecable. En una región tan grande, el reto logístico es equiparable al tamaño de estos países. Con un recién elegido primer ministro canadiense que aún se encuentra calentando para salir a jugar, un presidente estadounidense que en ocasiones juega en el extremo derecho del campo y una presidenta mexicana posicionada a la izquierda, el resultado es impredecible.

Si el futbol funge como un instrumento de poder, es probable que el Mundial de 2026 se convierta en una carta de negociación alrededor de distintos te mas en Norteamérica. Ciertos acuerdos comerciales o políticos pasarán por la cancha. En este aspecto, queda claro que la hegemonía está en la Casa Blanca.

La personalidad megalómana de Trump puede incitarlo a buscar un rol protagónico en el marco del torneo. En el pasado reciente hubo episodios bochornosos con el exprimer ministro canadiense Justin Trudeau que trascendieron hasta el hielo del hockey. Esto podría volver a suceder con sus pares actuales. En su momento, los embates expansionistas del magnate provocaron una reacción en los patrones de consumo y en las urnas electorales de Canadá.

En el caso mexicano, Trump sabe que cuenta con cartas para presionar a Claudia Sheinbaum. Sin em bargo, hasta el momento la diplomacia ha sido efectiva. Será interesante observar cómo se desarrollan te mas relacionados con migración, aranceles y remesas.

LOS RIVALES DE MÉXICO

Como se mencionó previamente, México cuenta con retos mayúsculos y difíciles de remontar a unos meses del Mundial. En las mismas ciudades que serán sede de partidos mundialistas, operan grandes cárteles de la droga. En 2026, uno de los objetivos del gobierno de Sheinbaum deberá enfocarse en contener la violencia desmedida producto del crimen organizado. Irónicamente, la fecha del evento coincide con el vigésimo aniversario de la denominada “Guerra Contra el Narcotráfico” declarada en el 2006.

Hooligans en el Estadio de Wembley en Londres, Inglaterra. Foto: Reuters
Hooligans en el Estadio de Wembley en Londres, Inglaterra. Foto: Reuters

Prevenir la violencia directa y garantizar la seguridad de los asistentes y de los futbolistas será una prioridad. De acuerdo a la iniciativa global de Datos de Ubicación y Eventos de Conflictos Arma dos (ACLED, por sus siglas en inglés), México es el país sin guerra con mayor violencia contra civiles a nivel global. Esta realidad es palpable en el día a día y en gran parte del territorio nacional. A pesar de que el sector turístico se presente como una rea lidad alterna a los problemas cotidianos de la población local, el riesgo es latente.

A los problemas domésticos hay que sumar el riesgo de posibles enfrentamientos entre hooligans y ultras de distintos orígenes. En tiempos de Margaret Thatcher, este fenómeno llegó a representar un problema de seguridad nacional para el Reino Unido. Si bien a lo largo de las décadas se ha prestado atención a este tipo de trifulcas en el marco de las competencias globales, en el futbol actual aún es muy común que estalle la violencia entre los aficionados. Recordemos que en esta justa, además de los fanáticos locales, habrá visitantes de todos los rincones de Europa y América Latina, regiones con especial presencia de barras bravas.

Los ejemplos de los últimos mundiales en Catar y en Rusia, en donde la cobertura policial era total, arrojan pistas de la importancia que tendrá la coordinación entre las distintas corporaciones y el uso de la tecnología por parte de los organizadores. Más allá de la prevención en los estadios, el reto de Mé xico será organizar a corto plazo ciertos aspectos en las instituciones. Es verdad que esta no es la primera vez que un país en vías de desarrollo con problemas sociales graves organiza una Copa del Mundo. Han existi do casos como Chile en 1962, Argentina en 1978, Sudáfrica en 2010, Brasil en 1950 y 2014 o el propio México en las ediciones de 1970 y 1986, mismas que siguen siendo recordadas de manera muy positiva en la memorabilia futbolera.

Para la edición del Mundial en cuestión, grandes ciudades como Chicago, en Estados Unidos, o Montreal, en Canadá, renunciaron a ser sedes debido al alto costo que esto tendría en términos económicos y fiscales. En el caso de los gobiernos locales y federal en México, renunciar a ser anfitriones nunca fue una opción. Y es que las carencias estructurales en comparación con Estados Unidos y Canadá se compensan con la pasión desbordada por el balompié. No podemos garantizar que será un torneo seguro, pero probablemente será emocionante.

De acuerdo a un estudio reciente de Nielsen, el 56 por ciento de la población adulta en México es aficionada al futbol, convirtiéndose por un amplio margen en el deporte más popular del país. Este fanatismo, que más allá de los números se traduce en un fervor casi religioso, hace que contemos con una infraestructura deportiva equiparable a la de las naciones más desarrolladas.

El 56 por ciento de la población adulta en México es aficionada al futbol. Foto: Unsplash
El 56 por ciento de la población adulta en México es aficionada al futbol. Foto: Unsplash

En este aspecto, el Estadio Azteca en la Ciudad de México, el estadio Akron en Guadalajara y el estadio BBVA en Monterrey no tienen qué envidiarle al resto de las sedes de Estados Unidos o Canadá. La paradoja es justo esta: no hemos resuelto problemas básicos, pero estamos listos para organizar un tercer Mundial.

LAS PROBABILIDADES DEL TRI

En las puertas de la edición de 2026, México, como país y como selección, sigue siendo un enigma. La cita se acerca y, tanto en cuestiones futbolísticas como logísticas, impera la temporalidad relativa del “ahorita”. Comenzando por el nivel en la cancha, vale la pena recordar que la liga nacional está pasando por un mo mento complicado desde el punto de vista estructural.

Sin ascenso ni descenso, con dueños de equipos siendo investigados por la ley y con procesos truncos en la exportación de jugadores a las mejores ligas del mundo, muchas personas esperan una decepción en el próximo Mundial. Los vicios de nuestra liga local pare cen haber impactado en el nivel de la selección.

Para Juan Villoro, el balompié es un sistema de representación de la realidad “que en cierta manera explica mucho de la idiosincrasia de los mexicanos en todos los ámbitos”. Aquí, la corrupción en las instituciones deportivas o ciertas conductas malinchistas pueden afectar de manera sistemática la forma en la que se toman decisiones en el futbol. Si a esto sumamos la mala racha en campeonatos internacionales y en la última edición de la Copa, el equipo mexicano parece estar en un letargo equiparable al panorama social y político previamente descrito. En ¿Hay vida en la Tierra? (2012), del mismo Villoro, se encuentra una reflexión contundente: “A este país le faltan tres cosas: seguridad, justicia social y delanteros”.

Haciendo un ejercicio de conciencia y sinceridad, sabemos que es extremadamente improbable que México gane un campeonato de estos. Quizá la pregunta más lógica sea si, en algún momento, las personas que estamos vivas hoy veremos a una selección con un ni vel similar al nuestro levantar una Copa del Mundo. En su columna La injusticia poética, Martín Caparrós comenta: “una de las paradojas futboleras más curiosas es que, de los 211 países que juegan en la FIFA, sólo ocho han ganado mundiales, y no parece que vaya a haber pronto muchos más”. Quizá el día que se cierren otras brechas en nuestro país, podremos aspirar a tener mejores delanteros.

Las ciudades sedes del Mundial en México ya tienen experiencia con eventos deportivos de gran magnitud. Por ejemplo, Guadalajara fue sede de los Juegos Panamericanos en 2011. Foto: X/ @showmundialshow
Las ciudades sedes del Mundial en México ya tienen experiencia con eventos deportivos de gran magnitud. Por ejemplo, Guadalajara fue sede de los Juegos Panamericanos en 2011. Foto: X/ @showmundialshow

JUGAR COMO LOCALES

Jugar de local siempre tiene ventajas. Al conocer los espacios y los códigos, estar en casa transmite una sensación enorme de confianza. Para los otros, visitar implica descubrir. Los lugares desconocidos provocan incertidumbre. No es gratuito que los mejores resultados de la Selección Mexicana se hayan dado en 1970 y 1986, ediciones en que fuimos anfitriones.

Las tres sedes nacionales para el presente Mundial cuentan con una gran tradición futbolera y con experiencia en la organización de grandes torneos. La Ciudad de México ha organizado en el pasado Juegos Olímpicos, cuenta con un Gran Premio de la Fórmula 1 y con incontables ofertas deportivas y culturales. Guadalajara ha sido sede de los Juegos Panamericanos, además de organizar cada año la feria del libro más grande del mundo hispanohablante, un festival de cine importante y otros eventos de gran magnitud. Monterrey, por su parte, cuenta con algu nos de los festivales musicales más grandes del país y con una infraestructura que, al igual que las otras sedes, permite recibir y atender a miles de personas. En términos de localía, este Mundial será muy especial. Por cuestiones demográficas y culturales, México también jugará como local de facto en Estados Unidos. Ciudades como Los Ángeles, Houston, Dallas o Nueva York serán extensiones de nuestro país. Para buena parte del mundo esto podría resultar sorpresivo. Y es que la relación que existe entre ambas nacio nes está tan entrelazada como una red de portería.

Hoy en día, Estados Unidos es el país con más mexicanos del mundo (fuera de México), producto de una historia fascinante de vecindad y migra ción. Esto influye en cuestiones tan importantes como la economía y el lenguaje. El vecino del norte es también el segundo con más hispanohablantes del planeta (sólo detrás del nuestro), superando a España, Colombia y Argentina.

Existe además una cultura mexicoamericana que ha permeado en ambos lados del río Bravo y que es notoria en productos como la gastronomía y la música. A mediados del siglo XX, Octavio Paz describía en El pachuco y otros extremos (1950), aunque de manera limitada, la formación de esta identidad compartida en California. En realidad, el intercambio cultural es bastante complejo y va más allá de grupos urbanos o gremios que se puedan describir desde una óptica académica. Esta influencia cruza las líneas fronterizas del campo.

El resto del mundo podrá atestiguar que Estados Unidos es un territorio más grande y diverso de lo que muchos creen. Las políticas xenófobas de una administración pueden afectar a corto plazo, pero los valores culturales arraigados en muchos sectores de la sociedad estadounidense remontarán sin duda el marcador. Los vecinos hablan inglés, pero también español. Comen hot-dogs, pero también tacos. Jue gan futbol americano, pero también soccer. México tiene la suerte de ser local en dos países.

EL JUEGO GLOBAL

El presente Mundial llega en un momento complejo para la escena geopolítica internacional. La tensión podrá desfogarse, durante unas cuantas semanas, en el terreno de juego. Eduardo Galeano define al futbol como un “ritual de sublimación de la guerra”. Hoy, mediante este simulacro lúdico, se abordan conflictos globales. La defensa, el ataque y los disparos adquieren un significado simbólico.

Además de la analogía bélica, para el autor urugua yo este deporte es “la única religión que no tiene ateos”. Los fanáticos comulgan con un equipo, atienden a templos deportivos, tienen ídolos y practican ritos de fe. Hay un pensamiento mágico que lo envuelve todo.

En unos meses se hablará de futbol en todas las mesas. Y esto, inevitablemente, motivará reflexiones de corte político y social. En el 2026, el balón provocará una introspección necesaria en distintos niveles. Después de 40 años, el silbato anunciará el inicio de un nuevo partido en nuestra cancha.

TIEMPO EXTRA

Hay una frase cuya autoría se encuentra en disputa entre Arrigo Sacchi y Jorge Valdano: “El futbol es lo más importante de las cosas menos importantes”. Desde un extremo del campo de pensamiento, se puede argumentar que hay que disfrutar de este deporte como una actividad recreativa. No es nece sario sobredimensionar lo que suceda más allá del terreno de juego.

Del otro lado hay un contraargumento. Debemos tener una actitud crítica con todo aquello que provoca movimientos masivos de personas y dinero. Los fenómenos complejos que rodean a la pelota merecen ser analizados. El futbol también tiene cuentas pendientes en cuestiones económicas, políticas y sociales.

El desempate de esta confrontación de enfoques puede estar en la media cancha: somos afortunados por poder abordar la complejidad desde lo más simple. Sacchi o Valdano tienen razón.

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en: pasión Mundial 2026 Fútbol

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Silbatazo inicial. Cuenta regresiva para el próximo mundial de futbol en Norteamérica

Clasificados

ID: 2389744

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx